La oportunidad del Consejo
¿Se ocupará seriamente la ONU de los derechos humanos en la Isla?
El próximo 9 de mayo, la Asamblea General de Naciones Unidas elegirá su nuevo Consejo de Derechos Humanos. Ocho de los 47 puestos representan la cuota de Latinoamérica y el Caribe; nueve países, incluida Cuba, han anunciado sus candidaturas, y otros seguramente presentarán pronto las suyas.
Cuba, China y otros países miembros de la ONU, con un récord deplorable en el respeto a los derechos humanos, podrían muy bien tener éxito en su intento. Aunque parezca mal, esa es la política real de la ONU, a pesar de que el Consejo de Derechos Humanos ha sido designado para vigilar que se cumplan más estrictamente los objetivos de la organización, en relación con la Comisión de Derechos Humanos, ya abandonada en un rincón.
Los gobiernos democráticos del mundo están al tanto de que el régimen cubano viola incorregiblemente los derechos humanos, pero no debe olvidarse que sus más atroces violaciones sucedieron en la década de los años sesenta, precisamente en el momento en que la revolución era vista como algo grandioso por la mayoría de los cubanos de la Isla y por la opinión pública internacional.
La masiva violación de los derechos y la libertad individual de los ciudadanos ha sido una constante a lo largo de todo el proceso revolucionario. Durante los años sesenta, los arrestos preventivos —que el gobierno todavía sigue practicando hoy contra sus pacíficos opositores— fueron, sin embargo, de un orden diferente.
En la víspera del 17 de abril de 1961, la invasión que ya estaba en camino de realizarse aceleró el arresto de 20.000 personas. Los juicios políticos —en aquel entonces, tal como sucede hoy, verdaderas parodias de lo que un proceso justo debe ser de acuerdo con el estándar internacional— sentenciaron a varios miles de ciudadanos a cumplir largas condenas en prisión.
La tortura y los malos tratos estuvieron a la orden del día. Aunque la mayoría de los prisioneros fueron liberados a finales de los años setenta, algunos permanecieron encarcelados durante muchos años más. Mario Chanes y Eusebio Peñalver, por ejemplo, cumplieron sentencias aún más largas que la de Nelson Mandela, a quien justamente se honra en todas partes por su moral gigante al soportar sus años de encarcelamiento.
A pesar del récord de sus sentencias, los dos están lejos de ser incluidos en las listas de nombres consagrados en las agendas de los activistas por los derechos humanos.
Prohibido disentir
Los pelotones de fusilamiento y las ejecuciones extrajudiciales fueron hechos muy comunes en la década de los sesenta. Miles de hombres perdieron su vida, inmediatamente después de acelerados simulacros de juicios en los que no tuvieron derecho a apelar.
Entre 1960 y 1966, una verdadera guerra civil fue librada en Cuba. Cuando todas las posibilidades para disentir pacíficamente se agotaron, cerca de 8 mil ciudadanos tomaron las armas contra el gobierno revolucionario.
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