Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Archipiélago, Marcha, Represión

Contramarcha

La democracia para Cuba es una de esas quimeras que inexorablemente se pasan al territorio de lo real

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Archipiélago, un grupo de la disidencia cubana en la isla creado a finales de julio pasado, que tiene como uno de sus líderes principales al actor y guionista Yunior García y entre sus premisas básicas “Servir como plataforma para impulsar el debate y el diálogo entre cubanos para encontrar consensos”, ha convocado para una manifestación pacífica el próximo 15 de noviembre. La convocatoria original era para el 20 de ese mismo mes, pero el régimen, en respuesta, estableció conmemoraciones militares para esa fecha.

La marcha tiene como divisas: “Libertad para los presos políticos”, “Oposición a la violencia”, “Respeto a los derechos humanos de todos los cubanos” y “Soluciones a los problemas de la sociedad mediante vías democráticas y pacíficas”.

Quimeras, aseguran analistas de aquí y de allá.

Y tendrían razón.

Mas, de cualquier manera es bueno que el mundo las conozca y quienes no estaban enterados se pregunten ¿cómo es posible que en algún sitio del planeta estos temas no sean más que quimeras?

Asimismo, hay tanto y tanto que resulta quimera hasta un día.

Ya el régimen ha desatado —como suele hacerlo— el ataque desproporcionado, el dispararle a un colibrí con una bazuca, el millón contra uno, la bronca de “León pa’ mono y el mono amarrao”.

Así, esa cucaracha trapecista que conduce el Noticiero Nacional de la Televisión cubana anda desgañitándose, gritándole al planeta su tanta fiebre patriótica, su infinito fervor revolucionario, su odio al enemigo imperialista.

Han comenzado el arresto de convocantes y participantes en potencia de la marcha, y en los juicios que llevan a cabo contra quienes se manifestaron pacíficamente el pasado 11 de julio —que abogaban por lo mismo: democracia, derecho a la libre expresión—, los tribunales están solicitando y sancionando con penas de 8, 10, 12 años por “delitos” que en cualquier país decente son el hacer diario de los hombres libres.

Es decir, el régimen una vez más lleva a cabo lo que de manera tan perfecta sabe realizar: implantar el terror.

Desde hace algo más de una semana los fiscales amenazan, exponen, dictan, avisan de largas penas de prisión para quienes han expresado sus intenciones de manifestarse el 15 de noviembre.

La pregunta: ¿Los fiscales pueden solicitar condenas para quienes aún no han cometido delito, para quienes aún no están acusados, encausados?

En las últimas fechas, el régimen ha decidido correr el riesgo de que viajen allende la isla sus crueldades, con tal de asustar a los futuros manifestantes: le han dado una especie de luz verde al estado calamitoso en que se encuentran varios de los prisioneros políticos; por ejemplo, las torturas que sufre el líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), José Daniel Ferrer, quien lleva más de 100 días sumido en una celda adonde no entra la luz ni el aire —tapiado, se podría decir— o María Cristina Garrido, encarcelada a raíz de las manifestaciones del 11 de julio y en la actualidad confinada en una celda de castigo o el padecimiento renal que sufre Lázaro Yuri Valle Roca, luego de 129 días sin recibir visitas, “Lo vi muy afectado psicológicamente y aún sin recibir asistencia médica; no lo veo ‘dentro de sus cabales’ que debe tener una persona normal. Yo le he llevado los medicamentos, lo que no le han dejado entrar es las jeringuillas para inyectar las vitaminas que le llevé…”, ha declarado su esposa.

Al cierre de esta edición, en la isla permanecen encarcelados más de 500 ciudadanos, entre ellos 12 menores de edad.

El gobierno cubano organiza una marcha de “todo el pueblo” para contrarrestar la que llevarán a cabo los “pagados por el imperio”.

Ya se están cursando las “invitaciones” para esta marcha oficialista.

Nadie debe dudar que asistirán no pocos ciudadanos, la mayoría por el temor a perder el empleo —como ya les ocurre a quienes han declarado que se manifestarán el 15 de noviembre— o que llegado el momento les nieguen la asistencia médica o los hijos queden sin derecho a la carrera profesional a la que aspiran.

El miedo de la mayoría de la población es “tangible”. Esta mayoría perderá el miedo luego, cuando ya estén reblandecidas las bases de la represión —un día que habrá de llegar.

Aparte de las autoridades, otro grupo participará en la contramarcha revolucionaria: los cobardes de siempre: unos civiles apasionados y los otros civiles oportunistas que medran de una manera u otra en las arcas del régimen. En ambos casos cobardes digo porque quien agrede a una persona —sea compatriota o no— que se halla en desventaja, que no tiene el respaldo de la oficialidad, que no cuenta con policía a su favor, que ni puede devolver el golpe porque, precisamente, la policía se lo cobrará, es un cobarde.

Son los esbirros de siempre. No hay que importarlos, son made in Cuba como igual los fiscales, los “boinas negras”, los soldados, los policías que vuelven sus armas contra sus compatriotas desarmados.

Y estos, llegado el momento, tirarán a matar y no ocurrirá nada. O no ocurrirá de inmediato. Como ha sucedido en las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, en las cuales solo en las protestas de 2014 y 2019, respectivamente, se han documentado más de 600 manifestantes asesinados. Y ahí continúan el par de dictadores gozando de buena salud y burlándose de lo que fuere.

Por más vueltas que se le dé a la actual Constitución de la República de Cuba —por cierto, un camino lleno de vericuetos y recovecos— en la búsqueda de alguna referencia que permitiera manifestaciones como las del próximo 15 de noviembre, finalmente chocamos contra este muro imbatible: “ARTICULO 62. Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible.”

Es decir, el régimen representa al Estado Socialista, y contra ese, nada.

Pero ya lo sabemos: la democracia para Cuba es una de esas quimeras que inexorablemente se pasan al territorio de lo real.


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