Actualizado: 22/04/2024 20:20
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El general en su laberinto familiar

Raúl Castro tiene la clara intención de perpetuar su clan, pero no parece interesado en dejar a su hijo al frente de esa especie de sultanato caribeño que ha creado

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No son los Borgia y apenas se ajustan a la comparación con los herederos de Vito Corleone. Ajenos a los excesos —al menos en lo que se conoce de ellos— la comparación con una familia mafiosa vendría determinada por la figura paterna, no por la función de los hijos.

Esto no es más que una definición de momento, pero a estas alturas se necesitaría un posicionamiento mayor para afirmar lo contrario.

Raúl Castro tiene la clara intención de perpetuar su clan, pero no parece interesado en dejar a su hijo al frente de esa especie de sultanato caribeño que ha creado desde su llegada a la presidencia.

No estamos frente a la tradición norcoreana. Hay que recalcar que se trata de una valoración de momento, pero tiempo ha tenido para poner en práctica una sucesión directa acordada, como hizo con él su hermano.

Lo que sí roza su núcleo hogareño es a la típica familia disfuncional pequeño burguesa, aunque aquí tampoco se ajusta a la categorización clásica.

Más bien es una familia más, con su oveja negra, las diferencias comunes y los hijos que no llegan a la altura de los padres.

Es el poder lo que la hace distinta. El poder y el hecho de que, a diferencia de su hermano mayor, no ha ocultado a su familia durante años y no la ha mantenido alejada del gobierno.

Pero como en todo análisis de una familia, hay que comenzar por quien la encabeza.

A diferencia de Fidel Castro —al que solo la enfermedad y largos años de vida pudieron despojarlo del carisma— la fotogenia de Raúl languideció transcurridos pocos años de su juventud.

Al triunfo de la revolución destacó brevemente por su rostro lampiño en medio de tantos “barbudos” y su pelo recogido en una “cola de caballo” ambigua para la época, que produjo más de un comentario ridículo y mal intencionado en un país caracterizado por su machismo.

Pero pronto adquirió esa imagen poco agraciada que lo ha acompañado siempre. Fue su esposa, Vilma Espín, la que por un tiempo reflejó una belleza e inteligencia que también pronto opacó la pertenencia al poder y el desempeñar un rol al que se vio obligada.

Figura espuria que en ocasiones pareció destinada a una función de “primera dama” que nunca fue (ni Celia Sánchez logró ese papel, pero al menos ejerció una influencia real y aparente), más bien se limitó a un rol protocolar y a dirigir una organización pantalla, la Federación de Mujeres Cubana, que en el mejor de los casos no pasó de ser una agencia de empleos.

En otra época, en otro país, quizá Vilma hubiera llegado más lejos. Falleció en el 2007.

Mientras que Fidel Castro fue —y en cierta medida continúa siendo— todo un universo, Raúl se limita a él y su circunstancia. Nunca cupo la posibilidad de opacar a Fidel. Raúl es solo un cargo.

Sobre el entorno familiar de Fidel hay poco que decir, salvo el chisme de ocasión. De sus hijos, al primogénito siempre lo mantuvo en un papel secundario y en ocasiones lo apartó por completo. De los que tuvo con Dalia Soto del Valle, ninguno ha destacado en puesto oficial. Profesiones diversas apartes, dan la impresión de no ser solo ajenos al gobierno sino también al país. Más cercanos en sus características y modo de vida a cualquier “hijo de papá” de la Cuba anterior a 1959, todo hace presagiar que a la desaparición del padre se embarquen hacia el extranjero, a gastar la fortuna paterna que debe estar situada en bancos internacionales. Quizá en este destino ha influido de forma determinante la madre, pero en última instancia fue el propio Fidel quien prefirió que ningún descendiente lo apoyara, auxiliara o pretendiera sustituirlo. Aquí Raúl también es diferente al hermano, pero con matices.

Los hijos de Raúl

De los cuatro hijos del matrimonio Castro-Espín, el quedarse cortos es la frase que mejor los define. Las hembras son Deborah (nombre de guerra de Vilma con una “h” al final que denota herencia burguesa y americanización), Mariela y Nilsa.

Respecto a Deborah (la mayor, de unos 52 años), lo más notable a señalar es su matrimonio —al parecer infeliz— con Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Hay dos hijos de esa unión. El mayor es Raúl Guillermo Rodríguez Castro —conocido por el sobrenombre de “El Cangrejo”—, ayudante y guardaespaldas principal de Raúl Castro, y la menor es Vilma, ingeniera.

Mariela (de 51 años) se desempeña como la cara light de la revolución cubana y en particular a partir de la enfermedad de su tío pasó a desempeñar una función importante en el frente de propaganda del régimen, como defensora de los homosexuales.

Con un expediente de sexóloga e investigadora mayormente fabricado, asiste a conferencias y eventos internacionales para proclamar su independencia familiar y defender la nueva política de tolerancia hacia la orientación sexual, puesta en práctica por el gobierno cubano fundamentalmente después del éxito de dos filmes, Conducta impropia y Nadie escuchaba; los testimonios de la represión contra los homosexuales, que se entendió durante décadas del proceso revolucionario, dados a conocer principalmente tras el éxodo del Mariel y la notoriedad alcanzada por la obra del escritor Reinaldo Arenas.

De Nilsa (39 años, la menor), puede decirse que su pareja, Julio César Garrandez, fue detenido en el 2012 por corrupción. Este sería la “oveja negra” más conocida de la familia.

El hijo del matrimonio Castro Espín es el coronel Alejandro Castro Espín, de 48 años y coronel del Ministerio del Interior. Es el encargado de la labor represiva contra la corrupción, especialmente dentro del mismo gobierno, una de las principales campañas que lleva a cabo el general Raúl Castro desde su llegada al poder.

Dentro de las singularidades de esta familia está el hecho de que el actual gobernante cubano tenga no solo de ayudante, sino de guardaespaldas, a su nieto. El hecho denota una falta de confianza absoluta en su entorno, pero también refleja una situación singular. Por lo general es norma en los servicios de protección personal que sus miembros no establezcan una relación afectiva con quienes cuidan. Cabe la pregunta de qué piensa Raúl Castro en el caso de una situación de peligro. Está claro que sería capaz de sacrificar a su nieto para salvar la vida. Este sería el mejor ejemplo de disfuncionalismo familiar, pero no el único.

Rodríguez López-Callejas ha sido ascendido a general de brigada. Durante un tiempo circularon rumores de que había caído en desgracia no exclusivamente por las desavenencias matrimoniales, sino por el hecho —documentado por conocedores del entorno familiar de Raúl Castro— de que no solo ha engañado con frecuencia a su esposa, sino también ha abusado física y mentalmente de ella. También se ha hablado en repetidas ocasiones de las discrepancias entre el coronel Castro Espín y el ahora general de brigada.

Pero ocurre que al parecer Rodríguez López-Callejas es un buen administrador. A su cargo está no solo el Grupo de Administración Empresarial S. A. (GAESA), la rama de negocios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) sino la supervisión de las obras de ampliación del mega-puerto del Mariel, el principal proyecto del plan económico de Raúl Castro.

A través de GAESA, las FAR controlan el 80 por ciento de la economía cubana, y sus empresas incluyen desde hoteles y restaurantes hasta fábricas y servicios aéreos.

Al parecer, en Raúl Castro ha pesado más que Rodríguez López-Callejas sea un buen administrador que un mal marido.

El valor de un grado

Desde 1959 en Cuba impera una dictadura militar. El ascenso de Rodríguez López-Callejas responde a ese hecho. Su actual rango no se deriva de méritos en combate sino evidencia una categoría de poder, y lo convierte en uno de los hombres más poderosos del país. Por encima de general de brigada solo hay tres grados: general de división, general de cuerpo de ejercito y general de ejército. Los dos primeros los tienen los miembros de un reducidísimo grupo. El único general de ejército es, por supuesto, Raúl Castro.

Podría argumentarse que el ascenso de Rodríguez López-Callejas es un ejemplo de la imparcialidad de Castro, que antepone los méritos (militares o administrativos) a la familia, pero en este caso estaría marcando un notable distanciamiento respecto a la práctica de favoritismo imperante a partir del primero de enero de 1959.

La explicación podría venir en otro sentido. Rodríguez López-Callejas siempre ha sido un preferido de Raúl Castro. En primer lugar porque es hijo de un intimo amigo de los Castro. Su padre, el general de división Guillermo Rodríguez del Pozo, integró el Ejército Rebelde desde la etapa de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra. A ello se une ser el padre del nieto predilecto del gobernante cubano. En tercer lugar vendrían sus capacidades administrativa y la inteligencia que tiene, según dicen los que lo conocen. Pero también entraría en juego el factor de que Raúl Castro, que ha sido catalogado por amigos y enemigos como un hombre de familia, no deja de ser un machista, que considera a la mujeres como secundarias en el núcleo familiar y tolera el abuso doméstico.

La gran incógnita aquí es el coronel Alejandro Castro Espín. Desde hace tiempo también corre el rumor de su posible ascenso a general, pero esto no se ha producido. Por lo pronto, queda claro que Rodríguez López-Callejas se le fue por encima.

Demasiado arriesgada es aún la especulación de que este ascenso a uno y no otro podría ser desencadenar algo más que simplemente alimentar la rencilla actual entre ellos, pero tampoco puede descartarse que este nuevo factor altera un inestable equilibrio de poder en un ambiente donde familia, gobierno y país se mezclan y confunden.

Quizá la conclusión más importante viene en otro sentido, y es que Raúl Castro prioriza la economía a diferencia de su hermano, pero una economía en manos de los militares. Así quedaría en claro una vez que en Cuba, primero los guerrilleros y ahora los militares son los que están en el poder. Y según Raúl Castro, llegaron para quedarse.


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