Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Artes Escénicas

«Siempre voy contra la corriente»

Conversación con el dramaturgo Matías Montes Huidobro. Miami acoge este fin de semana la puesta en escena de su obra 'Los acosados'.

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Recientemente publicó los primeros tomos de Cuba detrás del telón, sobre el teatro cubano de la década del sesenta. En el libro aparecen autores exiliados y otros residentes en la Isla. ¿Cómo ha vivido la conciliación entre el investigador y el escritor ignorado por muchos de los autores reseñados?

Mi propio trabajo académico me ha llevado a un proceso de desdoblamientos y distanciamientos creadores e interpretativos. Como crítico, creo que el factor determinante es el texto, por encima de la persona y su posición ideológica, aunque esto no excluye una interpretación independiente de la segunda, en caso de que sea pertinente anotarlo. Es imprescindible superar las relaciones de antipatía y los niveles de grupo, que tanto daño hacen.

El texto es la fuente de análisis y conocimiento, y al texto tenemos que atenernos. Por consiguiente, al emitir un juicio crítico hay que distanciarse, ya sea en lo personal o en lo político. Para mí es una satisfacción encontrarme entre los primeros críticos cubanos en el exilio que valorizaron positivamente la dramaturgia de Piñera, cuando se le veía con suspicacia, o llevar a efecto un análisis crítico positivo, cuando lo merecen, de autores como Abelardo Estorino, Eugenio Hernández, Nicolás Dorr, Ignacio Gutiérrez, David Camps, Gloria Parrado, Héctor Quintero y muchos más que han dejado constancia explícita de su apoyo al régimen castrista.

Estamos hablando de un total de 762 páginas refiriéndome a un contexto donde saben quién soy, pero no se reconoce explícitamente que existo. Sí, es una tarea francamente difícil, que requiere una gran voluntad de mi parte.

El otro problema que se me presenta es mi dualidad como crítico y dramaturgo, tratando de mantener un equilibrio. Mi interés básico ha sido dejar constancia histórico-teatral desde un punto de vista sistemático de la dramaturgia cubana. No podemos darnos el lujo que dicha interpretación quede reducida al punto de vista de los simpatizantes del discurso oficial.

Cuando escribí Persona: vida y máscara en el teatro cubano, me excluí (salvo unas referencias a modo de addendum en "última persona"), pero posteriormente me di cuenta que no tenía sentido que me uniera al canon de los que en Cuba, e inclusive fuera de Cuba, sistemáticamente, me han excluido por medio siglo, como si yo mismo me hiciera eco del canon castrista.

Al escribir El teatro cubano durante la República, que es un libro de 738 páginas, decidí reubicarme dentro del contexto de la dramaturgia nacional, dedicándome 16 páginas, espacio prudencial y calculado respecto al que le dedico a los demás, y basándome siempre en criterios emitidos por otros sobre mi obra.

En el primer volumen de Cuba detrás del telón tengo que incluirme, porque fui testigo y participante, y uno de los dramaturgos que más estrenó durante los tres primeros años. No lo hago por protagonismo, sino por derechos adquiridos, a pesar de casi cinco décadas de omisiones de la crítica cubana insular, con sus correspondientes repercusiones fuera de Cuba. En el segundo volumen no aparezco como dramaturgo en sus 366 páginas porque, como tal, no participé en el movimiento teatral. Con la dramaturgia del exilio es otra historia, porque las circunstancias históricas que hemos tenido que vivir son más o menos parecidas.

Obras suyas como Los acosados, Gas en los poros y otras se han representado exitosamente en numerosas ocasiones, sin envejecer ni perder su vigencia. ¿A qué se debe que hayan trascendido el contexto histórico en que fueron creadas?

Ojalá sea cierto que no han perdido su vigencia. El caso más interesante para mí es Los acosados, que tiene ya medio siglo de haberla escrito y la primera obra que estrené después del triunfo revolucionario, reflejando vivencias personales de fines de los cincuenta. Mauricio Rentería en España y Ernesto García en Miami la han "sentido" de nuevo, cincuenta años después. Esto para mí es muy importante, porque yo "sentí" intensamente estas vivencias en el momento de su escritura. Quizás ese "sentimiento" substancial (uno económico, el pago de un juego de cuarto; y otro metafísico, la muerte) facilite la permanencia.

El paralelismo entre la crisis económica de la sociedad de consumo en la Cuba de los cincuenta (por lo menos, entre ciertas clases sociales) y la que enfrenta esta sociedad hoy en día (el pago mensual de las hipotecas) establece un nexo que le da vigencia. Lo mismo podría decirse de la tiranía, el exilio y, naturalmente, la muerte. Para dar en el blanco (y ojalá que haya dado), hay que sentir la médula del conflicto y que éste adquiera el cuerpo teatral pertinente.

¿En qué trabaja en estos momentos y cuáles son sus planes para el futuro?

De un lado, ando revisando los dos tomos, realmente ya terminados, del teatro cubano de los setenta, que es una secuela de los dos primeros tomos de Cuba detrás del telón. También una novela y una obra de teatro en un acto, Tirando las cartas, que les dedico a Mauricio Rentería e Izaskun Cruz, que hicieron el reciente montaje madrileño de tres obras mías. Pero en realidad el proyecto inmediato es un trabajo en colaboración con Yara en torno al pintor catalán Josep Lloveras de Reina, que residió muchos años en Cuba, sobre las relaciones entre la plástica, la lírica y el teatro, y que ha desarrollado una brillante iconografía martiana a partir de mi obra Un objeto de deseo.


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Matías Montes Huidobro. (PEDRO PORTAL)Foto

Matías Montes Huidobro. (PEDRO PORTAL)

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