Actualizado: 18/04/2024 23:36
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El descontento fértil

Tres decenios negros para la revista 'Criterios': un nuevo rehén de la política del Ministerio de Cultura.

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En Encuentro lo sabemos perfectamente. Aducir que en la cultura "quien paga, manda" es un argumento muy peligroso en boca de las autoridades cubanas, en un país donde el único patrón de la cultura es el gobierno, de lo que se deduciría que sólo acepta una recua de "asalariados dóciles al pensamiento oficial (…) 'becarios' que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas", en palabras del Che. Acusación indiscriminada que la actuación del propio Desiderio se encargaría de desmentir.

¿Cómo entonces emplear un sistema métrico para calibrar las acciones del otro, y romper la regla cuando se trata de calibrar las propias? Ese es el tipo de lógica interesada a la que el fundador de Criterios se resiste, no sólo ahora, cuando defiende su derecho a financiar su acción cultural, sino incluso cuando, en su día, se diseñó la política de acusar a Encuentro no por sus contenidos, sino por sus fuentes de financiación, y él se opuso, no porque esté —como comunista ferviente— de acuerdo con nuestro proyecto, sino por pura lógica.

¿Por qué "algunos compañeros" "proyectan [hacia] otros países el carácter monolítico (…) de nuestra organización política"? Es en esta pregunta donde resbala, como el patinador sobre hielo frágil, la lógica de Desiderio. No se trata de que ignoren la diversidad de los gobiernos e instituciones en democracia, sino que, de nuevo, repiten la consigna, cumplen sin rechistar la "función político-cultural" que alguien les ha encomendado. Abel Prieto o Fernández Retamar —quien recibe en Casa de las Américas donaciones norteamericanas— conocen tan bien o mejor que Desiderio las instituciones occidentales por cuyos vericuetos se mueven con soltura de taxistas. Es un insulto a sus inteligencias (y a las nuestras) pensar que extrapolan el modelo monárquico cubano.

Un exceso de buena fe

Desiderio exclama que "si alguna institución cultural estatal europea (…) abre un boquete en el bloqueo, nuestra tarea (…) no es convertirnos en los diligentes albañiles del autobloqueo, sino (…) demostrarle al mundo que (…) no tomamos a la cultura como rehén en los conflictos políticos". Y uno no sabe si es ingenuidad selectiva o sabichosería cubana de decir en tono de proclama lo que conocen perfectamente quienes dictan la consigna. Obviamente, desconocer que los albañiles del autobloqueo han dictado durante casi medio siglo las políticas hacia todo lo que existe del Malecón hacia fuera es, en el mejor de los casos, un exceso de buena fe.

Y es también una curiosidad ideológica que Desiderio continúe declarándose un comunista convencido, al tiempo que un defensor de la multiplicidad del pensamiento, conociendo que, en la práctica, todos los modelos de comunismo han aplastado sistemáticamente cualquier forma de pensamiento alternativo —especialmente los de los comunistas, más fáciles de exterminar que de rebatir—, esterilizando cuidadosamente las historias de las ideas y masacrando las bibliotecas. Más curioso aún en Cuba, donde la ideología es apenas una herramienta multiusos al servicio de la política inmediata, de modo que la memoria ideológica puede ser trucada, editada, borrada y reescrita con las facilidades de un buen procesador de texto. Hasta los dioses ingresan, de acuerdo con la temporada, en las UMAP o en el Partido, sin necesidad de declararse ateos, materialistas y dialécticos.