Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Protestas, Manifestaciones, Represión

El día que perdimos la inocencia (II)

El 11 de julio los cubanos comprendieron de forma amarga el costo de virar el rostro ante la represión policial

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Cuando se reprime a los opositores prodemocráticos en las ciudades y campos de Cuba, la mayoría de los ciudadanos miran al otro lado. No es verdad absoluta, pero es práctica común.

La inocencia, se representa como una joven con su cabeza coronada de flores, mientras lava sus manos en una jofaina sobre un pedestal, y un corderito blanco la observa. A diferencia de la ignorancia, la inocencia se toma generalmente como un término positivo, denotando una visión dichosa del mundo. En particular, una donde el desconocimiento proviene de la ausencia de maldad.

El 11-J, los cubanos comprendieron de forma amarga el costo de virar el rostro ante la represión policial por motivos sociales. También, que la dictadura comunista, es espléndida en eso de considerar como opositor al pensamiento diferente, o solo singular.

En San Isidro, La Habana, El Condado de Santa Clara, o Barrio de Oro en Manzanillo, los que a lo largo de años se desentienden en los mítines de repudio contra algún vecino tras la opinión: eso no es mi problema…, algo habrá hecho…, no me meto en política… de pronto descubrieron que ellos también podían ser objetos de la represión.

El Poder de la red

La joven y vieja insularidad, oyó hablar en noticiarios amigos y enemigos, sobre el poder de convocatoria de las redes de internet. Durante años, vieron la posibilidad de realizar este acto de acompañamiento colectivo como algo lejano e improbable. Conocen como la policía política manipula las redes de información a su antojo con la complicidad de ETECSA, la imperial telefónica estatal. Sin embargo, pasado el mediodía de ese domingo, las redes se calentaron con múltiples imágenes de ciudadanos marchando a cara descubierta por las calles de San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa.

En honor a la verdad, dos noches antes se subieron a Facebook las imágenes de una multitud marchando por una comunidad urbana. Todo estaba oscuro por no haber servicio eléctrico. Las luces de algunos teléfonos alumbraban él camino, y lo más que se veía, eran las piernas y los zapatos de los marchantes. Ellos voceaban consignas contra la dictadura y a favor de la libertad.

Esa noche, nos sorprendimos de constatar algo de lo que habíamos oído hablar, y pudimos hacerlo.

Patria y Vida vs Patria o Muerte

Al entronizarse la dictadura, ella cambió el pragmático y coherente indicativo republicano, Patria y Libertad, por la dramática, romántica, heroica y espartana, Patria o Muerte. Luego de 61 años, la luctuosa frase sobrevive en el reverso de las monedas, y en los oficiales actos comunistas (no hay actos no oficiales). Cierto que el choteo criollo ya había acuñado el “patria y heridas leves…”, pero esa burla nunca pasó de los reconfortantes chistes de pasillo. Sin embargo, los marchistas del 11-J, cambiaron el heroico, romántico, y decimonónico eslogan de la tiranía, por el posmoderno, narcisista, hedonista, contracultural, libertario y pacifista, Patria y Vida.

Patria y Vida, surgida de una popular canción de finales del año pasado, se convirtió desde su salida en un himno de la oposición y el exilio, en lo que los académicos podrían llamar batalla de lo simbólico, donde todo indica, vence al oficialismo. A tal punto, que decenas de canciones hechas por cantautores oficialistas fueron absorbidas por el pantano del ridículo, y el rechazo de la audiencia. En especial aquella donde coro de camagüeyanos apareció disfrazado de nigerianos. El absurdo fue tal, que el mismo aparato de propaganda de la tiranía dirigido por Polanco Fuentes, las desapareció de manera precipitada de pantallas, radios y actos progubernamentales.

A rostro descubierto.

A diferencia de los manifestantes del Black Lives Matter. Los chilenos que quemaron 175 estaciones del Metro en una noche. O, los colombianos en la última Huelga General. Los marchistas cubanos lo hicieron a cara descubierta, sin armas o escudos para defenderse de garrotes, tonfas, pistolas y hasta escopetas, de parapoliciales, policías, brigadas antidisturbios, policía militar o conscriptos del servicio militar obligatorio.

Lo hicieron así por tres razones. La primera porque piensan que tienen razón y con ello basta para expresar pacíficamente lo que se piensa. Lo segundo, se inspiran en el ejemplo de los opositores que siempre se enfrentan a cara descubierta en los altercados con la policía y los esbirros de “la pesada”. Lo tercero, pensaron que, por manifestarse pacíficamente, o auto filmarse en las manifestaciones, no habría consecuencia.

Miles de jóvenes y no tan jóvenes pagan caro su inocencia. Lo peor del post 11-J, fue la razzia casa por casa de los esbirros de la policía y los delatores, que, sin orden de detención, allanamiento o registro, sin más pruebas que la de un joven inocente filmándose en estado de euforia por participar por primera vez en un acto público y político, no convocado por la tiranía, fueron llevados a los calabozos de las estaciones de policía.

Lo que no comprenden las instituciones de “orden interior”, que tal actitud, ilegal y anticonstitucional, promoverá muchos encapuchados desde ya en cualquier protesta próxima futura.

Entre el no estar y el ser

Hace muchos años se acuñó en la isla, “no quiero vivir en otro país, quiero vivir en un país mejor”. La frase rechaza la opción del exilio, como única forma de obtener la felicidad, impuesta por la tiranía.

La sociedad se sorprendió al reconocer, por razones antropológicas a estudiar más adelante, que la intención de los marchantes del 11-J, no era migrar, sino construir un mejor país para vivir.

A diferencia de las varias revueltas asociadas al Maleconazo (1994), que por cierto no solo fueron en La Habana, las marchas de la ciudadanía están definidas por el rechazo a la dictadura de partido único. A las insoportables condiciones de vida, marcadas por la ausencia de servicios básicos, alimentación, salud pública. A la corrupción generalizada. La crisis financiera provocada por el “ordenamiento financiero”, y la imposición de tiendas que venden en dólares, controladas por el estado. Pero también por la presencia del virus chino, y el colapso del sistema de salud pública, con sus limitaciones de movimiento, cientos de miles de enfermos y miles de muertos, por encima de la media histórica diaria, mensual y anual. Sin hablar del cierre del curso escolar por más de año y medio

Los marchantes del 11-J, en La Habana (en varios municipios a la vez, y a veces convergiendo en un punto como Esquina de Toyo, en 10 de Octubre), San Antonio de los Baños, Palma Soriano, Camagüey, Holguín, Manzanillo, Cárdenas, Matanzas y un largo etcétera que llega hasta municipios perdidos o poco conocidos como Vertientes, al oriente de la isla, dejaron claro que el rechazo a la dictadura es general, y una amplia solidaridad se abrió paso entre todos los que se identifican ahora en las calles con la consigna. “Patria y vida”.

Coda: lo discordante

Hagamos un paréntesis. ¿Qué sucedió el 12 de julio? En mi modesta visión, el sistema de inteligencia de la dictadura, usó nuevamente su maldad, para aprovechar la sinergia anterior y movilizar a sus informantes y al lumpen proletario en la Güinera, para crear desmanes en la población e intervenir como “salvadores”. Típico caso de, crear la crisis para controlarla. De hecho, el único muerto reconocido (lo fue el martes 13), es el de ese día y ese lugar, cuando se puede constatar que entre el domingo 11 y el lunes 12 se mostraron imágenes de muertos, o por lo menos heridos de bala, en Matanzas, Camagüey y Holguín, sin contar los que fueron golpeados hasta caer al piso y quedar inmóviles, por lo menos en el tiempo en que fueron filmados, y hay varios casos.

No es por gusto que Gerardo Hernández, el espía frustrado, el jefe comunista Torres Iribar, y el dictador, han puesto toda su energía en ese lugar, como si fuera de esa manera, aunque solo fuera en los barrios periféricos de la capital. Se sabe no es así. Y lo que se sabe, no se pregunta.

¿Habrá nuevas marchas?

Sí, más pronto de lo que pensamos. Pero es probable que los actores dejando la inocencia atrás, actúen de manera diferente.


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