Actualizado: 23/04/2024 20:43
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El derrumbe

Con la detención del matrimonio Myers, se vino abajo, definitivamente, el puntal de la defensa de los cinco espías.

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El manido argumento de que los agentes de la inteligencia castrista velan en Estados Unidos tan sólo a "grupos terroristas", acaba de refutarse para siempre, por la detención y encausamiento de una pareja de espías que actuaba desligada del exilio y arraigada en Departamento de Estado. Los casos de Ana Belén Montes (Pentágono) y Alberto Coll (Marina de Guerra) indican que a la tercera va la vencida.

"El compañero Fidel" sólo atinó a acentuar las arrugas de su estilo con etiquetas de "ridícula respuesta [a la derrota (?) en la OEA]", "extraña información" e "historieta del espionaje cubano", como si nadie pudiera percatarse de que se está haciendo el sueco: "Si todo esto fuera cierto, no dejaré de admirar su conducta desinteresada y valiente hacia Cuba".

Walter Kendall Myers, ex funcionario del Buró de Inteligencia e Investigación (INR, por sus siglas en inglés) y su esposa, Gwendolyn Steingraber Myers, fueron arrestados el jueves por la tarde y presentados el viernes al juez federal del Distrito de Columbia, bajo cargos de espiar para Castro por casi 30 años.

Ese mismo jueves por la noche, el canal 22 (MegaTV) de la televisión de Miami trasmitió un programa sobre otra pareja de espías pro-Castro en EE UU, el psicólogo Carlos Álvarez (Universidad Internacional de la Florida) y su esposa, Elsa Prieto, tras haberse desclasificado la confesión del primero al Buró Federal de Investigaciones (FBI). Uno de los panelistas, el ex oficial de la inteligencia cubana José Cohen, afirmó que si el FBI quería entrarle con la manga al codo al espionaje castrista, debía empezar por confeccionar la lista de funcionarios públicos que han viajado a Cuba.

Viaje a la semilla

Kendall Myers fue a la Isla en diciembre de 1978, por invitación de un funcionario de la Misión de Castro en Naciones Unidas (Nueva York). El viaje propició su rápida transición de "persona en estudio" a "persona de confianza". A los seis meses de visitar a Cuba, Myers fue visitado a su vez en Dakota del Sur por aquel funcionario. Tanto él como luego su esposa transitaron igual de rápido a la condición de agentes del gobierno cubano.

La inteligencia castrista ordenó a Myers buscar empleo en el Departamento de Estado o la CIA. Antes de mudarse a Dakota del Sur, Myers había trabajado como instructor en el Instituto de Servicio Exterior (FSI, por sus siglas en inglés) del Departamento de Estado. No fue difícil retornar a este empleo en Arlington, Virginia. Allí combinó, entre 1988 y 1999, sus labores habituales con trabajos eventuales en el INS, donde acabó por emplearse a tiempo completo. Desde julio de 2001 hasta su jubilación (octubre de 2007) fue analista principal para Europa, con acceso diario a información clasificada. En 1985, recibió autorización de acceso a Top Secret (que incluye información relevante para la seguridad nacional) y en 1999, para información sensitiva y compartimentada (Top Secret SCI).

Gwendolyn Myers se mudó a Washington en 1980 y se casó con Myers en mayo de 1982. Trabajó en un banco local y nunca recibió autorización del gobierno para tener acceso a información clasificada. Sólo que se apegó tanto a su marido, que terminaron por espiar juntos, como el profesor Carlos Álvarez y su esposa Elsa Prieto.

El recurso del método

El 15 de abril pasado, un agente encubierto del FBI trabó contacto con Myers en Washington, como si actuara por encargo de la inteligencia castrista. Tras recibir felicitaciones por su cumpleaños y hasta un habano, Myers convino en ir al día siguiente a un hotel cercano y lo hizo acompañado de su esposa. Ambos acordaron reunirse de nuevo con el enviado de Castro y dar información sobre funcionarios estadounidenses asignados a Latinoamérica.

De paso rememoraron los viejos tiempos con la inteligencia castrista. "Hemos sido muy cautelosos y cuidadosos con nuestros movimientos, siempre en alerta frente a cualquier vigilancia", acotó Myers, quien al igual que Álvarez se comunicaba con otros agentes de Castro mediante mensajes cifrados por radio de onda corta. El aparato que Myers y su esposa usaban a tal efecto fue ocupado en su apartamento.

La pareja prometió dar información sobre la Cumbre de las Américas (Trinidad-Tobago, abril 17-19 de 2009) y utilizar códigos, señales y programas de cifrado para transmitir mensajes por correo electrónico. No pudo faltar el envío de un saludo especial, con abrazos y todo, a ciertos oficiales de la inteligencia castrista.

Myers y su esposa se identificaban con simples códigos numéricos: 123 y 202, respectivamente. Además de contactar a agentes y oficiales de la inteligencia de Castro en Nueva York y otras localidades dentro de EE UU, lo hicieron también en viajes a México, Trinidad-Tobago, Argentina, Brasil, Ecuador y Jamaica.

Ambos mostraron preferencia por intercambiar mensajes mano-a-mano. Gwendolyn Myers precisó que lo más fácil (y de seguro emocionante) era tomar cada cual el carrito de compras del otro agente en un supermercado. Su esposo puntualizó que había sacado información del Departamento de Estado, incluso clasificada como secreta o altamente secreta, memorizándola o tomando notas antes que llevando documentos a casa, porque "siempre fui muy cuidadoso". Y trajo a colación que habían recibido "muchas medallas" y hasta pasado una tarde junto a Castro en 1995.

El FBI tiene registradas las transmisiones de alta frecuencia de la inteligencia de Castro a sus agentes en EE UU, e identificó mensajes dirigidos a la pareja Myers. Así mismo están registrados sus viajes para contactos en el exterior y las invitaciones, para viajar a México, que los Myers recibieron este año y el pasado, por correos electrónicos de un presunto oficial de la inteligencia castrista.

El disco duro de la computadora de Myers en el INS acredita que, entre agosto 22 de 2006 y octubre 31 de 2007, este agente de Castro tuvo acceso a más de 200 informes de inteligencia sobre Cuba, en su mayoría clasificados Secret o Top Secret. Myers rindió, además, numerosos informes falsos para encubrir sus actividades clandestinas.

La justicia estadounidense tiene una forma singular de virarle la tortilla a este tipo de agentones. Las penas máximas de 10 años de cárcel por servir clandestinamente como agente a un gobierno extranjero y 5 años por conspiración para espiar no parecen muy severas, pero pudieran agravarse como consecuencia de los daños y perjuicios que resulten de la evaluación ordenada por la secretaria de Estado, Hillary Clinton.

Asimismo, los Myers encaran otros 20 años por fraude. La fiscalía entiende que, al espiar para Castro, los Myers defraudaron a sus empleadores, en tanto cobraron indebidamente sus salarios mientras hacían otro trabajo, sin haberse registrado como agentes de gobierno extranjero y guardándose las espaldas con declaraciones falsas.

Coda

Una ristra de funcionarios estadounidenses imprimieron vuelo mediático a esta nueva operación de contraespionaje anticastrista: David Kris, fiscal asistente para Seguridad Nacional; Channing D. Phillips, fiscal federal interino del Distrito de Columbia; Joseph Persichini, director asistente de la Oficina del FBI en Washington; Eric J. Boswell, subsecretario de Estado para Seguridad Diplomática… No estaría mal que, además, siguieran la recomendación de José Cohen.


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