Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Ojo, Pinter

El Premio Nobel de Literatura 2005 nada quiere saber del estado de sitio impuesto en Cuba... desde dentro.

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La Academia Sueca le negó el Nobel a Jorge Luis Borges por las alabanzas con que éste obsequió a Augusto Pinochet cuando el general tiranizaba a los chilenos. Fue un veto moral que la Academia mantuvo aun después de que Borges se arrepintiera de aquella estúpida loa.

Como creo que a los escritores, a los artistas y a los científicos hay que evaluarlos también como ciudadanos —esto es, no sólo por sus resultados profesionales, sino, además, por su conducta cívica, sobre todo en lo directamente relacionado con los derechos fundamentales del hombre—, apruebo la decisión de la Academia de vetar a Borges, aunque entiendo que estuvo justificada sólo hasta que el escritor admitió su yerro. La grandeza intelectual no exime de responsabilidades sociales, sino todo lo contrario.

Pero si la Academia Sueca hubiese actuado siempre, al otorgar el Nobel, como actuó respecto a Borges, no habría premiado a Neruda, que era un rapsoda de Stalin, ni a Gabriel García Márquez, ni a Wole Soyinka, ni a Rigoberta Menchú, ni a José Saramago, ni a Harold Pinter. Los cinco últimos son activos defensores de la dictadura cubana —Saramago, además, relapso.

Los hechos indican que esa Academia no juzga de la misma manera a quienes apoyan a dictadores de derecha que a quienes apoyan a los llamados de izquierda. Y de ello se infiere que en la docta institución prevalece la indocta creencia de que existen dictadores positivos y que Fidel Castro es uno de ellos.

Un demediado humanista

El último Nobel, el británico Pinter, ha criado fama de ser un cruzado de los derechos humanos y el pacifismo. Para mí es como un Ivanhoe hemipléjico: fulmina a Clinton, a Bush y a Blair acusándolos de asesinos —al primero por su intervención en los Balcanes y a los otros dos por la guerra de Irak—, pero su furia no alcanza ni a Milosevic, ni a Sadam Husein, ni al terrorismo; deslegitima al Tribunal Internacional de La Haya, que enjuicia a Milosevic por dirigir el democidio racista en Bosnia y Kosovo, y le tiende los brazos al ex dictador serbio, a quien considera "víctima de una conspiración".

Si Pinter, que perteneció al Comité internacional para defender a Slobodan Milosevic, considera que "el carnicero de los Balcanes" es una víctima, ¿qué serán para él los cientos de miles de ciudadanos bosnios y kosovares asesinados por los matarifes de su defendido? ¿Sombras, mentiras, nada?

Veo a Pinter dentro de esa patética legión de náufragos de la utopía comunista que sobreviven cultivando un odio cerril a Estados Unidos y un compadreo repulsivo con liberticidas como Castro. Colaborador de la Cuba Solidarity Campaign, secta dedicada a convencer al mundo de que en Cuba hay democracia y de que si no hay más es por los norteamericanos, Pinter ha dicho: "Siempre he considerado que, en Cuba, el duro tratamiento que reciben las voces disidentes se debe al estado de sitio impuesto desde fuera".

Como se ve, reconoce que en la Isla se reprime con dureza la libertad de expresión. Pero, ¿qué esperábamos?, no culpa a Castro: la culpa es del "estado de sitio impuesto desde fuera". Del estado de sitio impuesto desde dentro, no quiere saber nada el demediado humanista Harold Pinter.