Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Crónica

De compras por La Habana

Ten Cents, Flogar, La Época, el bulevar de San Rafael...: reminiscencias de la una vez intensa vida comercial capitalina.

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Recorrer hoy Galiano, tradicional calle comercial de La Habana, es deprimente. La mayoría de los edificios piden ser demolidos, han desaparecido muchas tiendas, y las que no, están muy depauperadas, aunque algunos grandes establecimientos de los años cuarenta y cincuenta aún se pavonean en la solidez de las construcciones de entonces.

En la una vez famosa esquina de Galiano y San Rafael, se miran desdeñosos la tienda Flogar, entonces moderna y elegante y ahora escasamente surtida de productos de muy baja calidad, que son vendidos en "moneda nacional", y el remozado Woolworth, conocido como el Ten Cents por sus precios populares en la época y ahora convertido en una atracción.

Enjambres de personas suben por las escaleras eléctricas de la antigua tienda por departamentos. Unos recuerdan su niñez y otros las anécdotas de sus abuelos, pues las escaleras dejaron de funcionar muchos años antes de que la tienda vendiera artículos de calidad dudosa, y finalmente fuera cerrada. De los establecimientos de la capital, Flogar es el último que ha sido sometido a una reparación capital, como casi todas las realizadas en la Isla: que permanecen abandonadas hasta la ruina por falta de mantenimiento.

La lógica vigilancia para impedir robos o deterioros, es impresionante en esta tienda. Se cuentan por decenas los hombres con aspecto de militares, vestidos con trajes azul marino, y su técnica de comunicación visible, y mujeres con uniformes de empleadas. Por los altavoces, se anuncia frecuentemente que existen cámaras de seguridad, y también en grandes carteles colocados en las paredes. En fin, todos están muy bien advertidos.

Resulta difícil caminar por los pasillos con tanta gente. En realidad, la mayoría se asombra de la gran variedad de artículos que ha visto sólo en periódicos y revistas "de afuera", o ni idea tenía de su existencia. Constituye una visión digna del surrealismo la variedad de aspiradoras, bañeras para masaje, equipos para campismo y aditamentos para autos, para quienes no tienen qué barrer, ni agua suficiente con que bañarse ni cuatro ruedas que rodar. No obstante, es una escena que permite olvidar por unos instantes las carencias cotidianas y los desastres causados por los más recientes huracanes que pasaron por la Isla.

El estupor ante los altos precios volatiliza pronto el entusiasmo —incluso en el extranjero resultarían elevados— y, tras un vistazo, los productos son devueltos a los anaqueles. Todo puede comprarse en CUC, que no es la moneda con que se paga la mayoría de los salarios. La gran sorpresa radica en la procedencia de muchos: "made in USA".

Parece que los sagaces compradores del gobierno han encontrado terceros mercados para esas mercancías que, seguramente, adquirieron dos o tres veces más baratas. En fin, pocos pueden sentir el placer de pagar en caja y llevarse algo flamante para mitigar sus necesidades y mostrar a familiares o amigos. La mayoría sale pensativa.

Sorteando aceras cerradas por vallas, para proteger al transeúnte de los edificios a punto de desplomarse, se llega a la esquina de Galiano y Neptuno. La Época, remodelada hace unos años, y que había perdido sus escaleras eléctricas, ahora las ha recuperado, quizás por el influjo de la restauración del Ten Cents. Igualmente, la gente va y viene, mira, toca y deja. Calidad inferior y precios altísimos, aunque alternan departamentos algo accesibles con boutiques de vértigo y poco surtidas. Quien busque algo específico, probablemente salga con las manos vacías y algo decaído, pero habrá satisfecho la necesidad de entretenerse y la ilusión.

Parece la evasión a la búsqueda matinal imprescindible de comida. Pasados diez días de adquirir los productos racionados, la cuota está casi totalmente consumida, y se buscan ofertas en pesos cubanos. Zozobra y ansiedad se vive a la espera de que llegue algún camión a los pocos mercados agropecuarios que permanecen abiertos, debido fundamentalmente a las restricciones impuestas por el gobierno para comerciar las mercancías luego de los ciclones. Ni pensar en los vendedores ambulantes, que son detenidos, confiscados sus artículos y, con suerte, sólo multados. Desde todo el país llegan noticias de juicios sumarios y condenas a varios años de cárcel.

El Ten Cents fue abastecido y abierto días antes de que irrumpieran en la Isla las fuerzas de la naturaleza. Con la crisis de entonces y los desastres de ahora, posiblemente no hubiera sido posible. En Cuba, si hay, no te toca; y si no está prohibido, no tienes con qué.


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