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EEUU, Biden, Trump

Biden no debe aspirar, y no es por el #MeToo

La única manera para los demócratas de enfrentar el camino cuesta arriba que significa derrotar a Donald Trump en las urnas, es contar con un liderazgo renovado

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Olvídese de las encuestas. El exvicepresidente Joe Biden no debe buscar ser elegido a la candidatura presidencial demócrata. Sería lo mejor para su partido y para la nación.

La razón es sencilla. Pasó su momento político. Puede ser lamentable, pero es la realidad. No es el primero en ocurrirle. Quizá Al Gore hubiera sido un excelente presidente, John Kasich también (mejor no se meta a tentar la suerte como independiente). Pero no fue así.

La contienda por la presidencia en Estados Unidos no es una carrera sino más bien una corrida de toros, donde el aguante a las banderillas lanzadas a lo largo del camino cuenta tanto o más que las propuestas.

Sin aclarar aún sus intenciones sobre si presentar su candidatura, a Biden han comenzado a clavarle algunas. Primero sobre a sus discursos pagados. Luego cuatro mujeres declararon haberse sentido incómodas de la forma en que el político se acercó a ellas o las tocó.

El exvicepresidente ha ofrecido disculpas y es cierto que en ambos casos se trata de situaciones hasta cierto punto menores, no de un gran escándalo.

Aunque hay hechos y dudas y sospechas. Durante su larga carrera política Biden ha acumulado un extenso expediente que será revisado una y otra vez, si se decide a lanzarse al ruedo por la nominación.

Otra cuestión es su desfavorable papel en la audiencia de Anita Hill, que como un fantasma aparece una y otra vez en su carrera. Recordar además que en 1981 se unió a los republicanos y votó a favor de un proyecto de ley que permitía a los estados dar marcha atrás en la legalización al aborto en toda la nación (esa ley no se materializó y en una segunda versión Biden votó en contra).

El peligro con estas cuestiones no es solo que algunas de ellas sirvan de municiones en manos republicanas, sino que posiblemente le resten votos, y sobre todo entusiasmo entre los votantes demócratas.

En la actualidad Biden encabeza las encuestas entre los posibles nominados demócratas, aunque se debe en cierta medida a un ejercicio de nostalgia: el remordimiento frente a la posibilidad de que es probable que hubiera sido un mejor candidato que Hillary Clinton. Pero si los demócratas sucumben ante tal sentimiento van camino a una nueva derrota.

Ante todo, hay que reconocer que, en estos momentos, el presidente Donald Trump tiene grandes posibilidades de ganar la reelección.

Cuenta con varios factores a su favor, desde la favorable situación económica —que tendría que tornarse muy negativa en el tiempo que resta antes del martes 3 de noviembre de 202O, y no es probable que ocurra— hasta el hecho indiscutible que ha cumplido buena parte de sus promesas de campaña a sus seguidores, los cuales muestran una fidelidad inconmovible. Tiene además la ventaja adicional de aspirar desde la Casa Blanca.

No solo Trump marcha hacia las elecciones de 2020 con una ventaja indiscutible, sino que también es posible que los republicanos recuperen la Cámara de Representantes —el Senado sigue siendo una incógnita—, tras un período legislativo en que al final los demócratas posiblemente tengan poco que mostrar. Mientras se empeñan en la peligrosa cuerda floja de las citaciones judiciales y el Informe Mueller, sus proyectos de ley yacen engavetados en el escritorio del líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, sin ser siquiera discutidos en la cámara alta.

La única manera para los demócratas de enfrentar ese camino cuesta arriba es contar con un liderazgo renovado.

No se trata solo de ideas sino de figuras. Ni Biden (si se presenta), ni Bernie Sanders llevarán al Partido Demócrata a la victoria. Tampoco Elizabeth Warren logrará el triunfo.

Las apuestas deben buscarse en otros ámbitos y con otros rostros. Por ejemplo, una boleta con Kamala Harris y Beto O’Rourke, o con Cory Booker (esa oportunidad lamentablemente desaprovechada por Hillary) pudiera ser capaz no solo de movilizar al electorado demócrata sino de cambiar el panorama político en EEUU. Lo demás es prepararse para otros cuatro años de Trump.


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