Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Buscavidas ante la crisis

Las fiestas de los pueblos ya no son lo que eran. Los vendedores ambulantes sufren cada vez más el acoso gubernamental.

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Se acabaron las carrozas y los "paseos". Las comparsas han perdido su colorido. Atrás quedaron los momentos de esplendor que en décadas pasadas impregnaron los carnavales de los pueblos del interior de la Isla y también de la capital.

Aun así, un grupo de hombres y mujeres, a la manera de los gitanos y nómadas, van de pueblo en pueblo vendiendo sus mercancías y ofreciendo servicios que las poderes locales dejaron de ofertar en las fiestas populares, dicen que por falta de recursos y apoyo de las "estructuras superiores".

Un tráiler que sirve de baño —"Orinar, 1.00$"—, un joven con una ristra de collares de semillas y perlas, una mujer sobre una tina de helados caseros, y varias decenas de elaboradores de confituras y fiambres, son los personajes que pululan en las fiestas de pueblos como San Germán, Palma Soriano y Las Tunas.

La Disneylandia criolla

"Nosotros hacemos el mejor helado y sólo nos movemos hasta Ciego de Ávila. En cada carnaval se saca una buena ganancia. Esto es limpio y es lo mismo para grandes y niños. A la gente le gusta y ahí estamos", dice José Carlos, quien lleva dos neveras enganchadas a su Lada y no se pierde ninguna fiesta.

La atracción de los botes voladores, que han traído unos muchachos de Camagüey, se exhibe con el cartel de la emblemática botella verde entramada en una palmera cubana, "Cristal, la preferida de Cuba". Los botes, que alcanzan los noventa grados cuando se columpian, han causado sensación en el pueblo esta vez. "Dos pesos por columpiarse quince minutos, con eso salen mareados, pero vuelven a cada rato", dice uno de los chicos, que muestra un tatuaje de la Virgen de la Caridad en la espalda.

Al comenzar el verano, los vendedores de baratijas, palomitas de maíz, chicharrones de viento y bocadillos de cerdo asado van de carnaval en carnaval por toda la geografía isleña. Ahora tienen que lidiar con nuevos competidores, pues las expectativas crecen cada año y ganarse al cliente es la única seguridad para tener alguna ganancia.

Son holguineros y han alquilado el portal de una casa. Con dos sábanas estampadas han cerrado "su local". Con sólo tres televisores Haier han echado a andar una "sala de videojuegos". "Empezamos a tres pesos la media hora, pero hemos tenido que bajar a dos. Es que hay baja demanda y estamos acompañados de varios colegas, pero así todo, la cosa funciona", comenta El Chen, que ha "pasado" a varios amigos sus juegos de Nintendo para que obtener una mesada al final de cada jornada. "Esto no va tan mal como pensaba", señaló.

"Los del gobierno han aflojado un poco. Ya no es tan difícil hacerse del permiso. A veces teníamos que esperar hasta el día siguiente de comenzar la fiesta. Eso sí, lo que te cae arriba es un hormiguero de inspectores y policías: para cualquier cosa", dice José, que se dedica a la venta de helados. "Ahora se multa con mayor facilidad, pero también es mejor escapar 'ayudando' al inspector. Hay tanto alboroto, que nadie se da cuenta", afirma.

"Parecía que todo se iba a acabar en aquellos años, pero tuvimos que inventar duro para sacar dinero", agrega el muchacho que impulsa los columpios rotulados con el emblema de la cerveza Cristal.

El diezmo en cada lugar

La oficinas de control de precios, la de asuntos tributarios y las dependencias del Poder Popular velan por que cada cuentapropista asentado en las fiestas pague su patente.

Según Valido, un vendedor de pizzas que viene cada año desde Camagüey, "las tarifas oficiales no son tan altas. Pero no calculan que tenemos que llegar hasta aquí con el aumento del precio en la transportación. Ahora es más difícil".

"A eso hay que sumarle que los inspectores integrales 'hacen su agosto', y se han sumado los de higiene y epidemiología, que exigen condiciones que no tenemos. Hay lugares donde no hay ni alcantarillado, ¿qué me van a exigir a mí?", opina este señor.

En medio de las carencias de alimentos y combustible, y las dificultades cotidianas con el transporte público, las autoridades en el oriente del país han asumido el reto de realizar las fiestas populares. "Sería una diversión menos para el cubano. De todos modos la vamos a pasar mal con esta crisis, ¿qué más da?", dice Norma.

La actual crisis mundial es la guinda que faltaba en la terrible situación económica que vive el país. A pesar de esos truenos, el gobierno insiste en presionar a quienes se dedican a abastecer a los vendedores ambulantes.

"Ya ni en las shopping se puede comprar por cantidades los caramelos y otras golosinas, y eso es un gran problema", refiere Carlos, que esta vez tiene entre sus ofertas a la venta galletas dulces y ha tenido que ingeniárselas para encontrar el producto a precio razonable.

Altos precios en los productos, menos calidad en algunas ofertas y una pereza notable de parte del gobierno son las quejas de quienes llevan el carnaval como un modo de entretenimiento.

"Ven a la paleta de helado, ven, a cinco pesos nada más", vocea una negra con espejuelos oscuros. Tras despachar a sus tres clientes en un santiamén, afirma: "Esto nunca fue la gloria, pero cada día el cerco se aprieta más. Yo no sé dónde nos vamos a meter".


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