Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Nuevos inquisidores

¿Cómo se puede pedir respeto hacia los gays y al mismo tiempo condenar los 'comportamientos homosexuales'?

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Desde su fundación misma, y a fuerza de invocar un supuesto poder celestial para ganar el terrenal, la Iglesia Católica ha esgrimido como estandarte el dogma y el oscurantismo. Incluso, ha sido la institución ligada al crimen que más ha perdurado en el tiempo y en el espacio (recuérdese su participación en las Cruzadas, en la Santa Inquisición, en la Evangelización de América y su complicidad con regímenes como el nazi).

Aunque ha intentado enmendarse, la curia católica no deja de emprender otras cruzadas modernas, esta vez discursivas, vista la pérdida real de aquel poder supranacional que en peores tiempos ostentó el Vaticano, y que le permitía participar en guerras y organizar fogatas purificadoras.

Recientemente, en Cuba, a raíz de la primera celebración oficial del Día Mundial contra la Homofobia y de la aprobación de una ley que permitiría las operaciones de cambio de sexo, la publicación católica Palabra Nueva puso el grito en el cielo ante la normalización del "homosexualismo" en la Isla.

En la revista aparece el artículo "¿Llegamos o nos pasamos?", firmado por Orlando Márquez, y se reproduce un escrito firmado en 2003 por Joseph Ratzinger, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el título "Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales". Las palabras del actual Papa están introducidas por el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega.

La 'moderación' de la Iglesia

En una primera lectura, pareciera que la Iglesia Católica ha tomado posturas más moderadas frente a la homosexualidad. Y en parte es así, sabiéndose que en otra época estaba el fuego resolutorio de la hoguera.

-"Respeto a la persona homosexual sí, promoción de la homosexualidad no", dice Orlando Márquez. "Quizás ya hemos tocado fondo con la aprobación de las operaciones de cambio de sexo y de identidad", agrega.

-"Muy bien que se hagan esfuerzos por humanizar la vida social en este aspecto como en otros muchos. Pero la campaña fue más allá de combatir el rechazo o el maltrato a las personas homosexuales, para entrar en tópicos acerca del homosexualismo que, con pretensiones científicas a veces, o recurriendo al llevado y traído tema de los 'derechos humanos', han levantado debates y suscitado posturas antagónicas en los Estados del Primer Mundo, que pudieran ser ubicados bajo el influjo de una vieja ideología liberal sustentadora del 'todo vale', que exalta la libertad individual hasta cotas inaceptables", escribe el cardenal Ortega.

-"La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales", sentencia la Congregación para la Doctrina de la Fe en el documento firmado por Ratzinger.

Lo que resulta difícil de entender de estas palabras es cómo se puede pedir respeto hacia las personas que se sienten atraídas por las de su mismo sexo y, al mismo tiempo, condenar lo que ellos llaman "comportamientos homosexuales", que más que comportamientos, son una forma de ser.

Ascos compartidos

Sobre la programación en televisión del filme Brokeback Mountain, el 16 de mayo, una feligresa escribió a Palabra Nueva para mostrar su repugnancia: "Ante tal barbaridad y falta de respeto a los televidentes, dentro de los cuales, en este país, debían haberla visto jóvenes varones, adolescentes y otros incluso que ni siquiera han visto o participado en un acto sexual; sentí asco y apagué el televisor".

Es lícito que Hilda Mejías sienta asco y hasta quiera expresarlo. Sólo que sus expresiones lindan con lo políticamente incorrecto y, por desgracia, alientan la discriminación. Pero, por suerte, se sabe que hasta tiempos recientes ese mismo asco lo experimentaban obispos y cardenales, cuando —armados con tijeras— arrancaban de las películas escenas "de deseo". Del llamado "deseo heterosexual", por cierto.

La carga moral de la feligresa asqueada y del articulista que la cita parece ser idéntica. Y así sucede con el cardenal Ortega y con el papa Ratzinger. Pero lo más grave son algunos calificativos vertidos en la revista: la normalización de la homosexualidad y la adopción de leyes en tal sentido constituyen mensajes que "hacen peligrar la inocencia de los más pequeños" (Márquez), y "la inclinación homosexual es 'objetivamente desordenada' y las prácticas homosexuales 'son pecados gravemente contrarios a la castidad'" (Ratzinger).

Según ambos, se trata de un atentado contra la familia, contra un tipo de familia que es, al parecer, la única que ellos reconocen, la tradicional.

En el fondo del asunto, que "toda ley es conforme con la ley moral natural" (Ratzinger). Es la vieja fórmula de la Iglesia para calificar de antinaturales las relaciones homosexuales. Un término no muy adecuado hoy día, porque si algo parece bastante antinatural, y hasta desordenado, es el celibato, que el Vaticano ordena practicar a monjas y curas, sin que se logren evitar escándalos de pederastia en medio mundo.

Como decía un escritor español ante los ataques homófobos del purpurado ibérico, "que carguen todos los silicios del mundo, que se autoflagelen, pero que nos dejen en paz".


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