Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cambios

Cuba, una sociedad amaestrada

El limbo legal es un eficaz instrumento para impedir los reclamos políticos de millones de seres sobrevivientes gracias al robo y la corrupción del mercado no tan subterráneo

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El cambio en Cuba progresa desde hace varios años en el despertar de las personas sobre la necesidad de modificar todo lo que afecta su existencia y la de sus familias. Públicamente quejas y críticas brotan de una persona y se convierten en diálogos entre desconocidos, lo que no mucho tiempo atrás era impensable. Quienes participaron entusiastamente en la llamada revolución, reflejan amargura en los envejecidos rostros y arrastran sus cuerpos escuálidos por la escasa alimentación lograda con la mísera pensión que malamente alcanza para sobrevivir. Los padres y madres de niños y adolescentes transpiran la tensión de la lucha cotidiana por el sustento de todos, mientras los jóvenes se evaden del medio asfixiante de sus intereses y aspiraciones, no siempre de forma sana y ética, en espera de encontrar el modo para escapar al extranjero.

¿Cuáles son los motivos para que tantas dificultades e insatisfacciones sean asumidas con resignación y eterna espera? No se trata de que los cubanos no progresen, la tragedia es que avanzan hacia atrás, hacia un país que nunca existió, porque Cuba hasta la década de 1960 crecía gracias a su inquisitiva y laboriosa población. Los problemas económicos y sociales podían haber tenido pronta solución, si el torrente entusiasta se hubiera guiado adecuadamente. ¿Por qué la mayoría de los cubanos continúa regalando sus vidas y las de sus familias, cuando no confían ni creen en quienes dirigen? Posiblemente porque están amaestrados para obedecer después de 53 años, durante los cuales más del 70 % de la población nació y no ha conocido otras experiencias que el permanente dictado de acciones y la vigilancia.

En Cuba casi todas las actividades han sido consideradas ilegales, porque el Estado acapara todos los derechos. La patria se identificó con el poder absoluto. De tal suerte, en las alocuciones políticas y los medios se engrandecen los esfuerzos y recursos destinados por “el país” hasta para los más pueriles asuntos, que el común mortal tiene que agradecer y honrar. En el curso de los últimos seis años, los máximos dirigentes se han referido a las miles de disposiciones, reglamentos, decretos, leyes emitidas, que hasta se contradicen, y la Constitución prohíbe el trabajo privado y la “explotación” de fuerza laboral, pero ha sido permitido el trabajo por cuenta propia y la contratación de empleados. La legislación continúa a la saga. ¿Motivos? Para que las personas “anden derechas”, porque las condenas por matar una vaca, aunque sea la propia, en ocasiones son superiores a asesinar a un ser humano. Además, el limbo legal es un eficaz instrumento para impedir los reclamos políticos de millones de seres sobrevivientes gracias al robo y la corrupción del mercado no tan subterráneo. La “bolsa negra” se ha perseguido según las conveniencias del momento, pero en realidad se estimula como vía para repartir la escasez y garantizar incondicionalidad. El sistema tiene el mérito de haber destruido los profundos valores éticos, y creado antivalores, porque el niño que se cría sabiendo que el padre roba y que no puede decir nada comprometedor, ve el robo como algo normal y se convierte en un simulador, heredero del delito, y candidato a preso común.

En esa atmósfera agobiante, durante los dos últimos decenios los cubanos siempre ingeniosos y ya amantes de los prohibido, elaboraron antenas clandestinas para captar las transmisiones de la televisión, fundamentalmente de Miami, llenar de cables el edificio y luego las cuadras para evadirse en telenovelas, humorismo y musicales, complementados con los bancos de videos para alquilar esos materiales muchas veces de dudosa calidad. Con el avance de la técnica, circulan las memorias flash, los CD y los DVD, muchas veces con productos críticos de fabricación nacional.

Según ha progresado la conciencia nacional sobre la necesidad de cambios, e inclusive el oportunismo para no quedarse atrás en caso de que ocurran, surgió un destape a la cubana, o sea discreto, timorato, con marcha adelante y hacia atrás, hasta ser más osado y abierto. Va desde opiniones críticas muy bien fundamentadas por parte de intelectuales y artistas hasta reggaetones costumbristas, sensatos o superficiales y groseros. Siempre salpicados de los chistes porque “el cubano se ríe hasta de su tragedia”. Está la contraofensiva oficial que no alcanza la chispa espontánea ni los análisis certeros de quienes padecen en carne propia o están sensibilizados por los problemas de los demás, mientras reprime a los disidentes. Son apreciables las posiciones de Pablo Milanés, las recientes canciones de X Alfonso, cierto humorismo y algunas películas.

Sin embargo, todavía la población no sale del caparazón. Las soluciones se ven con corto alcance y muy centrada en los problemas inmediatos. No se acaba de comprender que se está perdiendo la única vida, y el deber consigo, la familia y Cuba de ejercer los derechos ciudadanos. Hasta en las personas más avispadas y arriesgadas continúa el vocabulario de la propaganda, y el ego no permite reconocer que otros también pueden abrir caminos, porque los métodos y las vías de esta etapa bien pueden ser distintos. Indudablemente para todos, la etapa de transición lenta e ignota es muy difícil, siempre obstruccionada por la inexperiencia, los agentes infiltrados y los malintencionados, pero no puede prevaler el criterio de la exclusividad o pretenderse la imposición de una verdad, sin comprender que son conceptos sembrados por el totalitarismo. Los reclamos que deberían ser pacifica, aunque enérgicamente realizados al Gobierno, se vuelcan aún en el seno familiar y la interacción social. La violencia doméstica se ha incrementado, mientras son comunes las reyertas en los ómnibus repletos, luego de largas esperas y colas, los juegos de pelota o simplemente una mala respuesta en cualquier lugar.

Por su parte las autoridades, que reconocen la necesidad de cambios para preservar el poder, denotan el enmohecimiento por envejecer enclaustradas en las alturas, con todas sus necesidades y antojos resueltos, una inmensa y costosa corte de clientes agrupados en el partido único, las organizaciones juveniles, los comités de defensa de la revolución, la Central de Trabajadores de Cuba —que respalda el desempleo— la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños —que no impulsa la ejecución inmediata de las medidas imprescindibles para liberalizar la actividad agraria— y otros, así como la inmensa burocracia de los ministerios y organismos del Estado. Mientras prolongan las subvenciones de Hugo Chávez, ni siquiera han podido emprender reformas similares a las chinas o vietnamitas por más consejos que de ellos hayan recibido, porque no están dispuestas a permitir relevos, y aquellos con ideas nuevas tienen miedo a expresarlas recordando los que siempre ha sucedido a los algo osados.

No obstante, la crisis se complica ante la aceleración del desempleo de los 1,3 millones de trabajadores, el intenso declive de salarios y pensiones reales, el aumento permanente de los precios, la negativa a liberalizar ampliamente el trabajo por cuenta propia y agrícola con condiciones para su éxito en beneficio privado y de la economía de la nación, así como la imposibilidad de facilitar la mejoría de las condiciones de vida de la mayoría del pueblo.

Desde el 24 de abril comenzaron los actos en poblados y ciudades para festejar el Día de los Trabajadores, con las consignas de “apoyo a la revolución, la dirigencia histórica y el partido único”, que culminará con el desfile en La Habana el 1 de mayo. ¡Hasta los trabajadores por cuenta propia asistirán identificados y unidos por primera vez! ¿Cómo no hacerlo, si podría peligrar la licencia para ejércerlo? La gran participación no significará apoyo real. Hasta los animales amaestrados, saltan.


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