Financiamiento, Izquierda, Oposición
La izquierda maltrecha
El académico Samuel Farber confunde ayuda de gobiernos, organizaciones y organismos internacionales con “Plattismo”
En su artículo “El plattismo continúa en la relación de EEUU con Cuba”[1] el profesor Farber nos muestra todos los prejuicios que tradicionalmente ha tenido la izquierda sobre la defensa de “la autodeterminación de los pueblos” y sobre “la soberanía nacional”. El profesor separa la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos de la democracia interna de los países. Este es un “principio” incuestionable aunque nadie sepa quién lo “santificó” y no se hayan medido las consecuencias para esa corriente de pensamiento desde el punto de vista ético y político. A mi modo de ver, ha sido devastador para la izquierda que se ha convertido en cómplice de las peores formas del “socialismo” realmente existente.
Sea un sultanato, una monarquía o un régimen totalitario como el cubano, el profesor Farber defiende esos sistemas frente a una intromisión en sus asuntos internos. Este “principio” de espaldas a las realidades de los pueblos sometidos, hace que esta izquierda atenúe su crítica a los gobiernos o mantenga un silencio vergonzoso[2] y lapide a los que se oponen porque gestionan formas de ayuda internacional (todas las posibles). Esta izquierda nos dice: “tienes que hacerlo solo, en las peores condiciones de sobrevivencia y ser autosustentable” en una postura de martirologio muy coherente con un discurso religioso, pero absolutamente incongruente con un discurso político de emancipación. Dicho en otros términos, la izquierda exige a los más vulnerables y débiles de la ecuación frente a un gobierno con todos los instrumentos de la violencia física, simbólica e institucional, mantenerse “puros de no contagio” en un mundo cada vez más interconectado y en una colosal asimetría de poder. Es un nacionalismo reaccionario y contradictorio con el internacionalismo que dice profesar esta izquierda.
Remitirse solo a la izquierda internacional para mantener la resistencia de un pueblo contra su propio gobierno, es muy contradictorio y un rotundo fracaso para el caso cubano precisamente por “las orejeras ideológicas” de esta izquierda que privilegia la “la lucha contra el imperialismo occidental” vira la cara, no quiere hablar del asunto y cancela las solidaridades cuando los atropellos se realizan en sociedades “no capitalistas” como la cubana. También cuando el imperio es Chino o Ruso, porque estos imperios son “buenos” o menos malos que los colonialismos históricos occidentales. El doble rasero con los distintos imperialismos y colonialismos es notorio. Apoyarse en esa izquierda es “contar con un aliado” que sistemáticamente nos da la espalda.
Esta separación entre la política exterior e interior de los Estados —y el considerar la política interna como una caja negra imposible de descifrar[3]— es un legado de esa izquierda sesentera que privilegia la confrontación internacional y apoyaron y apoyan —con su silencio vergonzoso, o manteniendo ese mismo “principio” cuidadoso de los gobiernos pero no de sus ciudadanos— los millones de muertos asesinados a nombre del “socialismo”: los gulag rusos y sus purgas, el silencio sobre los campos de trabajo forzados en Corea, las masacres de los Khmer Rojos, las hambrunas en la China de Mao Tse Tung y su “revolución cultural” entre otros ejemplos de “socialismo”. Las “orejeras ideológicas” de esta izquierda cancela la posibilidad de la defensa de sus derechos por los pueblos sometidos a favor de gobiernos que son impresentables desde el punto de vista de los derechos humanos universales más elementales.
El profesor Farber critica a todos los opositores porque o tienen relaciones con la embajada norteamericana, o porque son de derecha, o porque la izquierda no enarbola como “principio” el levantamiento del embargo sino por razones de costo-beneficio para la población, o porque los opositores socialdemócratas critican el plattismo del Gobierno cubano. Farber no ve el plattismo de la política interna del Gobierno cubano, que ha supeditado las posibilidades de la democracia y de los derechos humanos civiles y políticos, pero también los económicos, jurídicos y culturales a la confrontación con EEUU en los últimos 58 años. Creo que esta confusión se debe a dos razones fundamentales:
- El privilegio del discurso ideológico de la izquierda internacional sobre la ausencia de análisis de las políticas internas. Farber señala solo dos críticas al Gobierno cubano: criminalizar la disidencia y tener un régimen de partido único. De esos señalamientos a la realidad de un régimen totalitario y los mecanismos de sometimiento económicos, sociales, culturales, políticos, ideológicos y jurídicos, hay que recorrer un gran camino que puede ser el profesor no quiere recorrer, también influenciado por la nefasta ideología de la no intromisión en los asuntos internos. En su desconocimiento, plantea que el 75 % de la población cubana depende del empleo estatal, pero desconoce que no se otorgan licencias de cuentapropistas a los opositores: no se les permite trabajar ni en el Estado ni en el cuentapropismo. Pero según su exigencia los opositores tienen que ser autosustentables.
- Es más lamentable aún que esa “no intromisión en los asuntos internos” sea eliminada cuando se trata de criticar y tachar de plattista a la mayoría de los opositores.
En la práctica —la defensa de “la autodeterminación de los pueblos” separándola de los niveles y desarrollo de la democracia interna y del respeto a los derechos humanos—, se le otorga a los gobiernos un derecho que no tienen frente a un ciudadano popular al que se le conculcan sus derechos. Saltar este análisis es traicionar los mejores ideales de la izquierda.
No se entiende en un académico de izquierda que se permita “el ninguneo ideológico” al etiquetarlos de plattistas, a los más reprimidos y vulnerables de todo el espectro político nacional, haga un análisis atenuado del contexto cubano que parece desconocer, y exija una sumisión política a una izquierda internacional que nos ha dado y nos sigue dando la espalda como lo “políticamente correcto”. No es entendible en el académico Samuel Farber, un brillante historiador de la Revolución cubana[4].
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