Actualizado: 17/04/2024 23:20
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La cómoda sucesión

Raúl Castro evitará que el diluvio le moje, pero los que vienen detrás no tendrán donde esconderse, ni a donde huir.

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En julio del pasado año, Fidel Castro se hizo noticia cuando, con el pesar de unos y la alegría de otros, anunció el traspaso temporal de sus funciones a sus colaboradores por razones de salud. Aunque la Constitución establece un mecanismo claro de sucesión, el gobernante se portó como un abuelo generoso que reparte sus pertenencias a sus nietos. En este caso, el poder estatal, dejando la mayor parte a su hermano Raúl.

No obstante que en los últimos tiempos el anciano caudillo ha dado fehacientes muestras de recuperación física, evidentemente ya nada es igual y él lo sabe. Nadie a los 80 años puede aspirar a la temporalidad de las cosas que aquí discutimos. Luego, nadie educado en la cultura jesuita, entrenado en los avatares de la política leninista y con un largo pedigree como caudillo latinoamericano, delega el poder si tiene alguna otra opción.

En consecuencia, es posible que regrese, pero ya nada será como antes y Cuba se mueve aceleradamente a la era post-Fidel. En torno a ella, sin embargo, hay una contienda política verbal que refleja dos posicionamientos extremos clásicos.

En primer lugar, el gobierno norteamericano ha declarado que prefiere una transición hacia la democracia, con lo que quiere decir que aboga por un proceso de apertura económica neoliberal, un régimen político aquiescente (preferiblemente engalanado con elecciones multipartidistas) y un espacio decisivo para su propia actuación como actor político interno.

En segundo lugar, La Habana afirma que quiere una continuidad socialista, con lo que insinúa la continuación del régimen político autoritario y represivo, el control burocrático sobre la economía, los programas sociales y de la oposición a la hegemonía norteamericana.

Vivo, semivivo o muerto

Todo hace pensar que —no importa ahora el estado vivo, semivivo o muerto de Fidel Castro— la continuidad es un hecho, y más que un relevo sustancial o una transición hacia algún lugar diferente, asistimos a una cómoda sucesión continuista en el corto plazo, y ello por varias razones que enumero:

1- Cuba goza de un escenario político continental más favorable que nunca antes en su historia revolucionaria, con una mayoría de gobiernos inclinados hacia la izquierda.

2- Una parte de ellos (Venezuela, Bolivia, Ecuador) han establecido una alianza cuasi formal radical que aboga verbalmente por un llamado socialismo del siglo XXI, que nadie sabe cómo es, pero viene sustentado por los cuantiosos recursos petroleros de Venezuela.

3- Cuba ha logrado mejorar sustancialmente sus relaciones económicas internacionales. En particular, esto es evidente con Venezuela, un país que está subsidiando abrumadoramente la economía cubana. Pero también con China, que ha ampliado su comercio con la Isla, le ha extendido créditos y ha iniciado inversiones mayores en la minería del níquel y el petróleo.

4- La economía nacional está creciendo, aunque sea a un ritmo inferior a los falaces informes del gobierno, y existen serias perspectivas de hallazgo de petróleo abundante y de alta calidad en el Golfo de México, donde en la actualidad perforan compañías de ocho países. Esto ha motivado además una mejoría de la posición de la Isla como sujeto de crédito.

5- Si esta tendencia continuara, Cuba estaría en condiciones inmejorables para conseguir el levantamiento del embargo norteamericano sin condiciones. Y mientras tanto, tiene que lidiar con el mejor gobierno que la geopolítica cubana pueda desear: una camarilla ultraderechista, con un lenguaje tan soez como torpe, en decadencia y atascado por otros conflictos internacionales. En otras palabras, un perro que ladra mucho y duro, pero que difícilmente pueda morder.


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