Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Protestas, Represión, Manifestaciones

El día que perdimos la inocencia (I)

A diferencia del maleconazo, reducido a un pequeño sector de una, lo sucedido el 11-J superó las posibilidades de ser narrado de manera íntegra por una sola fuente

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La inocencia se representa como una joven, con su cabeza coronada de flores, mientras lava sus manos en una jofaina sobre un pedestal, y un corderito blanco la observa. A diferencia de la ignorancia, la inocencia se toma generalmente como un término positivo, denotando una visión dichosa del mundo. En particular, una donde el desconocimiento proviene de la ausencia de maldad. O sea, mientras mayor es el conocimiento, mayor posibilidad de hacer el mal. Lo dice el proverbio. “Mas sabe el diablo por viejo, que por diablo”. Esta connotación se puede conectar con una falsa etimología popular que explica el término inocente como el que no sabe. De ahí la frase, “dios protege la inocencia”.

En otros casos, inocencia connota algo peyorativo. Es cuando una experiencia indica otro nivel de comportamiento debido a que es el primer factor para determinar el punto de vista de una persona. La inocencia a menudo también se utiliza para implicar ignorancia o carencia de experiencia personal, y por tal puede ser causante de lástima.

Ha pasado un mes de las gloriosas fechas del 11 y el 12 de julio, cuando decenas de miles de cubanos de manera soberana y espontánea salieron a las calles a demostrar, con sus consignas fundamentales, #Notenemosmiedo, #patriayvida y #libertad, su rechazo al gobierno, la falta de libertades, el desabastecimiento de los mercados, la inoperancia del sistema de salud pública y otros. Las manifestaciones pacíficas desarrolladas en más de 40 ciudades y pueblos de todo el país, fueron reprimidas con violencia por las fuerzas represivas y de seguridad, el ejército y los comunistas, agentes de no cambio dentro de la sociedad insular. Ese fue el día que perdimos la inocencia.

La revuelta desenmascaró definitivamente, por si alguien tenía dudas, a Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que ascendió de “puesto de dedo” a dictador. Demostró falta de capacidad política para tomar decisiones acertadas. Mostró terror pánico a lo que le puede suceder, pero sobre todo su falta de estatura, pues al hablar como jefe comunista, obvio su papel como presidente de todos los cubanos. Habló de odio, no reconciliación. Llamó a la guerra civil, aunque días después trate de lavar esa imagen.

El tirano, no estuvo solo en su aquelarre, sus asesores en ese momento Polanco Fuentes y Morales Ojeda, son parte de esa virginidad perdida y por la que tendrán que pagar. Pero ese sería material para otro trabajo.

Los medios de comunicación masiva al servicio de la dictadura, aprendieron que una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad, y que no estamos en la década del 80, cuando lo publicado en el Granma, visto en el NTV y oído en Radio Rebelde, era poco probable de corroborar en cualquier dirección. La forma de manejar la matriz informativa es de ingenuidad tan grande que raya en el autismo. Las decenas de imágenes audiovisuales grabadas los días en los eventos, en diferentes ciudades del país han sido vistas varias veces por millones de cubanos, y eso no lo pueden cambiar los comentaristas de la dictadura. Lo sucedido está contra ellos, y tratar de cambiar la matriz de la experiencia a los que la sufrieron solo aumenta el abismo entre fuente y emisor.

A diferencia del maleconazo, reducido a un pequeño sector de una ciudad en un montaje casi escenográfico, incluyendo la entrada victoriosa del tirano, lo sucedido el 11-J superó las posibilidades de ser narrado de manera íntegra por una sola fuente.

El domingo, a la misma hora aproximadamente de esa tarde, y con cientos de kilómetros de separación de un hecho al otro, el tirano fue recibido con el lanzamiento de pomos de agua vacíos en San Antonio de los Baños. El “Comandante de la Revolución” Ramiro Valdéz, aunque ajeno a la realidad, fue abucheado y recibido a gritos de ¡asesino! en Palma Soriano, lo que obligó a su cuerpo de seguridad a extraerlo de forma precipitada. Mientras, en la ciudad de Holguín, cientos de ciudadanos se concentraron frente a la sede provincial del partido comunista, rugiendo Patria y Vida, y libertad.

Los órganos de seguridad se vieron desbordados, en todos los niveles, todos los lugares, todo el tiempo. Solo sobrevivieron, gracias al pacifico embate ciudadano, por estar estructurados jerárquicamente, la buena voluntad de los manifestantes y el factor tiempo, que usaron de manera indiscriminada con sus funcionarios, obligándolos a estar de guardia hasta mas de 14 horas, sin relevo, ni alimentación.

Se debe destacar la impericia de dos oficiales. Ante todo, en ministro del Interior, general de brigada Álvarez Casas, y el general de brigada Enrich Pons, director de inteligencia y contrainteligencia, este último, que al estar atrapado entre consideraciones ideológicas y las de seguridad nacional, no alertó a sus superiores del drama que vive la población y las posibilidades del estallido social.

En consonancia para el omnipotente aparato de seguridad del estado, es el ridículo de mayor alcance, capacidad operativa, y profundidad de conocimiento y previsión de acciones del supuesto enemigo, que pudo tener la Dirección General de Seguridad del Estado, muy superior como espectáculo a la desarticulación de la Red Avispa, en 1998.

Los jefes de la policía, general Callejas Valcárcel y coronel Sierra Díaz, aunque se ajustaron a los protocolos previstos para estos casos, se vieron sobrepasados por los incidentes, sus hombres se vieron superados por las circunstancias. Los que hasta ese día se mantuvieron al margen de violaciones de derechos humanos, pasaron la gruesa línea que delimita las violaciones y el comportamiento de contención propio de una fuerza pública. Fueron grabados casos de brutalidad policial, marcados por el abuso, la testosterona, pero sobre todo por el miedo al escenario establecido.

Sin embargo, lo peor de la conducta de estos cuatro funcionarios, fue la represión del día después. Esa que convirtió a la isla en zona de conflicto, sobre todo contra los adolescentes que participaron en las marchas pacíficas y en especial en las comunidades del interior del país. El día después, miles de policías se presentaron en casas de adolescentes y jóvenes, sin orden de detención o citación policial, para conducirlos a los cuarteles donde algunos aun yacen.

El poder judicial sufrió un derrame cerebral, cuando perdió cualquier prestigio anterior ante la ciudadanía. La Fiscal General Dra. Peña Ojeda, el ministro de Justicia Dr. Silveira Martínez, y el presidente del Tribunal Supremo, Dr. Remigio Ferro, debieron salir de su confortable clóset y enfrentar de manera masiva la arbitrariedad del órgano de instrucción del Ministerio del Interior. Soportar en silencio, las violaciones de procesos legales y constitucionales de manera masiva por oficiales de la policía, policía política y otros funcionarios de diferentes departamentos del Ministerio del Interior, además de apañar la violencia de partidarios de la dictadura.

No se pasa por alto al ministro del Ejército, general López Miera, quien rompió para siempre el mito de que los conscriptos al servicio militar no participarían en la represión política. Cientos de jóvenes reclutas fueron filmados, armados de garrotes, yendo a reprimir las manifestaciones, y participando en ella con mal disimuladas ropas de civil.

CODA

Como se nota, esta es una historia contada mal y rápido, sobre el impacto que tuvo sobre algunos de los actores de la dictadura. Racionalizaremos en el próximo texto, cual seria el impacto sobre la sociedad civil, y en especial sobre la oposición.


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