¿Maquiavelo o Church?
El exilio y la disidencia ante la ética del fin y los medios.
Que los fines no justifican los medios es una máxima muy clara y simple. Sobre los abundantes complots de asesinato de la CIA en la década de los años sesenta, que incluyeron ocho intentos fallidos contra Fidel Castro, el ya desaparecido senador demócrata de Ohio, Frank Church, sentenció:
"Nosotros consideramos los complots de asesinato como medios aberrantes. Los Estados Unidos no deben bajo ningún concepto adoptar las tácticas del enemigo. Los medios que usemos tienen tanta importancia como el fin que perseguimos. Las crisis nos hacen que caigamos en la tentación de ignorar la sabia moderación que hace posible que los hombres sean libres; cada vez que usamos medios equivocados, nuestra fuerza interior, que es la fuerza que verdaderamente nos hace libres, es seriamente perjudicada". Entonces, y también ahora, son unas profundas y punzantes palabras.
Las represalias contra la población civil
Los cubanos de ambos bandos políticos han justificado muy a menudo sus acciones con las razones que han considerado como válidas para lograr sus fines. Recientemente, comenté algunas de las atrocidades que el régimen cubano perpetró contra la oposición en los años sesenta. El inmutable gobierno de La Habana todavía insiste en que sus fines deben ser defendidos al precio que sea necesario.
En contraste, la oposición —dentro de la Isla y en el exilio— ha evolucionado en su política para alcanzar los fines. El respeto por los derechos humanos —una ética centrada en los medios justos a utilizar— es la plataforma por la que se rigen actualmente la mayoría de los miembros de la oposición.
En las convenciones de Ginebra se estableció que la población civil no podía constituir de ninguna manera un objetivo militar durante la guerra o los conflictos armados. La relocalización forzada de miles de familias de campesinos de las montañas del Escambray, perpetrada por el régimen, fue claramente una violación de los derechos de estos ciudadanos.
Por otro lado, lo mismo hicieron las fuerzas de la oposición armada al atacar a la población e instalaciones civiles. Los ataques de los exiliados a las poblaciones costeras cubanas fueron una réplica de aquellas otras del régimen, con las bajas civiles que provocaron. Tampoco se salva el gobierno de Estados Unidos, que al amparar la Operación Mangosta —una enorme red de acciones encubiertas entre 1961 y 1962—, tampoco dejó fuera de sus planes de ataques ofensivos las instalaciones civiles.
La ONU ha emitido 12 códigos de conducta multilateral donde clasifican como actos de terrorismo acciones tales como ataques a aviones o barcos civiles y asaltos a diplomáticos o misiones diplomáticas.
Un significativo punto de giro
En 1976 un grupo de exiliados llevó a cabo un sabotaje a un vuelo de Cubana de Aviación, lo que acabó con la vida de 73 personas. En distintas ocasiones los exiliados atacaron de manera similar buques pesqueros y de la marina mercante cubanos que se encontraban en mar abierto. Algunas embajadas fueron también su blanco, incluida la misión de la Isla ante Naciones Unidas, en Nueva York. Y varios diplomáticos fueron asesinados o secuestrados en Portugal, Argentina, México y Estados Unidos.
Durante los años setenta y ochenta, algunos grupos de exiliados reaccionaron violentamente contra aquellas personas que promovían un acercamiento con La Habana o que intentaban que el gobierno de Estados Unidos hiciera cambios en su política hacia Cuba. Les colocaron bombas a varios negocios y casas, y algunos de los exiliados que estaban a favor de esos cambios fueron asesinados en Miami, Nueva Jersey y Puerto Rico.
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