Literatura cubana, Poesía, Islas Canarias
“No puedo ser un libro, ni quiero”
Entrevista a la poeta y narradora cubana Sonia Díaz Corrales., residente en Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias
Sonia Díaz Corrales es poeta y narradora. Nació en Cabaiguán, Cuba, en el año 1964 y reside en Santa Cruz de Tenerife. Islas Canarias. Ha publicado: Diario del Grumete (poesía), Editorial Vigía, Matanzas, Cuba (1996), Diario del Grumete (poesía), Sed de Belleza, Santa Clara, Cuba (1997), Minotauro (poesía), La Habana, Cuba (1997), El hombre del vitral (novela), Editorial Idea y Aguere, Islas Canarias, España (2010), El puente de los elefantes (novela), Editorial El barco Ebrio (2011), Noticias del olvido (poesía), Ediciones hoy no he visto el paraíso, Francia (2011) y Ediciones entre las nubes (2014),
Sus poemas aparecen en las antologías: Retrato de grupo, La Habana, (1989), Poesía infiel, Antología de jóvenes poetas cubanas, Editorial abril La Habana, (1989) Poetas del Seminario, Cuadernos informativos, Instituto Cubano del Libro, La Habana, (1992), Un grupo avanza silencioso, Universidad Autónoma de México, Ciudad de México, (1990), Poesía Cubana de los años 80, Ediciones La Palma, Madrid (1993), Antología de décimas, Centro de la Cultura Popular Canaria/Ayuntamiento de la Victoria de Acentejo/Caja Canarias, Islas Canarias (2000), Todo el amor en décimas, Editorial Benchomo, Islas Canarias (2000), Mujer Adentro, Colección Mariposa, Editorial Oriente, Santiago de Cuba(2000), Puntos Cardinales. Antología de Poetas Cabaiguanenses. Parte I, Puente Colgante, Ediciones Ideas, Cabaiguán, Sancti-Spiritus, Cuba (2000), La madera sagrada (2005?), Ediciones vigía, Matanzas ,Cuba, Como el fuego que está siempre, Editorial Consejo de Iglesias de Cuba, La Habana, Cuba (2009), Paisajes interiores, Centro de Estudios de la Cultura Mixteca, México (2010). Antología de la poesía cubana del exilio, Aduana Vieja, Valencia, España (2011), La catedral sumergida (2012), Once poetas a la sombra (2015)
Obtuvo el Premio Bustarviejo, de Madrid, el Premio América Bobia, de la Ciudad de Matanzas, Cuba y el Premio Abel Santamaría, de la Universidad de Las Villas, Cuba, así como menciones y reconocimientos en otros concursos en Cuba y el extranjero. Fue finalista del Premio de Poesía Viaje del Parnaso, España (2008).
CUBAENCUENTRO habló con Sonia Díaz Corrales sobre el compromiso literario y el individualismo, entre otros temas.
¿En qué momento decidiste que querías escribir?
No decidí sobre eso. Escribir inicialmente fue un diálogo conmigo (que no podía mantener con otras personas), del que no fui consciente hasta más tarde. Nunca pensé que eso fuera escribir, era la forma que encontré para convencerme de que no estaba tan sola como parecía.
Luego, cuando tuve certeza de que escribía y de que sí estaba tan sola como parecía, se volvió más complicado, pero tampoco fue una decisión tomada; leía y entendía que otros también hacían lo mismo, y además, como ellos, yo empezaba a disfrutarlo, a sentir alivio por soltar la carga de lo pensado y analizado, interiorizado y violentado en la pretensión de emularlo, y en ese acto, yo sanaba, me sentía resarcida por todo.
“Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En ese sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos”, decía Alejandra Pizarnik.
¿Qué te aporta la escritura y la literatura, piensas que vale todo en la literatura?
Nunca y en ningún caso vale todo. Solo vale, en cualquier caso, lo que vale (de valía, de valioso) en general, y en particular si te conformas, te quedarás con una ínfima parte de lo que podrías hacer o tener cuando escribes, cuando reescribes, cuando corriges y vuelves sobre lo escrito porque estás segura de que no vale todo. Eso cuando creas.
Si hablamos de promover, de promocionarse, en este ámbito sí que la mayoría cree que vale todo, pero yo me reafirmo en lo dicho: nunca y en ningún caso vale todo.
¿Qué es necesario para que una novela interese a los lectores?
Las novelas son historias. Para que una historia interese debe tener historia. A veces he llegado a creer que se han acabado las historias en el mundo porque casi todos los libros me vuelven a contar la misma historia, u otra muy parecida. Si no tenemos algo distinto que contar quizás no deberíamos contar nada. Cuando digo distinto me refiero, además de a la historia, a los recursos, al punto de vista, a todo lo que a la larga aunque no se lee, está presente en la lectura. Una historia contada requiere de en cuanto al lenguaje, de una riqueza adicional concedida al texto literario. A veces se cree que hay que escribir algo monumental, extenso, lleno de entresijos y mándalas que hipnoticen para que eso sea una novela, pero está demostrado que no es así.
Tendríamos que partir de qué es, para el lector, una novela. Bien mirado es una historia que interesa, entretiene, proporciona conocimientos, agarra y no suelta hasta el final, llevando a quien lee de un círculo a otro, más amplio, o menos amplio, concéntricos o coincidentes en alguna de sus áreas. Queremos leer (y escribir) con unas exigencias que no concuerdan en verdad con lo que leemos (y escribimos). Le pedimos a un libro tantas cosas que acabamos decepcionados después de cada lectura, o parcializados, peor aun, a favor de una forma de contar, le tememos tanto a lo manido, al kitsch, a una simple historia sin más, que nos cuesta encontrar una novela que convenza, con todo lo que queremos. Muchos escritores no leen como lectores, sino como una especie de deformación entre lector y escritor.
Como todo lo complejo, la novela se simplifica en el oficio y los recursos del escritor y en la sencillez con la que el lector la recibe. En el siglo pasado la novela contó con una gran cantidad de escritores que la convirtieron en un ejercicio de arquitectura lingüística, de imaginería, de invención trucada con elementos de historia real, contó con escritos monumentales y de una incuestionable grandeza creativa, pero también con escritos breves y geniales, como diamantes bien cortados, llenos de síntesis, economía de recursos y de increíble belleza, agudeza e inteligencia, y que también consideramos novelas. Algo esencial les mantiene en el mismo sitio en cuanto al género literario: la historia y el lenguaje.
¿Cuales son tus géneros favoritos en la lectura, tus autores y quiénes te han influido más?
Antes leía todo, desordenadamente, más poesía. Ahora leo de la misma forma desordenada, pero soy más selectiva y leo más narrativa. Normalmente empiezo y si me gusta me quedo y leo más, si no, pues no sigo. Pero lo más cercano a una explicación de lo que leo ahora sería: casi los mismos libros una y otra vez. No he leído tanto como para poder hablar de influencias. Me gustaría escribir como Pessoa, como Rimbau, como Borges, como Cortázar, como Octavio Paz, como Silvia Plath, Alejandra Pizarnik o Delmira Agustini. Me gustaría escribir como Ezra Pound, como Alessandro Baricco o Michael Ende, como Marguerite Duras y la enumeración seria larga, porque como uno de ellos querría escribir un poema o una narración en particular, como otros una frase o un libro entero.
Últimamente también he tenido el deseo de ser influenciada por esos escritores que solo se dedican a escribir, y ganan dinero para pagar la renta, y les queda aun tiempo para presumir o para dar un paseo por las tardes o escuchar la música que les gusta.
¿A qué te dedicas cuando no escribes?
En verdad me dedico a muchas cosas que no son escribir, y escribo cuando termino de hacer todo lo demás. Todo lo demás es sobrevivir, atender a todas las ocurrencias de la vida. Y lo cierto es que escribo a la vez que hago el resto, si hubiera esperado a tener tiempo y condiciones creadas para dedicarme a escribir nunca hubiera escrito un verso. Todo el tiempo dentro, mi escribidor está enfrascado en escribir lo que escribiré después, en mi es natural e inevitable.
A veces me siento evadir lo difícil o feo de la vida con este truco, se me da bien. Pero escribir sobre una mala memoria, como la mía, es como escribir en el agua, aun así mi memoria escribe lo que mis manos escribirán luego, a veces he escrito mil versiones de un poema cuando escribo lo que en definitiva será el poema, antes tenía a mano papelitos y anotaba las ideas, luego las reescribía, ahora ya no. Cada vez anoto menos, cada vez hay menos tiempo y espacio para anotar, así que escribo en el agua y luego miro con atención lo que queda (la mayor parte de las veces no queda nada) y eso escribo.
Siempre he tenido que esperar a terminar algo vital, que precisa, para escribir después, nunca ha habido un tiempo en que escribir sea lo que hago primero y después les toca el turno a las otras cosas, nunca ha sido así.
¿Si pudieses ser un libro, cuál serías?
Si pudiera ser un libro sería Las mil y una noches, ya sabes, todas las historias juntas. Pero no puedo ser un libro, ni quiero. No sabes la cantidad de perversiones que genera un libro, las envidias y frustraciones, los superegos desatados en tu contra, en otros casos las críticas malévolas. El peso de la responsabilidad de que alguien te diga que has cambiado su vida.
¿En qué proyecto te encuentras sumergida en estos momentos?
Siempre el mismo: sobrevivir.
¿Se escribe por placer o también por dinero y reconocimiento?
Hay placer en escribir. También un cierto apremio doloroso. Muy pocas veces reconocimiento, muchas menos dinero.
Yo escribo porque no sé hacer otra cosa para aliviar una indudable comezón. Escribir alivia la impotencia, el insomnio y el miedo. Es como el romero, sirve para que el olvido (el de los demás y el propio) no te cruja los huesos, y puedas olvidar y recordar simultáneamente o alternando.
Hay mucho placer en escribir cuando consigues acercarte a decir lo que quieres y sale bien, pero no se escribe por placer (yo no). Escribir es inevitable cuando el escribidor interior te convoca. Quizás, incluso los que escriben desde el intelecto puro (para el intelecto puro) también son convocados por algo interior. Y el placer es lo siguiente, mientras escribes te diviertes quizás, te entregas, te mimetizas con algo que casi nunca eres tú, y tú se atenúa, se borra casi, luego cuando sale bien, hay un placer en ello, para algunos un placer intelectual que necesita reconocimiento y alimenta el ego, para otros una especie de regocijo interior, un estremecimiento al que sigue la laxitud, como en el sexo, y que suele bastar.
¿Dominas los recursos de estilo, las figuras literarias o escribes con estilo propio y sigues experimentando y aprendiendo?
Yo solo escribo y reescribo, una y otra vez. Corrijo sin límites, hasta que el texto dice: ya está, y lo dice muy pocas veces.
Se habla que los escritores deben cuidar y ofrecer obras depuradas utilizando recursos narrativos o encuentras bien que lo que se cuenta, se limite a contar como se cuenta en la sobremesa.
Creo que cada escritor lo hace lo mejor que puede, da igual si cuenta como en la sobremesa o se rodea de todos los recursos que ofrece el aprendizaje del oficio. Lo que me fascina a mí de “depurar un texto” (como supongo le llamas a trabajar en él) es la claridad que adquiere en cada proceso de síntesis, en cada poda necesaria, en cada agregado que busca ser parte de lo escrito sin que se vea el punto de unión. Y al final, ese reposo, tuyo y del texto, que parece se adormece, para luego renovarse en la siguiente lectura/reescritura.
¿Regalas libros en alguna ocasión?
Solo en alguna ocasión muy contada, excepcional. Si el libro es de otros, la mayor parte de las veces no acierto. Si es mío, parece pretensión. Ya no se toma como acto de cortesía el que regales un libro a alguien, sino como una imposición para que lea algo. Y si el libro es del que lo regala, pues se amplía el horizonte de vaguedades en el acto en sí y en la interpretación.
¿Crees que la literatura cubana está de moda y que el escritor, en tanto figura pública tiene responsabilidad social?
No sé si la literatura cubana está de moda. Sé que la moda en la literatura cubana es la repetición de ciertas vulgaridades de corte político, sexual, verbal, incluso cultural, social, personal, que ya empieza a ser cansino como tema, al menos en lo que he podido leer yo. Tanto reprimir unas ciertas formas de decir las exacerba. Y en cuanto a la responsabilidad social, creo que todo ser social tiene responsabilidad social, si una figura pública tiene más o menos responsabilidad social, depende: si eres una figura pública en la política o la administración de los bienes de los ciudadanos deberías ser muy responsable.
Si eres un escritor, la mayor parte de las veces ni tan importante como figura (mucho genio y figura, pero casi nadie te conoce literaria ni socialmente hablando), o si eres un escritor sin más, entiendo que tomes la responsabilidad social que te parezca. Incluso si el escritor es muy importante me parece bien que tome la responsabilidad que entienda.
Yo en particular me siento muy individual, casi individualista, y lo del ser social no se me da muy bien. Tendemos a determinar la cantidad de responsabilidad que deben tomar los otros sin contar con que ese “los otros” de alguna manera te limita de decidir lo que hacen o dejan de hacer, también en cuanto a la responsabilidad social. No siento tener ninguna responsabilidad social con nada. Algunas cosas y situaciones movilizan en mí la compasión, la solidaridad, o el deseo de ponerme firme en un lado visible, para que se sepa que me gustan o no me gustan. Pero la mayor parte de la gente que oigo hablar de la responsabilidad social de los intelectuales, son oportunistas que en su día me habrían apedreado para ganar otro nivel en el lado contrario del que defienden ahora vehemente, y me quieren obligar a mí a defender en este momento para que sirva a sus intereses. Creo que los seres humanos deberíamos ser responsables (no condicionados) de mantener nuestra humanidad en su mejor parte y de hacer el mundo más diáfano para todos y dejar de usar términos rancios como responsabilidad social para involucrar a los demás en cualquier ocurrencia personal, política o moral que ellos tengan.
¿Cómo te ha cambiado el mundo de la tecnología y el e-book?
A mí no demasiado. Me gustan los libros en papel bastante más que los e-book, pero reconozco en el libro electrónico una utilidad y un futuro más certeros.
¿Lamentas que tu vida literaria no se hubiera desarrollado en otro medio más propicio?
No me lamento por casi nada, casi nunca. He hecho lo mejor que pude con lo mejor que he tenido. Es lo que hay y está bien. No obstante, entiendo que si Beethoven hubiera nacido en mi pueblo seguro que hoy no tendríamos la Novena Sinfonía.
¿Crees que la literatura cubana a veces tiene serios altibajos?
Se me hace difícil responder a esto. Si en la “literatura cubana” incluyes a todos los cubanos que escriben, en Cuba y fuera de Cuba, seguro sí.
Los cubanos siguen teniendo ese handicap de la política en la literatura, es difícil abordar una historia sobre Cuba o de un tema cubano sin tocar esta línea, es prácticamente imposible. En Cuba se ha venido politizando la vida privada y la sociedad durante años, esto a priori, luego ya caemos en el deseo explícito del escritor cubano de tocar la política desde su punto de vista, y nos lleva ya directamente a la cuestión del cansancio (esto vale igual para poetas o narradores, para los de un lado y los del otro).
Además, con el uso de las redes sociales cada día tenemos más escritores, todo el que quiera tiene un blog o un medio para autopublicarse, cada uno cree que tiene algo interesante que contar o que versar. En contraposición con las publicaciones en pequeñas editoriales que todos los días cierran más las puertas, y prácticamente solo publican lo que da dinero seguro o lo que se autofinancia, es decir, sin mirar mucho la calidad a veces, publican a los autores que pueden pagarse los costes de la publicación de su libro y dejan algo del lado de la editorial, esto añadiendo la siguiente desgracia que es el abandono a su suerte (o a la energía del autor) del texto publicado para hacerse visible. Las grandes editoriales se casan con autores que tienen ya un nombre y son ventas seguras, no aceptan ningún nombre o libro nuevo, excepto los que ganan los certámenes la mayor parte de las veces convocados por ellos mismos, concedidos por ellos mismos o amigos y adjuntos.
Si a esto le quieres llamar altibajos, pues lo acepto, hay muchos altibajos porque hay muchos autores que quieren mostrar sus obras y muy pocas vías para hacerlo. Si te refieres incluso a lo publicado volvemos al mismo punto.
En Cuba la selección de un libro que se presenta para publicarse debe pasar pruebas de todo tipo, las menos rigurosas son las de calidad. Entonces, con este panorama, los altibajos seguramente no son un supuesto, sino una garantía.
Fuera de Cuba, la autopublicación y las editoriales que ponen los ítems de la calidad y el rigor en la edición/corrección detrás del de las ganancias, y si a eso sumas la idea de los autores de que todo lo que se escribe es publicable en la inmediatez de la red, los blog, etc, hace que esos altibajos sean muy serios.
¿Qué libros han cambiado tu vida?
No creo que ningún libro cambie la vida de alguien. Mi vida en particular ha cambiado cuando he tomado decisiones y he afrontado las consecuencias.
Los libros han conseguido traerme información que nunca habría tenido de no haber sido leyendo, un saber que siempre constatas limitado, pero útil, agradable. Otro que estaba en ti latiendo y que los libros confirman y sacan a flote.
Los libros traen una luz al pensamiento que luego desborda hacia otros ámbitos de la vida, te ayudan a comprender qué pequeño eres, y a veces te hacen falta cuando se han quedado en el destino anterior de tu viaje (o huida). Los libros acompañan, esclarecen, te obligan a pensar en lo que no quieres, o a construir lo que quieres, pero no cambian nada. He entendido con el tiempo que solemos hacer unas exigencias a los libros que ellos no están hechos para cumplir.
Queremos que un libro nos cambie la vida, eso tan difícil de conseguir para nosotros mismos (que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios), queremos que una escritura lo haga, que un escrito negro sobre blanco cambie algo tan lleno de posibilidades como la vida. Cuando algo de mi vida ha cambiado, aunque siempre hubiera un libro rondando, fueron las circunstancias y yo misma quienes lo cambiamos.
¿Qué escritores cubanos te han influenciado más?
Me gustan algunos poetas cubanos (desordenadamente, cuando los necesito): Eliseo, Fayad, Rafael Alcides, Raúl Rivero, Piñera, Dulce María, Emilio Ballagas y Martí, me gusta Carilda y Luis Rogelio Nogueras, el Indio Naborí y Dora Alonso, me gusta Buesa, si Buesa, y Lezama también, Lina de Feria, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Rafaela Chacón, y un otros largo largo que incluye a muchos más.
Entre los narradores me gusta mi amigo Sindo Pacheco, y Lorenzo Lunar, Padura, Reinaldo Arenas, en alguna medida Onelio Jorge Cardoso y Senel Paz.
Tengo que recocer que si faltan algunos no solo se debe a mi mala memoria y/o ignorancia, sino también a mi falta de interés por leer lo que no me gusta, aunque “las autoridades” los consideren imprescindibles, tampoco soy de totalidades, de algunos me gusta mucho la mayoría de lo que escriben, de otros algo, no hay más. Pero lo de las influencias (que seguro me las hallarán si las buscan bien) no sé decirte, no reconozco que me influya alguien a la hora de escribir, no me siento parte de grupos o generaciones como a veces se dice, escribir me suspende en punto en el que casi nada llega, cualquier vía de acceso se bloquea. La mayor parte de los investigadores o críticos, cuando no encuentran con quién compararte, buscan en tu obra a los que mencionas, o se inventan sus ficciones. Yo no sé la respuesta de esa pregunta.
El regreso, la nostalgia, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. ¿Tienes la obsesión del regreso a tenor de los nuevos cambios?
¡Ah! Las obsesiones…Tengo sin duda algunas obsesiones, pero no la del regreso. No sé quién ve cambios donde yo solo veo una inmovilidad infinita, una repetición de la repetición de la repetición. Un estancamiento social, moral y civil, vital, que lleva a muchos a huir en desbandada, a otros a aferrarse a eso que algunos creen apropiado llamar cambios, y entienden que traerá algo de bonanza a los que siguen allá. ¿Una embajada de un gobierno extranjero, que se interesa parcialmente en Cuba, y que no le interesa contender o representar los intereses cubanos, porque no es para eso que está ahí, cambiará algo? ¿La indiferencia y ceguera de los que siendo de izquierda, por ese solo hecho, apoyan a ultranza cualquier teatrillo de los que montan las autoridades y el gobierno en Cuba? ¿La visita de un Sumo Pontífice, pareciera que lenguaraz (mudo en el caso de Cuba), cambiará algo en Cuba? La muerte de los que se han suicidado en tierra (cubana o del exilio) o en el mar no ha cambiado nada, aunque nos toque de cerca una y otra vez, no ha cambiado nada. La esperanza y la fe en que algo cambiará, la minimización de los “errores” de los dirigentes de la revolución (algunos que ya no saben cómo justificarlos dicen que ellos no saben lo que pasa, que los engañan), o los que dicen que antes estábamos peor (la izquierda española y latinoamericana), ¿antes cuándo?, hace ya tanto tiempo de ese antes que casi nadie sabe de qué se habla, o qué había en ese antes más terrible que este éxodo de millones, este decir sí o no cuando conviene, al mismo asunto.
No quiero regresar porque las razones por las que me fui siguen ahí, inamovibles después de casi 20 años, y además porque tengo la obsesión de huir, que era una obsesión permanente allá y luego se quedó. ¿Regresar a qué, para qué? Nadie cambiará nada mientras una gran cantidad de cubanos que viven en Cuba y en el exilio (ahora también en ese medio exilio conveniente del llega y vira), se sientan cautivos de la sobreestima de símbolos viejos y conductas arcaicas, cautivos de sus superhéroes y las historias que ellos se inventan, y que se inventan muchos cubanos también en la pretensión de que los demás nos vean como la bomba (los más alegres, espontáneos, creativos, etc., etc., seres que ha dado el planeta). Y aquí seguro muchos “patriotas” (compatriotas) me saltarán al cuello, pero no me importa, mi cuello ha demostrado ser muy resistente.
Mis obsesiones, la nostalgia por los sueños incumplidos (casi igual que en Cuba) se relacionan con cosas más personales, más íntimas, que ese regreso a la nada. Aunque, a pesar de eso, ciertamente siento que hay una vida que yo tenía que haber vivido que me fue arrebatada por unas circunstancias políticas y sociales (la sociedad civil cubana se ha dejado arrastrar a actos incívicos, inhumanos y tristes por sus líderes políticos, pero también podía haber dicho no, como dije yo, como dijeron otros, y no lo ha hecho nunca, tampoco ahora lo hace), de esa vida que tenía que haber vivido a veces tengo nostalgia, saudade grande, pero ahí también entran mis elecciones, yo decidí irme, y soy consecuente con esa elección.
¿Has tenido que esquivar la censura en tus escritos?
¿Quién no? Censura hay en todas partes. Si te refieres a la censura política, me gustaría explicar una pequeña ambigüedad, la censura política en Cuba, la mayor, la ejercen unos individuos oscuros, de pocas luces, con poder administrativo, si bien suelen ser (en su mayoría) mediocres en la creación artística, son brillantes para urdir tramas donde tú ofendes líderes y héroes, donde dices lo que ellos inventan que dices (aunque no alcancen a entender cosas mucho peores que has dicho), y se atreven pocas veces a decírtelo a ti, de frente. Se sienten compensados con mostrar a los “jefes” su labor de aplastamiento de lo que consideran nocivo al proceso.
Es una maquinaria que de vez en cuando toma proporciones nacionales en los casos de artistas conocidos, o adeptos que empiezan a disentir ligeramente, pero que cada día machaca a través de esos instrumentos la libertad y la creatividad, en provincia, en los pequeños pueblos (ya te dije que si Beethoven hubiera nacido en Cabaiguán no tendríamos Novena, incluido ese cuarto movimiento que llamamos Himno a la alegría, hay mucho de subversivo en esas notas altas, altisonantes, hermosas, lo hermoso puede considerarse subversivo sin dudas, ¿imaginas el mundo sin estas cosas? Seguro no, por suerte Beethoven nació en Bonn), en esos pueblos pequeños es donde las instituciones y esos hombres grises se vuelven más virulentos, van tras tus letras con vértigo (hubo un tiempo en que quemaba lo que desechaba, temía tirarlo y que alguien lo “recuperara”), mandan a falsos a hacerse tus amigos, a apadrinarte en cosas que no necesitas, a aconsejarte una moderación y contención que “te evitará muchos males”.
Censura, autocensura (complaciente) y lo demás, pero sobre todo esa capacidad para ejercer un oficio de enterrador, de cerrador de puertas, de opresor consciente, de portador de ideales de los líderes que no son, que tienen algunas personas, y que se ven en total capacidad de usar porque se sienten respaldados por los que mandan.
Si algunos “artistas comprometidos” y estos seres oscuros que se prestan a hacer esa labor no lo hicieran (nadie me diga que por miedo o presión, o lo que sea, yo sé lo que es miedo y presión y hay cosas que jamás haría (hice) a pesar de sentirlos), la censura tendría muy mala salud. Nunca he podido esquivar la censura, como no he podido esquivar decir lo que creo que tengo que decir. Y cuando hablemos de los que gobiernan y de esos grandes censores, no olvidemos a los pequeños, a esos seres que pudieron elegir, y de hecho eligieron, ser censores.
¿Sin memoria histórica no hay imaginación?
La imaginación existía antes, mucho antes de que a alguien se le ocurriera juntar las palabras memoria e histórica para definir una clase de herencia que igualmente existía antes.
La imaginación es un espacio que no concierne solo al arte, sino a casi todos los actos humanos. Un artista hace de la imaginación un instrumento. La imaginación como otros recursos, como un animalito voraz se puede alimentar o matar de inanición. Obviamente un pueblo con una imaginación vasta y desarrollada en la libertad puede construir una memoria histórica más rica, donde a la vez se retroalimenta la imaginación. Pero la imaginación no debe su existencia a nada más que a la existencia de los seres humanos de forma individual, claro, a unos más que a otros.
¿Qué significado tiene para ti la ciudad dónde has vivido la mayor parte del exilio?
He vivido en dos ciudades en el exilio: San Isidro del General, en el cantón de Pérez Zeledón, en Costa Rica (tan tan verde que marea y rodeada de montañas, el único mar allí era uno de nubes, además, llovía sin parar, durante meses), y Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias (a donde quiera que mires está el mar, no llueve casi nunca, solo un par de veces al año), donde vivo ahora, (quizás no sea casual que me quede en ciudades de circunstancias extremas y diferentes y con nombres de santos).
Un gran escritor y crítico, un amigo (JB), dijo una vez que la ciudad donde vivo ahora era lo más próximo (¿cercano?, ¿parecido?) a Cabaiguán que podía haber elegido. Yo me reí. Poco he elegido en estos casos, ni a Cabaiguán lo elegí yo, estas ciudades me han eligiendo y yo acabo aceptándolas porque en verdad desde ese punto de vista nunca me mudé, vivo donde siempre (desde siempre), en una ciudad interior, cambiante, caótica, llena de libros y música, y regocijos pequeños que compensan el peso de las ciudades exteriores (si me pidieran nombrarla me vería en un aprieto: Santa Sonia de los poemas o San poema de donde esté, qué sé yo).
Vivir en una ciudad interior tiene pocos lujos, es muy costoso en el aspecto de la fortificación que necesita, en lo triste que resulta la ausencia estricta de los otros, lo compensan todos los mares y cielos distintos que pueblan los distintos días, los colores donde cualquier nostalgia se difumina y desaparece.
Pero sería injusta si no dijera que las ciudades exteriores también me han dejado cosas extraordinarias, Pérez me dejo el verde y unos amigos enormes, inconmensurables, Tenerife me devolvió a la familia, me cerca de mar por todas partes, el mar inconmensurable, y los amigos… pues, con el tiempo me he vuelto muy agradecida, consciente de que no se puede tener todas las cosas a la vez.
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