Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Sociedad

Documentadores ambulantes

Una cámara digital y un puñado de fotos plasticadas: el arsenal de los fotógrafos por cuenta propia.

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Con una gorra negra de los Yankees de Nueva York para cubrirse del polvo y el sudor, un joven fotógrafo recorre decenas de kilómetros diarios para llegar a los barrios más apartados, y hacer los días más alegres y menos olvidadizos a los lugareños de San Germán.

Una cámara digital Canon de 5 megapíxeles y un puñado de fotos plasticadas, son parte del arsenal para convencer a esta gente de que se retrate. Su nombre es Adonis.

Dice que hacer fotos a domicilio no tiene nada de extraño, pero sí es un heroísmo sortear inspectores, lograr que las copias salgan rápido de los estudios de Photoservice y que la gente te pague a tiempo.

Así se presenta este fotógrafo por cuenta propia e independiente. Se hace llamar un luchador de raza.

"Lo importante es conseguir la licencia. Así no tienes que estar toreando tanto a los inspectores o la policía", afirma, mientras hojea un álbum donde guarda muestras de las mejores imágenes para enseñar: muchachas junto a Boni & Kelly, niños entre Superman y Batman, y otras recortadas con un canal de Venecia de fondo.

Adonis cuenta que para obtener la licencia se necesita un aval del presidente del Consejo Popular y también del CDR, y un certificado con cuño del Comité Militar. "Lo mejor sería pertenecer a una zona de defensa o una brigada de producción y defensa, porque si no, ya tú sabes…", agrega.

Los papeles en regla… siempre

En cada pueblo de la Isla había un estudio fotográfico estatal, con sus cortinas, luces y servicio para quinceañeras y bodas, pero llegó el Periodo Especial y se acabaron los materiales para el revelado, el papel fotográfico y hasta las cámaras Smena, Lubitel y Zenit (soviéticas, of course).

Con un panorama así, había que dar paso a la libre empresa, el emprendimiento individual y dejar que la gente guardara su memoria gráfica, aunque fuera en manos del advenedizo y menos experto, ese que pesca en río revuelto. Pero contra toda lógica, siempre está la lógica, dice el axioma.

Ahora, los presidentes de los consejos populares deciden si sus dos o tres barrios necesitan el servicio y entonces otorgan la recomendación. Por otra parte, las direcciones municipales de trabajo y seguridad social aprueban las licencias.

Jorge, un fotógrafo particular, explica que si existe un profesional en la zona, por una cuestión matemática, las autoridades locales muchas veces no quieren aprobar otra licencia operativa. Incluso cuando el fotógrafo de plantilla no trabaje en los barrios periféricos o no preste servicios como los de boda u otros.

Otro fotógrafo que prefiere no dar su nombre, declara que el impuesto mensual de 50 pesos en moneda nacional, que al año ronda los 800 o 1.000, aparentemente parece seguro y fácil de abonar. Pero los laboratorios pueden cerrar por reparación durante un tiempo o no contar con productos para imprimir, y hay meses en que escasea la clientela.

Las empresas de servicios comerciales se encargan de establecer los estudios fotográficos como unidades dependientes en la economía. No están autorizadas para permitir en sus locales a fotógrafos por cuenta propia, ni alquilar trajes o usar mensajeros para llevar a imprimir las imágenes a las capitales de provincia.

Otra de las tragedias que persigue a estos documentadores de la cotidianidad es que después de comprar su cámara digital, la mayoría depende de una segunda persona que posea una computadora para procesar las fotografías y hacer los montajes, con montañas, mares azulosos o ciudades en los que aparecerán sus clientes.

Así, tendrán que compartir sus ganancias con este propietario o socio. Otro tajo del dinero es para el que lleve las fotos al laboratorio y para "colarse" en la larga lista de los que esperan su turno. "Aun así, algo se hace, la gente siempre quiere hacerse una foto", comenta Jorge.

De Betty Boop a la Barbie

Miriam es madre de tres hijas, dos de ellas acaban de cumplir los quince años. Según cuenta, las fotos de ahora no tienen nada que ver con las de hace veinte años.

"Yo me hice fotos en el parque, en una piscina sin agua y otras en una sala que parecía el bar de un hotel, pero mis hijas quieren lo último, se hicieron maquillaje, alquilaron casi toda la ropa. Cuando vi las fotos parecían modelos de revistas, con las mismas posiciones, los colores esos de los contornos, parecían artistas. Eso sí, me costó miles de pesos, porque si unes el maquillaje, los trajes, el álbum y las veinte postales con una ampliación, te percatas que es una fortuna para el que no tiene una buena entrada económica", refiere.

Dice Adonis que ha incluido las postales pequeñas, llamadas "de billetera", porque las cobra a cinco pesos y cualquiera encarga una. También su oferta comprende almanaques, fotos de Brad Pitt, el grupo Maná y los actores de la teleserie norteamericana Prison Break.

Muy pocos se inclinan a hacer una foto más artística y casi ninguno ha incursionado en el arte de los claroscuros, los ángulos difíciles y la fotografía de corte social. Cuando le pregunté a Adonis si no le interesaba hacerse famoso como Mapplethorpe o Chinolope, Jorge respondió: "¿Y quiénes rayos son esos tipos?".


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