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¿Maquiavelo o Church?

El exilio y la disidencia ante la ética del fin y los medios.

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No se debe descartar que algunos de estos actos de violencia, que tuvieron su origen en el seno de la comunidad exiliada, fueran provocados por agentes encubiertos con el objetivo de desacreditar a la oposición.

La elección de Ronald Reagan sirvió para que se diera un significativo punto de giro en la política de los actos terroristas del exilio cubano. La administración anterior de Carter dio pasos concretos para una normalización de las relaciones con La Habana, lo que enfureció a los exiliados —entre ellos el desaparecido Jorge Mas Canosa— a favor de una línea más dura.

En 1981, él y otras personas de su misma ideología crearon la Fundación Nacional Cubano-Americana con el fin de reforzar el embargo de Estados Unidos hacia Cuba. El logro que coronó sus esfuerzos fue el establecimiento de Radio Martí. Los éxitos que fue cosechando la administración Reagan demostraron la eficacia de su nueva estrategia: la violencia practicada por el exilio se extinguió lentamente.

La comunidad del exilio se consideraba a sí misma como el factor impulsor principal para que ocurriera un cambio en Cuba y miraba con desconfianza a la oposición interna. A mediados de los setenta, la mayoría de los disidentes de la Isla abrazaron la resistencia no violenta e hicieron luego un llamado a favor de un diálogo con el régimen. Muchos exiliados se sintieron insultados por esta actitud.

En los últimos 15 años, sin embargo, una gran mayoría ha reconocido, poco a poco, la importancia que desempeña la oposición interna en la primera línea de esta lucha. La sustanciosa red de contactos —políticos, familiares, religiosos, profesionales, y las nuevas oleadas de emigrantes— le ha brindado a los exiliados una comprensión de primera mano y mucho más real de la vida en la Isla. Los cubanos regados por todo el mundo están en primera fila a favor de un compromiso constructivo con los de la Isla.

Tomar las armas contra una dictadura, como sucedió en Cuba a fines de los años cincuenta contra Batista y nuevamente a principios de los sesenta contra Castro, es una acción justificada. Lo que no debe ser consentido, ni pasado por alto, es la violación de las normas internacionales que llaman a utilizar los medios justos, aun cuando la violencia sea el único recurso. Y los cubanos de ambos lados las han violado en múltiples ocasiones.

Apelar a la fuerza interior

La búsqueda de la soberanía y la justicia, o de la democracia y la libertad, no puede reivindicar de ningún modo el pisotear esos mismos fines. Como tampoco los debe pisotear el intento de frustrar los designios de Moscú o Washington sobre la Isla. De cualquiera de las dos maneras, debemos ser conscientes de que la comunidad internacional ejerce una presión mayor sobre los gobiernos cuando los derechos humanos son violados en sus países.

Apelemos entonces a hacer uso de nuestra fuerza interior —la única que nos hace libre sin importar el lugar donde vivamos—, y hagamos el compromiso de decir y cumplir un ¡nunca más! Hacer uso de los medios injustos perjudica los más acariciados fines.


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