Actualizado: 23/04/2024 20:43
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El mercado de la memoria (II)

Entre Madrid y Bogotá: Terrorismo, víctimas y negociaciones para el fin de la violencia.

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El palo y la zanahoria

El presidente colombiano Álvaro Uribe ha presentado un razonable plan de desmovilización de paramilitares e incentivos para intentar terminar con un conflicto armado que dura ya medio siglo. Por otra parte, la mesa reunida en La Habana acordó abrir el diálogo entre gobierno y ELN, y el propio Uribe ha lanzado guiños a los miembros de las FARC. Bogotá parece decidida a continuar combinando la firmeza militar contra el terrorismo con la política de la zanahoria.

Tras duros debates sociales, los tribunales colombianos recortaron la Ley de Justicia y Paz para "asegurar el respeto a las víctimas". Ahora, a pesar de que continúa la polémica, es una legislación acorde con la Carta Magna, que puede convertirse en un valioso instrumento para el futuro. De forma general, la modificación dictaminada por la Corte Constitucional establece que quienes se acojan a la ley deberán cumplir a cabalidad sus resoluciones: confesión total de los delitos, la reparación y la verdad, y no volver a delinquir; así como el derecho de las víctimas a intervenir y estar informadas de todo el proceso legal.

Para la organización internacional Human Rights Watch, "la Ley de Justicia y Paz era una burla a principios básicos de los derechos humanos y de rendición de cuentas (…) pero la decisión de la Corte significa que ahora los paramilitares que desean recibir los beneficios deberán rendir una confesión veraz y completa de sus crímenes y hacer una reparación real a las víctimas".

Está claro que la ley, de por sí, no garantiza la limpieza del proceso, ni mucho menos el éxito del mismo, sobre todo cuando se conoce que cientos de efectivos han dejado la lucha armada para radicarse en el crimen organizado y otros tantos narcotraficantes se han alistado a los paramilitares para acogerse a los beneficios de la ley. Por lo pronto, Colombia no se ha quedado de brazos cruzados ante la mayor tragedia de su historia contemporánea.

Hoy este país es ligeramente más seguro que el año pasado, aunque las cifras de la violencia siguen siendo escalofriantes. En 2002, a la llegada de Uribe al poder se registraban aproximadamente 35.000 homicidios y 3.000 secuestros por año, como afirma el actual embajador de ese país en Portugal, Plinio Apuleyo Mendoza.

La combinación entre mano dura contra el terrorismo y el ofrecimiento de negociación evidentemente comienza a tener algunos resultados, aunque todavía muy insuficientes, en un país en el que la muerte es noticia diaria. Según los datos facilitados por Apuleyo Mendoza, los asaltos a poblaciones han disminuido en un 80 por ciento; el secuestro, un 45 por ciento; los asesinatos, un 22 por ciento, y 400 alcaldes que habían sido desterrados por amenazas de la guerrilla, han vuelto a ocupar sus cargos.

¿Puede alguien negarle legitimidad a Uribe para intentar acabar, dentro de los límites constitucionales, con la lacra que asola su país?

Ante los espejos

El asunto de la reconciliación y la reparación histórica no es simplemente anecdótico, sino un ejercicio de responsabilidad para el futuro de Cuba. Sobre cuál podría ser el alcance de la justicia en la era post-Castro es vano sostener un debate, so pena de incidir negativamente en la consecución de una transición inmediata.

Se equivocan quienes organizan listas de personajes 'menores' vinculados a las políticas represivas del régimen. Lo único que conseguirán es ralentizar el proceso de cambio. Nadie que se sienta amenazado por el futuro dará un solo paso para transformar el status quo de la Isla. La delimitación de responsabilidades no es un acontecimiento que corresponda a este tiempo.

La coherencia, como ejercicio para hoy y mañana, nunca viene mal. No se puede apoyar a Uribe y criticar a Rodríguez Zapatero desde las respectivas trincheras ideológicas, o viceversa. Hace falta más sustancia para el debate. El colombiano y el español han cometido errores y también aciertos. Vale la pena juzgarlos por sus actuaciones puntuales, con el matiz de las coyunturas históricas de por medio.

Que este entrenamiento sirva a los cubanos para extraer conclusiones sobre cómo enfrentar los próximos años, donde habrá mucho que condenar pero también que ceder —como en toda negociación—; salvo que se pretenda ignorar toda la experiencia en transiciones, reparaciones y reconciliaciones de la historia de la humanidad.


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