Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Camuflaje léxico

Revolución, libreta de racionamiento, trabajo voluntario: ¿Nombrar las cosas o disimularlas?

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En las páginas de 1984, George Orwell describe con ironía la perversión del lenguaje en el mundo totalitario. Winston Smith, el protagonista de la novela, trabaja en el Ministerio de la Verdad, que se ocupa sobre todo de la propaganda. Su vida está encuadrada además por los Ministerios de la Paz, el Amor y la Abundancia, que tienen por cometidos respectivos gestionar la guerra, la represión y el racionamiento. Porque en el mundo del socialismo real casi nada es lo que parece y, para más inri, a menudo se le designa con el nombre opuesto.

Quizá sea ésa la consecuencia más visible del misterioso proceso dialéctico que los chamanes del marxismo denominan "unidad y lucha de contrarios" y "negación de la negación".

Durante casi medio siglo, esa operación de camuflaje léxico se ha llevado a cabo en Cuba, con premeditación, tenacidad y alevosía. Se ha generado así un lenguaje que sirve no tanto para nombrar las cosas como para disimularlas. Hay un Departamento de Inmigración que se ocupa esencialmente de la gente que emigra, una libreta de abastecimiento que sirve para racionar el consumo y una constelación de actividades voluntarias que son, en realidad, obligatorias.

El gobierno no vende los productos sino que "los da" ("¿qué dan esta semana por la libreta?"), aunque en verdad los cobre, con frecuencia a precios descabellados. Cuando las tiendas carecen de un artículo no se trata de que éste falte o de que no haya —así, sin más—, sino que "está... en falta". La lista, entre jocosa y deprimente, podría alargarse con docenas de ejemplos.

Pero el aspecto más delirante del asunto se revela en el uso de la jerga específicamente política que conforma el discurso oficial. Es ahí donde el divorcio entre la realidad y las palabras que supuestamente la describen alcanza tal magnitud, que resulta imposible saber a qué atenerse.

Sin duda esa indefinición, ese juego de espejos deformantes, es un instrumento más del dispositivo de control que garantiza el dominio sine die del Estado sobre la sociedad civil. En un sistema como el cubano, cualquier intento de ordenar y aclarar este caos conceptual viene a ser, por definición, un acto subversivo.


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