Actualizado: 18/04/2024 23:36
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La transición española y el caso cubano (II)

Franco encontró una coartada ideológica en el fascismo para fundar su dictadura personal; Castro la hallaría en el comunismo.

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En la década de los cincuenta, los falangistas empiezan a perder fuerza en España, mientras los grupos católicos, en ese contexto más progresistas, adquieren más poder. Finalmente, en 1959 los tecnócratas vinculados al Opus Dei asumen la dirección económica del gobierno y se abren al mercado y a las inversiones extranjeras, abandonando el viejo proyecto autárquico-nacionalista.

España quiere integrarse a Europa, donde ya funciona un Mercado Común. Obviamente, para lograr ese objetivo es necesario no sólo "abrir" la economía, sino conceder algunas libertades. En 1966, el entonces joven ministro Manuel Fraga Iribarne propone una ley, aceptada acto seguido, que elimina la censura previa en los medios de comunicación. Es un paso en la dirección correcta.

En diciembre de 1973 sucede un hecho estremecedor: ETA asesina a Carrero Blanco de forma espectacular. El sucesor ideológico y continuador del régimen desaparece súbitamente. Una enorme carga de explosivos, colocada al paso de su coche, lanza el vehículo a la azotea de un edificio cercano y el Almirante y el chofer mueren en el acto.

ETA era una organización separatista vasca surgida a principios de los años sesenta en torno a grupos radicales católicos, pero al calor de la lucha se había desplazado hacia posiciones comunistas. En ese momento, Franco, que tenía ochenta y un años y estaba enfermo, veía cómo uno de sus dos mecanismos sucesorios desaparecía súbitamente. ¿Seguiría "atado y bien atado" el futuro del franquismo?

El hombre elegido para suceder a Carrero Blanco y lograr la supervivencia del franquismo fue un abogado llamado Carlos Arias Navarro, ex fiscal tras la Guerra Civil, que tenía fama de duro, pero que no lo resultó tanto. Aunque oficialmente los españoles se sentían satisfechos con el régimen, y así lo reflejaban abrumadoramente en todas las consultas electorales, era evidente que existía una gran presión interna en dirección a la democracia y el pluralismo.

La preparación del postfranquismo

Había "demócratas" —nombre genérico que se daban todos los enemigos del franquismo, fueran o no realmente demócratas— entre los militares, los obispos, los jueces, los catedráticos, y los viejos partidos políticos que luchaban por salir de una clandestinidad nada opaca para una policía política que a esas alturas prefería seguir de cerca los pasos de sus enemigos que impedirles sus movimientos.

Finalmente, con bastante realismo, Arias Navarro autorizó una "Ley de asociaciones políticas", que fue una forma de canalizar el surgimiento embrionario de partidos distintos al Movimiento.

En 1974 se conocen públicamente los males físicos que aquejan a Franco y la oposición se lanza a organizarse para el postfranquismo. La convicción general de la clase política, especialmente en la oposición, era que, pese a la fortaleza del régimen y la bonanza económica que vivía el país, el franquismo no resistiría la desaparición del Caudillo, por muchas previsiones que hubiera tomado desde el Palacio del Pardo [sede de la Jefatura del Estado].

¿Por qué? En esencia, porque prevalecía la idea de la ilegitimidad moral del sistema y la incongruencia que significaba la supervivencia de un régimen que ya no era fascista, pero que se empeñaba en gobernar a los españoles por medio de la imposición y la fuerza.

Franco, un hombre de cuartel más que de ideología, había vivido convencido de que los "demonios" que impedían la convivencia armónica de los españoles eran la tendencia a la anarquía y la incapacidad para someterse a las reglas —impulsos nefastos estimulados por "los pérfidos masones, los judíos, el oro de Moscú y la idiota tradición liberal"—, de donde deducía que siempre debía existir una enérgica voz de mando que pusiera en "firme" a sus compatriotas, y había tratado de convertir esas creencias en dogmas de su gobierno, pero sin demasiado éxito.


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