«De una dictadura unipersonal a otra de partido»
Cuesta Morúa, Patterson, Roque Cabello y Brundenius opinan sobre la renuncia de Fidel Castro y el ascenso formal de Raúl al poder.
Manuel Cuesta Morúa, portavoz de Arco Progresista.
Fidel Castro renuncia luego de una tensión interior en torno a qué hacer frente a las nuevas circunstancias del país. ¿Cómo enfrentar una sociedad que se abre a sí misma? ¿Cómo encajar el revés estratégico de la llamada revolución bolivariana? ¿Cuál es la condición física que le permitiría asumir con energía los múltiples problemas de la nación a sus 81años?
Ante la disyuntiva de ver cómo el país debe reorientar sus rumbos, Fidel Castro prefiere mirarlo desde las gradas antes de tener que aceptar la responsabilidad de torcer su propio discurso. En este sentido, ha sido consecuente consigo mismo, asumiendo que Cuba no está preparada cultural y socialmente para seguir sus ensoñaciones. Ahora bien, Fidel Castro, es una especulación, tomó lo que llamaríamos una "decisión asistida".
Él no estaba preparado realmente para este paso. Sólo las necesidades de legitimación de autoridad y legitimación internacional de Raúl Castro, que implicaban decisiones psicológicamente dramáticas para Fidel, impulsan una decisión que se extralimita al abandono de su condición de Comandante en Jefe, una condición que en su caso no es técnica, sino mítica y épica: Fidel Castro no es Comandante en Jefe de un ejército, sino de una revolución. ¿Y cómo renunciar en vida a comandar un proceso que supuestamente debe sobrevivirle? Molesto, Fidel acepta la realidad y decide hacer su propia guerra, esta vez solo.
Ciertamente esta renuncia abre un montón de posibilidades. Tiene para los cubanos de hoy la misma importancia histórica que para los cubanos de ayer tuvo el triunfo de enero de 1959. Sólo que sin espectacularidad. Lo que es una bendición, porque abre un proceso de reformas rompiendo definitivamente el vicio cubano de las revoluciones.
Fundamento esto en lo siguiente: si en 1959 las variables políticas regresaron a un esquema de dominación colonial revestido por un discurso social, en 2008 podemos regresar gradualmente al típico esquema republicano donde las instituciones y la pluralidad recobran vida.
Roto el esquema colonial, gradualmente debe entenderse, Cuba tiene ahora la oportunidad de abrirse más a sí misma: a su diversidad, sus desencuentros, sus problemas acumulados y a un diálogo con los cubanos y no con la historia. Oportunidad irreversible, porque coincide el cambio histórico de liderazgo con la crisis más profunda que haya vivido el país. Las razones para el optimismo son desde aquí innumerables.
Enrique Patterson, miembro del Instituto de Estudios Cubanos de Miami y del Consejo de Redacción de la revista 'Encuentro'
La renuncia de Castro I a ser reelecto como presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, así como al título de Comandante en Jefe, es un paso más hacia la lenta muerte del castrismo como sistema político. Para comprender la dimensión del proceso en que se encuentra la Isla es necesario definir al castrismo como sistema político, pues —aunque se hacía pasar por tal— nunca fue una dictadura institucional de partido, semejante a las imperantes en Europa del Este.
El castrismo se caracteriza, en lo político, por la concentración absoluta del poder en la figura de un caudillo; en lo económico, por convertir al Estado en cuasi único propietario que no rinde cuentas a la sociedad, a la vez que el caudillo es dueño del Estado; en lo institucional, por la disfuncionalidad de las instituciones que, ante la voluntad del líder, aparecen como epifenómenos sin consistencia propia. Y, en lo ideológico, por la indefinición doctrinaria que le permite al líder convertir en ideología los postulados de su voluntad. El castrismo es un régimen político de carácter carismático y sultanístico disfrazado de comunismo. Eso es lo que está desapareciendo.
El reino de Castro II significa el inicio de una dictadura del Partido y las Fuerzas Armadas, de forma colegiada, en lo político. El inicio de la reducción (no sabemos con qué extensión e intensidad) de las actividades económicas del Estado a favor de particulares y compañías extranjeras, en lo económico. El intento de dar vida propia a las instituciones de la dictadura, en lo institucional, y, en lo ideológico, el paso de las utopías mesiánicas al enfoque pragmático de solucionar acuciantes necesidades, debido a la impronta de la presión social sobre las acciones del gobierno.
Estamos observando el paso de una dictadura unipersonal y carismática a otra militar y de partido, más institucional. Que logren su objetivo, es otra cosa; pero, a mi juicio, desde la institucionalidad se llega con menos traumas a la democracia.
Martha Beatriz Roque Cabello, líder de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil
Hay un contraste en la presentación que hace Raúl Castro de los dos nuevos benefactores del totalitarismo: José Ramón Machado Ventura y Julio Casas Regueiro. Del primero, dice lo que no se puede callar, por ser una voz popular: "¡Es muy exigente! A fuer de sincero, a veces le he dicho personalmente que exige no con los mejores métodos, a veces". Sin embargo, del segundo, expresó: "No recuerdo haberle hecho durante estos últimos 50 años ninguna crítica de consideración".
En el discurso de clausura, el presidente Raúl Castro se refiere a la importancia de la disciplina y a la necesidad de respaldar a los que son exigentes, ayudándolos a mejorar sus métodos y apoyarlos resueltamente ante el colectivo. ¿Es que acaso Machado Ventura, con 77 años de edad y 50 de malos métodos, los va a mejorar?
Señala Raúl que no habla de extremismos, ni de aceptar abusos de autoridad o injusticias, sino que todo el mundo haga correctamente la parte que le corresponde. Este punto habría que aclarárselo bien a quienes dan órdenes a los carceleros y les permiten golpear y torturar a los presos, utilizan para su bienestar la poca comida que tienen asignada y no les dan la correcta atención médica. También a las fuerzas represivas de la policía política, que golpean constantemente a los disidentes que se atreven a salir a las calles, no importa que sean mujeres.
Aquellos que siguieron el discurso y que hasta ese momento pensaban que se trataba de una apertura a la libertad de expresión, debieron quedar defraudados cuando Raúl cambia drásticamente las formas implícitas, y expresa: "No les negamos el derecho a expresarse, siempre que sea en el marco de la ley". Habría que preguntarse: '¿cuál ley?'. Porque se sabe que la Constitución de la República, en su artículo 62, deja claramente establecido que cualquier libertad reconocida a un ciudadano no puede ser ejercida si va en contra de la existencia y fines del Estado socialista.
Los que dirigen el país saben perfectamente qué es lo que hay que hacer para mejorar el nivel de vida de la población y sus libertades. No es necesario decírselo, sólo necesitan voluntad para solucionar los problemas, y eso es precisamente lo que falta.
Claes Brundenius, investigador del Instituto de Investigaciones Políticas de la Universidad de Lund, Suecia
La renuncia de Fidel Castro era algo esperado. Yo estaba en La Habana cuando se anunció y no hubo mucha reacción de la gente en la calle. Creo que hubiera sido un paso atrás muy serio si Fidel se hubiera postulado otra vez (considerando su edad y su estado de salud).
Evidentemente, esta noticia abre nuevas oportunidades. El entorno de Raúl Castro sabe que se necesitan reformas urgentes: en la alimentación, abriendo nuevas formas de propiedad en el campo y eliminando la libreta (al mismo tiempo, resguardando raciones mínimas para la población en riesgo).
En temas de emigración (eliminando muchos trámites, trabas y papeles, permitiendo a la gente salir y regresar y viceversa). Con la posibilidad para que los cubanos puedan hospedarse en hoteles y con la gradual eliminación de la doble moneda y un mayor acceso a internet.
Me pregunto si la historia absolverá a Fidel Castro. Creo que sí, a pesar de sus muchos errores…
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