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La respuesta de Fidel Castro

Una tradición genuinamente castrista: Los 'sanos cambios' de hoy son una de las purgas cíclicas estalinistas que ha habido en la Isla.

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En cambio, Castro daría el golpe de Estado (como Batista, de madrugada) a Urrutia de manera teatral. Mandó a imprimir en primera plana "Renuncia Fidel" (julio 17, 1959) y en un aparte con Buch, Armando Hart (Educación) y Faustino Pérez (Recuperación de Bienes Malversados) escogió al ministro Osvaldo Dorticós (Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias) como recambio presidencial. Por la noche habló ante las cámaras contra Urrutia y en eso llegó su hermano Raúl con la noticia: "se va de Cuba y no hará declaraciones". Raúl anunciaría (julio 26, 1959) la vuelta de Fidel al cargo, y estrenaría (octubre 16, 1959) el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR).

Tras el affaire de Hubert Matos (octubre 21, 1959), los "sanos cambios en el Consejo de Ministros" de entonces prosiguieron con sordina. Manuel Ray (Obras Públicas) y Faustino Pérez dieron paso a Osmani Cienfuegos y al capitán de corbeta Rolando Díaz, quien a su vez tomaría la cartera de Rufo López (marzo 18, 1960). El médico guerrillero José Ramón Machado Ventura entraría por Ruiz de Zárate (mayo 21, 1960) y el jefe miliciano Raúl Curbelo, por Oltuski (junio 29, 1960).

La Cuba de los Castro

Este breve repaso previene contra todo tipo de aseveraciones. Así ha sido siempre la Cuba de los hermanos Castro, y sus poderes descansan precisamente sobre el control de todos los funcionarios del Partido y el gobierno, así como del resto de los cubanos. Los "órganos de control" meten las narices hasta en los rincones más íntimos y así se explica, como apuntaron los obispos cubanos en El amor todo lo espera (septiembre 8, 1993), "ese miedo que no se sabe bien a qué cosa es, pero se siente".

Antes, la Contrainteligencia Militar (CIM) se limitaba a vigilar a los cuadros del MINFAR, mientras los informes sobre las figuras del gobierno llegaban a Fidel Castro por vía del jefe de turno en el Ministerio del Interior (MININT). El mayor Orestes Lorenzo señala que la Causa 2 de 1989 propició que la CIM tomara por asalto al MININT y desde entonces el aparato de control quedó subordinado a Raúl Castro y a Abelardo Colomé Ibarra, que es Raúl Castro de nuevo.

Así quedó tronchado el acceso directo de Fidel Castro a muchas informaciones valiosas para los menesteres del poder dictatorial. Todo pasa primero por las manos de Raúl y Fidel no pudo menos que colgarles el sambenito de ambiciosos e indignos a Lage y Pérez Roque por la información que proveyó Raúl.

Ningún "cubanólogo" vio venir estos "cambios sanos" de ahora ni el ascenso antes de Machado Ventura (Machadito) como tercer hombre del castrismo. Y es lógico que así sea, porque Cuba está sujeta al imperio de la voluntad personal de (los) Castro y, al menos desde Aristóteles, le ronca el mango hacer ciencia social sobre la singularidad.

Nadie se llame a engaño: la única línea de sucesión de Castro data de enero 21 de 1959: "Hay que estar prevenidos contra todo; le voy a proponer a la dirección del Movimiento 26 de Julio que designe al compañero Raúl Castro segundo jefe". Tras consumar el truco de volverse a la multitud en busca de aprobación, profirió: "Pues ya lo saben mis enemigos: ¡me pueden agredir cuando quieran, que no hay problemas! Y, además, si agredieran también a Raúl, ¡detrás de él vendrá otro y detrás otro, y detrás otro!".

Castro amañaría su nueva Constitución (1976) para que, por detrás del primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, no haya orden jerárquico ni línea de sucesión prefijados. Al llegar el momento de precisar quién sería el "otro", Castro reflexionó: "Espero no tener que avergonzarme" (febrero 29, 2008) y se refociló con su decisión: "Se escuchan ahora aullidos de lobos atrapados por la cola. Qué rabia les provoca en especial la elección, como Primer Vicepresidente, de Machadito…".

En el clímax de la dictadura

La salida de Pérez Roque no es colofón del desplazamiento de los más jóvenes por los más viejos, porque el nuevo canciller, Bruno Rodríguez Parrilla, no pertenece a ella. Tampoco el ministro de Transporte, Jorge Luis Sierra, único vicepresidente del Consejo de Ministros sin trayectoria militar, ni el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, por sólo mencionar tres ejemplos de que, siendo suya la "revolución cubana", Castro hace con ella lo que le da la gana. Lo mismo promueve o se deshace de quienes para saborear "la miel del poder no conocieron sacrificio alguno", que hasta fusila a quienes se sacrificaron de algún modo, pero terminaron pasándose de raya.

Tampoco el poder ha pasado a las estructuras partidistas. Siempre ha estado allí. El Partido único es la única institución que permite al castrismo derramarse por toda la sociedad y a los hermanos Castro, que desde la política hasta la cultura artística sean la continuación de su guerra por otros medios.

Lo que único que falta es reconfigurar el foco secundario de poder (Buró Político) y para ello se convocó al congreso del Partido. Desde luego que seguirá funcionando el mecanismo dictatorial que remplaza la nación cubana por el partido; al partido, por su comité central; al comité central, por el buró político; y al buró político, por el primer secretario. Este no podría ser otro que Raúl Castro, pero así y todo su hermano mayor continuará en el clímax de la dictadura: ejercerla sin ningún atributo oficial de mando, hasta que decida morirse.

Según el doctor Sergio López, "el grupo político de Fidel Castro contrató un seguro de vida, pero la póliza depende de la presencia física [del propio Castro]". En su discurso de investidura (febrero 24, 2008), Raúl Castro convenció de que consultar los casos de "especial trascendencia [al] compañero Fidel", simple diputado ausente del parlamento, era proseguir el mismo camino que se abrió cuando, estando ambos internados en el Colegio La Salle (Santiago de Cuba), Fidel aseveró a sus padres: "Denme la responsabilidad; yo me ocupo de él" (Biografía a dos voces, página 84).

El mecanismo de castigo contra los disidentes de cualquier ralea echó a andar desde que Fidel Castro emprendió su guerra con "gente muy sana, que personalmente recluté y organicé" (Biografía a dos voces, página 106), entre ellos el desocupado sin profesión ni oficio Ramiro Valdés, a quien Castro debió tener en mente cuando refería que "un lumpen bien preparado puede ser bueno" (página 125).

Así las cosas, no debe sorprendernos que reos y verdugos, como anota el doctor López, sean a menudo haz y envés de la misma patología psicosocial: "que morir por la patria es vivir", aunque esa patria sea la revolución de Castro.


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