Actualizado: 18/04/2024 23:36
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CEPAL, Economía

Alicia en el país de las maravillas

Recomendar el fracasado modelo cubano como fórmula para resolver las desigualdades de América Latina y el Caribe constituye un absurdo

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“El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros.”
Fidel Castro[1]

Nadie se inquiete. No pretendemos hacer un artículo sobre la valiosa obra de Lewis Carroll, pero sí resaltar sus puntos de contacto con la reciente visita a La Habana de la Dra. Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). A todas luces, al igual que la protagonista de la obra, la funcionaria de Naciones Unidas y economista mexicana se quedó adormecida en el mundo de las ilusiones durante su estancia caribeña, invirtiendo las reglas lógicas e imaginando lo inexistente.

De forma sorprendente, en una conferencia impartida en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a donde el régimen invita a personalidades muy escogidas, la Dra. Bárcena manifestó que los países latinoamericanos tienen que aprender mucho de Cuba sobre las políticas para reducir las desigualdades, según reseñó Granma, diario oficial del Partido Comunista, el 7 de febrero. Realmente es difícil discernir como llegó a esa conclusión, si las autoridades cubanos no brindan datos a CEPAL ni a otro organismo internacional sobre los niveles de pobreza e indigencia en la población cubana. Mucho menos ha informado el Coeficiente de GINI de Cuba, valioso indicador usado para medir el grado en que la distribución de los ingresos (o del consumo) entre individuos u hogares de un país se desvía con respecto a una distribución en condiciones de perfecta igualdad, teniendo las autoridades cubanas todas las condiciones para brindar ese dato debido a su absoluto control sobre la economía y la sociedad.

Parece que la ilustre visitante no fue informada que el nivel del salario medio y las pensiones medias mensuales equivalen a 18,32 y 10,20 USD, respectivamente, al cierre de 2011. El salario medio mensual real, tomadas en consideración las tasas de inflación de los distintos años, representó en 2011 menos del 30 % del nivel existente en 1989, según cálculos realizados por académicos cubanos residentes en la Isla, cuyas estimaciones coinciden plenamente con los efectuados por Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de la Universidad de Pittsburg, de indudable prestigio internacional y, entre otras cosas, colaborador de CEPAL. Incluso el presidente Raúl Castro reconoció en su discurso del 26 de julio de 2007 que en Cuba “…el salario aún es claramente insuficiente para satisfacer todas las necesidades…”. Mientras, en diciembre de 2010 al analizar la economía, reconoció que nos encontramos “…al borde del precipicio”.

Ciertamente la desigualdad existente en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe resulta inaceptable, y podría concordarse en que se debe en gran medida, como la Dra. Bárcena expresó, a que “el modelo basado solamente en el mercado lleva a una mayor desigualdad”. No obstante, ir al otro extremo para concluir que todo debe ser estatizado como sucede en Cuba, y recomendar el fracasado modelo cubano como fórmula para resolver las desigualdades de América Latina y el Caribe constituye un absurdo. Habría que preguntarse si los latinoamericanos desean que se les aplique un racionamiento que cumple 50 años el próximo 12 de marzo, entre cuyas bondades se encuentra que a los niños al cumplir 7 años se les deja de vender el litro de leche que les corresponde, y vender a los adultos al mes 230 gramos de picadillo mezclado con soya y 230 gramos de aceite comestible. Menos les gustará adquirir solo 11 onzas de pescado sin cabeza o una libra con cabeza y un sobre de 115 gramos de café mezclado con chícharos, también mensualmente. Son apenas unos ejemplos.

Por supuesto podría responderse que los productos son además adquiribles en el mercado libre, lo cual es cierto, pero siempre y cuando se posea moneda convertible para comprar en las tiendas de venta en divisas del Gobierno, moneda que no reciben los trabajadores a través de sus salarios, pagados en el depreciado peso cubano. Así, un kilogramo de leche en polvo cuesta 5,25 USD, equivalente al 29 % del salario medio mensual (SMM), o un litro de aceite comestible a 2,40 USD, el 13 %; 500 gramos de picadillo de res de segunda clase a 2,55 USD, el 14 %; 250 gramos del añorado café puro cubano a 3,45 USD, el 19 %, y muchos otros artículos básicos. Todo eso requiere tener FE (familia en el exterior que envíe remesas), ser un ciudadano obediente que pueda lograr una plaza en el turismo o en alguna firma extranjera, trabajar arduamente en el incipiente cuentapropismo, o vivir en la ilegalidad mediante operaciones en el mercado negro, u otras cosas peores.

Puede imaginarse la respuesta que darían los ciudadanos latinoamericanos y caribeños, si conocieran que en sus países existe un plan para despedir alrededor del 25 % de los trabajadores como sucede en Cuba, donde está en proceso “la reubicación” de 1,3 millón de personas. Quizás la visión idílica de la Dra. Bárcena se haya forjado leyendo las estadísticas oficiales cubanas, donde las tasas de desempleo no han sobrepasado el 2,5 % en los últimos años. Dato tan falso —como otros muchos de las estadísticas oficiales— que cualquier persona común puede rechazar tan solo con andar por las calles y plazas del país para observar gran cantidad de jóvenes deambulando a cualquier hora. Incluso CEPAL, en el libro La Economía Cubana. Reformas Estructurales y Desempeño en los 90 situaba en 6,6 % la tasa de desempleo en 1998, y ubicaba la tasa de desempleo equivalente en 25,1 %. Una situación que no debe haber variado sustancialmente, confirmada con el gigantesco proyecto gubernamental de despidos masivos.

Tampoco los especialistas y estudiantes universitarios latinoamericanos y caribeños desearían seguir la suerte de sus colegas cubanos, que mal retribuidos y sin reconocimiento social, en gran cantidad prefieran servir como maleteros, mozos de limpieza, choferes y camareros en los hoteles para obtener las ansiadas divisas, descalificándose como profesionales y con el sueño de abandonar masivamente el paraíso totalitario, si recibieran el permiso de salida, conocido como “la tarjeta blanca”.

Pudieran alegarse la gratuidad en la salud pública y la educación que tenemos los cubanos. Pero como muy bien explicó la Dra. Bárcena en una entrevista a la TV nacional, los gastos sociales necesitan una sustentación económica. Esa es la razón por la cual en estos momentos los avances logrados en esas esferas en Cuba retroceden, y ante la incapacidad de financiarlos se realizan drásticos cortes en las asignaciones presupuestarias. Debe recordarse que de acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano 2011, por su Ingreso Nacional Bruto per cápita se ubica a Cuba en el lugar 26 en América Latina y el Caribe, con una tendencia a continuar bajando. Por cierto, en el acápite del PIB, el IDH-2011 no brinda información sobre Cuba ¿Será por falta de credibilidad?

Por otra parte, el Gobierno ha informado tasas de inflación ridículas de menos del 2 % en los años recientes, cuando se ha incrementado los precios del combustible, la comida, la electricidad, el transporte en porcentajes que por lo regular han superado los dos dígitos. Solo en 2011, los productos agropecuarios vendidos en los Mercados de Oferta y Demanda y los Mercados Agropecuarios Estatales aumentaron en un 19,8 % (24,1 % los productos agrícolas y los cárnicos 8,7 %) con respecto al año precedente.

En Cuba se ha logrado la igualdad en la miseria y la menesterosidad para la mayoría de la población, con la existencia de un grupo que ha disfrutado durante decenios de “las mieles del poder” con sus privilegios: excelentes oportunidades de trabajo, automóviles, buenas casas, posibilidad de viajar al exterior, vacaciones en lugares especiales, y otros, o sea, convertidos en “ciudadanos más iguales que los demás”. Difícilmente este sea el destino apetecido por nuestros hermanos de América Latina y el Caribe.



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