Actualizado: 30/04/2024 23:28
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La cómoda sucesión

Raúl Castro evitará que el diluvio le moje, pero los que vienen detrás no tendrán donde esconderse, ni a donde huir.

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6- Las tendencias anteriores implican una mejoría del consumo popular y una contención del desgajamiento del apoyo político, tal y como había estado sucediendo durante todo el período crítico.

7- Dadas las políticas de represión y anatematización de toda forma de oposición o pensamiento crítico (sean de derecha o izquierda), no existe una sociedad organizada con la que haya que negociar nada. No existen interlocutores con suficiente presencia fuera de la propia élite.

8- La élite política tiene razones fundamentales para mantenerse unida y hacerlo en torno a la institución más sólida y prestigiosa del país: las fuerzas armadas.

La pérdida de un escenario favorable

Nada de esto es intrascendente, si tenemos en cuenta que ello paraliza cualquier pretensión revanchista desde los recovecos derechistas de la migración y de los sectores más agresivos del sistema norteamericano.

Pero se trata de una situación lamentable, de la pérdida de un escenario favorable para producir un paso adelante en función del desarrollo económico, el bienestar social y la democracia en beneficio de las mayorías. Incluso, para fortalecer posiciones remanentes de una aspiración socialista que la clase política enarbola como su razón de ser y que en la práctica sacrificó en el altar burocrático de los subsidios soviéticos.

Pero obsérvese que hablo aquí de plazos cortos, pues en el largo plazo todo puede ser mucho más costoso y complicado.

Digamos, por ejemplo, que los subsidios venezolanos están desarticulando los mecanismos de reinserción cubana en la economía mundial (sobre todo del turismo) y no van a beneficiar en nada a los decrépitos indicadores de eficiencia y productividad de la economía nacional. Todo lo cual podría producir una nueva hecatombe crítica (como la de los años noventa), cuando, inevitablemente, estos subsidios desaparezcan.

Y que en cualquier circunstancia la sociedad continúa su proceso de movilidad y complejización (resultados inequívocos de la obra revolucionaria), lo que determina niveles mayores de exigencia ante el propio sistema político.

Cuestión de plazos

Hasta el momento, el gobierno ha logrado manejar esta situación exportando una parte sustancial del descontento mediante migraciones masivas (1980, 1994) o selectivas, y reprimiendo al resto. Pero no podrá hacerlo siempre, sobre todo cuando desaparezca el argumento nacionalista atizado por la verborrea agresiva norteamericana.

En tal contexto, esa gran ventaja que significa no tener con quien negociar, ahora puede convertirse en un bumerán en la misma medida en que enfrentaría esa clase política a un vacío social y político.

Pero la clase política cubana y sus principales líderes nunca han jugado al largo plazo. Es cierto que en sus discursos han proclamado la construcción de un mundo nuevo y la fundación de milenios de victorias. Pero esto ha sido pura retórica. En la práctica sólo han jugado al corto plazo y a aprovechar oportunidades coyunturales, sea cobijados por las transferencias soviéticas o por los excedentes petroleros "bolivarianos".

Como para cualquier otro autócrata, para Fidel Castro el plazo siempre ha sido su propia existencia, después de la cual vendría el diluvio —incluso como otro dato de lo imprescindible de su existencia.

Imagino que para Raúl Castro, pragmático, poco carismático y con un sentido menor de la inmortalidad, el problema es evitar que las aguas del diluvio le mojen las pertenencias. Pero no olvidemos que el jocoso general es sólo cinco años menor que su locuaz hermano. No es difícil que lo consiga, aunque los que vienen detrás tendrán que afrontar el dilema de no tener donde esconderse, ni a donde huir.


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