Oposición en el castrismo tardío
Como sistema que se adapta para sobrevivir, el castrismo tardío se afinca en la apariencia de legitimidad que dan los números electorales, expresa el autor de este artículo
La gula mediática del anticastrismo llegó la pasada semana al anuncio de que el barco camaronero Santrina, asociado indefectiblemente al tambor mayor de la propaganda castrista, Luis Posada Carriles, se vendió para destinar el importe “a la ayuda de aquellos que en nuestra patria están valientemente enfrentándose a la dictadura”.
Así la bandería anticastrista sirve por enésima vez, en bandeja de plata, otro pretexto para que la bandería castrista pregone el vínculo entre la mafia terrorista y la disidencia, oposición o resistencia, según las respectivas álgebras verbales.
Antes sobrevino otro acto de prestidigitación opositora: el cisma interno de las Damas de Blanco parió a Ciudadanas por la Democracia, tal y como la debacle de la Agenda para la Transición Cubana dio a luz a UNPACU. Así quedó servida por enésima vez, en bandeja de plata, otra paradoja opositora: quienes se arrogan la sublime tarea de enderezar a Cuba hacia la democracia, algo imposible sin unir a la mayoría del pueblo contra la dictadura, no pueden unirse entre sí.
La situación
Tras emerger victorioso en la guerra civil y la guerra sucia, el castrismo se desparramó de arriba abajo por toda la pirámide social cubana y cristalizó como sistema que, simplemente, se adapta para sobrevivir al pasar del tiempo. Así mismo ha cristalizado ese fenómeno histórico que se denomina oposición pacífica o cívica.
Entre la alternativa ineludible de revuelta popular o fuerza electoral, las “iniciativas” de proponer leyes, convocar plebiscitos o referendos, cambiar la constitución y otros sonsonetes —desde cartas abiertas hasta llamados urgentes— constituyen la tercera vía inventada para no hacer política, sino bulla y fanfarria, con la doble ilusión o engaño de traer la última en algún panfleto y atraer la debida atención de los demás, incluso de la elite gobernante.
Vamos a suponer que la iniciativa de “consenso constitucional” de Manuel Cuesta Morúa genere la constitución mejor redactada del mundo. Vamos a suponer también que los promotores, en lugar de recoger firmas como les da la gana, consigan el respaldo de más de diez mil electores de la manera que exige sin remedio la ley complementaria de la constitución.
Así y todo, el consenso constitucional no podrá siquiera asomarse a su fin declarado de allanar el camino hacia una asamblea constituyente. Sin un solo diputado a favor en la Asamblea Nacional —que es la asamblea constituyente realmente existente, a la vez que parlamento— la “iniciativa” no pasará jamás el filtro de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos. Si por divina providencia llegara a discutirse en sesión plenaria, sería rechaza por abrumadora mayoría.
Por esta desconexión de medio a fin, el consenso constitucional y todas las “iniciativas” de igual corte son políticamente fútiles, aunque resulten mediáticamente apetitosas, como la campaña por el plebiscito de una sola pregunta que anunció Rosa María Payá, sin sacar lección de que su padre y el Movimiento Cristiano Liberación tuvieron que irse con su música (Proyecto Varela) a otra parte (Madrid) por falta de arrastre popular en la Isla de Cuba pintoresca.
Guía para perplejos
La suerte de toda oposición pacífica o cívica se decide en la Asamblea Nacional, pero el camino viable, en vez de farsante, es largo y engorroso. Empieza por las votaciones a mano alzada en las circunscripciones electorales y todo parece indicar que el alarde opositor de tener la inmensa mayoría del pueblo a su favor no alcanza para que ese pueblo nomine y elija opositores tan siquiera como delegados a las asambleas municipales.
Desde luego que proponer a viva voz y alzar la mano por un opositor en las asambleas de circunscripción electoral entrañaría represalias, pero… ¿acaso los firmantes de las “iniciativas” no dan sus nombres y números de identidad para entregarlos a la Asamblea Nacional? De aquí pasan con entera facilidad al MININT y se desglosan hasta el jefe de sector de la PNR.
Desengañémonos: como sistema que se adapta para sobrevivir, el castrismo tardío se afinca en la apariencia de legitimidad que dan los números electorales. Y si la oposición no puede tomar por asalto a la Asamblea Nacional con votos, no queda más remedio que deslegitimar al castrismo con números en contra cada vez que haya elección parcial o general.
El abstencionismo es número equívoco. Dejar de acudir a las urnas puede obedecer a diversas causas y, además, la apatía electoral es siempre constructiva para la estabilidad del orden político. Los números inequívocamente anticastristas son las boletas anuladas o en blanco.
La candidatura única y la regla de elección por mayoría de “votos válidos”, en los cuales no cuentan las boletas en blanco ni anuladas, aseguran que los candidatos del gobierno salgan electos incluso si sólo ellos votaran por sí mismos, pero esta trampa legal tiene doble filo: si votar tan siquiera por un candidato es votar por el castrismo, entonces anular la boleta o dejarla en blanco vale tanto como votar contra el castrismo.
Irónicamente, cada elección en Cuba es un referendo, como pregona el gobierno, porque es carrera de un solo caballo, como pregona la oposición. Así que no hay que desfogarse en “iniciativas” para convocar ningún plebiscito, sino trabajar a diario y en serio para que la gente deje en blanco o anule su boleta en cada elección general o parcial, de por sí plebiscitaria.
Dejar en blanco va también contra el castrismo, pero abre las puertas al fraude: al contarse las boletas, alguien de la mesa electoral puede alterar fácil algunas en blanco con solo marcar a lápiz el círculo del “voto unido”. Mucho más difícil sería embarajar la boleta anulada con expresión o garabato a gusto, sobre todo si los opositores ejercieran los derechos previstos en la Ley Electoral (1992) de presenciar el escrutinio “como ciudadanos que lo deseen” (Artículo 112) y denunciar a quien “altere los resultados de la votación” (Artículo 172.h).
Si hemos de creer a Guillermo Fariñas, UNPACU tiene 5-6 mil seguidores y sería muy difícil que con los demás grupos opositores, si se unieran por providencia divina, pudieran cubrirse los casi 30 mil colegios electorales con un vigilante en cada uno, para que en caso de fraude llamara enseguida a las corresponsalías de prensa extranjera usando el teléfono móvil generosamente provisto y cargado desde el exilio.
No obstante se podrían cubrir al menos los colegios electorales más populosos y esto sería mucho mejor que seguir con el tumbaito de tachar las elecciones de farsa, porque a la postre nadie entra a la casilla de votación con el compañero que lo atiende por el MININT.
Toda justificación socio-psicológica o psico-sociológica de por qué tantos electores votan a favor del castrismo tropieza con que si un pueblo vota mayoritariamente una y otra vez en contra de su convicción, entonces no sirve para nada políticamente. Muchos menos para la democracia.
Tea Party cubiche
Aunque ningún opositor salga electo como delegado a la asamblea municipal, el número de boletas anuladas y en blanco indicaría con muchísima más fuerza la oposición al castrismo tardío que el numerito de firmas recogidas al bulto para tal o cual “iniciativa”. Antes que por las campañas sin salida práctica que vocea la prensa extranjera y los materiales de estudio que difunde Radio Martí o se acomodan en Internet, memorias flash u otros dispositivos, la gente perderá el miedo a proponer en voz alta y votar a mano alzada, e incluso salir a la calle cívica o pacíficamente, pero en masa, si comprueba que tiene la fuerza del número en boletas nulas y en blanco. Pero la oposición viene esquivando la tarea electoral desde 1976.
Sobre la base del repudio electoral al castrismo, la oposición podría empinarse por encima del tumbe y el figurao que ilustra ejemplarmente Eliécer Ávila con su “iniciativa” del partido Somos+. Hace rato que el partido anticastrista está en el electorado, aunque sin líderes que, en vez buscar premios o presencia mediática afuera, capitalicen e impulsen la tendencia electoral opositora dentro —apreciable en las tres últimas elecciones generales— para que algún día el bando anticastrista pueda decir somos más, pero de verdad, no de dientes pa’fuera.
CENSO ELECTORAL: Los electores registrados crecieron en 318 mil
2003 | 2008 | 2013 |
8.313.770 | 8.495.577 | 8.631.836 |
VOTOS VÁLIDOS: Crecieron en sólo 74 mil
2003 | 2008 | 2013 |
7.803.898 | 7.839.358 | 7.877.906 |
BOLETAS EN BLANCO: Crecieron más (121 mil) que los votos válidos
2003 | 2008 | 2013 |
243.390 | 306.791 | 364.576 |
BOLETAS ANULADAS: Crecieron menos (25 mil) que los votos válidos
2003 | 2008 | 2013 |
69.863 | 85.216 | 94.808 |
CONCURRENCIA A LAS URNAS: El declive más drástico: por primera vez, los votantes suman menos del 90 % del electorado
2003 | 2008 | 2013 |
8.117.151 | 8.231.365 | 7.877.906 |
97,64 % | 96,89 % | 89,68 % |
ABSTENCIONES: El crecimiento más espectacular: casi el doble (577 mil) que el propio electorado (318 mil).
2003 | 2008 | 2013 |
196.619 | 264.212 | 753.930 |
CUBAN TEA PARTY
2003 | 2008 | 2013 |
509.872 | 656.219 | 1.213.314 |
La suma de los indicadores de oposición equívoca (no ir a votar), inequívoca blanda (ir a votar para dejar la boleta en blanco) e inequívoca dura (ir a votar para anular la boleta) pasó ya del millón de electores. Las elecciones parciales venideras ayudarán a descifrar si la anomalía estadística del abstencionismo en 2013 trajo su causa de la excusa oficial por lluvia o de la preocupación que expresó Fidel Castro: ¿será que la gente no quiere ir a votar como antes?
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