Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Filosofía

«No ignoremos el punto de vista del otro»

El profesor Jorge J. E. Gracia habla sobre la filosofía 'popular', el pensamiento latinoamericano y la comprensión del llamado 'problema cubano'.

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Desgraciadamente, a Castro se le ocurrió hacer de Cuba un país estalinista, y eso sí que nunca lo podría haber aguantado, no me gusta que me digan lo que tengo que pensar. Me fui, llegué a EE UU y entré en Wheaton. La confrontación con el inglés fue un shock. Cuando entré en el college declaré matemáticas como especialidad, pero la dificultad del inglés me llevó a escoger una segunda especialidad: Literatura Inglesa (lo más difícil que podría haber escogido).

Me fascinaba el lenguaje y su uso. Había sido un lector ávido desde los 12 años. En casa teníamos una buena biblioteca de autores ingleses y franceses, en traducción, y de poetas hispanos, y se leía mucho. Así que en esos años me leí a Víctor Hugo, Charles Dickens, Amado Nervo, en fin, muchos. Pero las clases de español que daban en el bachillerato en Cuba, donde no se leían las obras originales, sino solamente sumarios de ellas, nunca me gustaron. Y en efecto, me gustaba tanto leer que también pensé que me gustaría escribir, y comencé a escribir cuentos y hasta el principio de una novela, que era una cosa horrenda, horrible… Así que había un trasfondo para lo del inglés y la literatura inglesa.

Pero pronto me di cuenta de que en las clases de literatura no nos explicaban lo que hacía a una obra buena, y ese era el secreto que yo quería descubrir. Los profesores de literatura hablaban de ideas, no de la lengua, y lo que decían no tenía mucho sentido. Entonces tomé una clase de filosofía con un profesor inglés que era un actor y eso me convirtió a la filosofía, porque él hablaba también de las ideas, pero lo hacía con sentido y con gracia. Así que abandoné las matemáticas y me gradué con una especialidad doble en Filosofía y Literatura Inglesa, y seguí en Chicago con Filosofía.

Debo aclarar que la filosofía no era algo ajeno a mí. En casa también estaban interesados en la filosofía, especialmente la filosofía hindú. Krisnamurti se leía en casa como si fuera La Biblia. Y todos hacíamos ejercicios de yoga, y se conversaba mucho, sobre todo de lo que tenía que ver con las cosas del espíritu, especialmente después que mi hermano se mató en un accidente automovilístico a los 23 años de edad. Y se hablaba mucho de religión.

Mi padre se consideraba un libre pensador, mi madre era evangélica, y yo me crié católico por las escuelas a las que iba. Ya te imaginarás las discusiones que teníamos. Adopté el agnosticismo a los 13 años, aunque eso tampoco duró. Así que había también un trasfondo filosófico en mi historia personal que quizás preparó el terreno para la carrera de Filosofía.

En un ensayo escrito junto al profesor Jonathan J. Sanford para la antología 'The Matrix and Philosophy' (Carus Publishing Company, 2002), editada por William Irwin para la serie 'Popular Culture and Philosophy', logran transitar de temas estrictamente académicos a otros de interés más amplio. ¿Cómo valora esa movilidad, es una 'concesión' o una legítima estrategia académica para participar en un mundo mediático?

El asunto de la relación entre la filosofía técnica y la que pudiéramos llamar "popular" es controvertido. La gran mayoría de los filósofos establecidos no quieren tener nada que ver con lo popular. Viven en su torrecita de marfil, aislados del mundo que los rodea. Comen y se visten, pero no se mojan los pies con el agua "sucia" del pensamiento popular. Es una posición fácil, pero errónea.

Se han olvidado de Sócrates y que la filosofía comenzó en el ágora, en el lugar público, y motivada por razones sociales. Fue la muerte de Sócrates lo que dio lugar al corpus de Platón. Y fue la piedad religiosa lo que motivó a Tomás de Aquino. La filosofía tiene que mojarse los pies con el agua que corre en la sociedad, pues es allí donde se encuentran los temas perennes que le dan sentido. Esto no quiere decir que se deba abandonar lo técnico, pero si lo técnico no puede trascender la jerga y se vuelve incomunicable al público, entonces, ¿para qué sirve? Es un narcisismo intolerable.

Parte de la responsabilidad del filósofo es servir de puente con el pasado, en otras palabras, enseñar a las nuevas generaciones. Y eso es posible solamente si la filosofía se pone al nivel de esas generaciones. El puente tiene que apuntalarse en dos lugares para que sirva, uno es donde está el filósofo y otro donde está la audiencia.

De manera que la dimensión "popular" de la filosofía es esencial. Pero esto no quiere decir que hay que quedarse allí, porque se necesita profundizar y para eso hay que volverse un poco hacia la técnica. No sé si conocerás la idea oriental del bodisatva. Esta es la persona que consigue la iluminación, pero después de conseguirla se vuelca de nuevo en la vida cotidiana para atraer a otros al camino que los lleve a esa iluminación.

¿Cómo valora un especialista en metafísica y ontología como usted la expansión del relativismo gnoseológico por las zonas humanísticas de la academia norteamericana?

El relativismo gnoseológico en las disciplinas humanísticas de la academia americana es algo sorprendente. Afortunadamente este mal no ha afectado mucho a la filosofía. En parte, es resultado del escepticismo a que ha llegado la filosofía contemporánea europea y anglosajona. Los franceses y alemanes, con el pesimismo en que cayeron después de la Segunda Guerra Mundial, contribuyeron mucho a ello.


El filósofo y profesor Jorge J. E. Gracia.Foto

El filósofo y profesor Jorge J. E. Gracia.