Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Agricultura, Cambios

¿Fin del monopolio de acopio en la agricultura cubana?

Resulta una contradicción que se esté importando 1,5 miles de millones de dólares anuales en alimentos que en su mayoría podrían producirse en Cuba, mientras no se dedica una cantidad adecuada a comprar recursos para la agricultura

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Según lo establecido en varias resoluciones publicadas en la Gaceta Oficial Extraordinaria No. 38 del 15 de noviembre, han quedado autorizadas las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), las Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS), que agrupan a los campesinos individuales, las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) y las empresas estatales que tienen organopónicos, a vender directamente sus producciones a los establecimientos hoteleros y gastronómicos del Sector Turismo, sin la obligación de utilizar los servicios de la Empresa de Frutas Selectas, de Cultivos Varios o Acopio, como estaba establecido. Desde diciembre podrán venderse directamente los productos agrícolas no industrializados, arroz consumo y carbón vegetal, utilizado este último en la confección de parrilladas y otras comidas criollas.

Se reguló que los suministros se realizaran sobre la base de contratos firmados entre las partes, fijándose los precios de mutuo acuerdo, pero siempre en Pesos Cubanos (CUP). La medida, aunque puede calificarse como incompleta, pues continúa el Acopio estatal como intermediario para el resto del mercado nacional, con todas sus tradicionales limitaciones y arbitrariedades (condiciones y precios fijados unilateralmente a los productores, ineficiencia en la recogida y manipulación de los productos, así como tardanza en pagar a los productores), constituye un paso positivo que incrementará en la relación con el sector del turismo el uso racional del transporte, disminuirá el porcentaje de merma en los productos y aumentará la oferta y calidad de los artículos.

Esta medida deberá alentar el aumento y la calidad de la producción agropecuaria, al ser el cliente más exigente. También beneficiará la economía en su conjunto, al disminuir la elevada dependencia de las importaciones de alimentos, por la carencia de ofertas de origen interno. El periódico Granma en una nota publicada el 22 de noviembre reconoció que el pasado año fue necesario comprar en el exterior “1.360 toneladas de alimentos tan comunes como cebolla, zanahoria, col y limón”. Una vieja historia de absurdos, ya que durante mucho tiempo se ha estado comprando frutas tropicales, vegetales, carnes, determinados cereales, productos lácteos en países vecinos, que perfectamente pueden producirse en Cuba, para satisfacer total o parcialmente el consumo nacional. Situación insostenible, si seriamente se desea incrementar el turismo.

Por supuesto, esa medida por sí sola no permitirá el desarrollo que necesita el país en la esfera agropecuaria, pues encierra contradicciones y limitaciones fundamentalmente por no estar también dirigida al mercado constituido por la población. Por otra parte, no es justo que solamente se permita el cobro de los productos en CUP y no en Pesos Convertibles (CUC). En Cuba la mayoría de las mercancías se venden por el Estado en CUC y el producto final se comercializará a los turistas en CUC. Por tanto lo justo sería que al igual que los precios, se acordara entre las partes la moneda a utilizar en las transacciones.

Las regulaciones establecen que los campesinos individuales y los nuevos usufructuarios de tierra tendrán que realizar sus ventas a través de las CCS, entidades muy controladas por la oficialista Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Esas cooperativas fortalecidas desde hace años para realizar controles más estrechos sobre sus obligados asociados, deberían ser sometidas a un proceso de democratización para elegir directivas menos controladas oficialmente. Para ello habría que modificar sus reglamentos. También lo justo y más razonable sería que los campesinos decidieran voluntariamente la forma de realizar sus ventas al turismo, o sea, a través de las CCS, agrupados en cooperativas independientes o individualmente.

Otra cuestión importante a considerar es que para producir, beneficiar y transportar con calidad los productos para el turismo se requieren recursos, actualmente fuera del alcance de los agricultores. Con arados de bueyes, machetes y guatacas de pésima calidad, los campesinos cubanos han demostrado que se puede producir, pero no con la eficiencia óptima. Resulta una contradicción que se esté importando 1,5 miles de millones de dólares anuales en alimentos que en su mayoría podrían producirse en Cuba, mientras no se dedica una cantidad adecuada a comprar recursos para la agricultura. Sería más racional dedicar financiamiento a la compra de insumos e incluso equipamiento para la mecanización, que redundarían en un incremento productivo y, por consecuencia, en la reducción de la compra de alimentos en el extranjero. Además se debería aceptar las ofertas que se están recibiendo de organizaciones no gubernamentales, y de la comunidad cubana en el exterior, para ayudar con financiamiento, recursos y asistencia técnica al avance agropecuario del país.

Al mismo tiempo hay que buscar otras vías para aumentar la producción agropecuaria. Aunque empiezan a constatarse algunos resultados positivos por la entrega de tierras en usufructo, la experiencia parece indicar que las medidas tomadas hasta el momento son insuficientes, lo que ha sido reconocido por dirigentes del Gobierno. Es necesario ampliar los pasos dados, a través de permisos para que los usufructuarios puedan construir sus viviendas en los terrenos recibidos; se elimine el plazo de 10 años, renovable a otros 10, para la tenencia de las tierras en usufructo; y es necesario ampliar los actuales límites de superficie a entregar, entre otras medidas que brinden garantías y estimulen a los campesinos para desarrollar sus iniciativas. Existe tierra suficiente todavía en manos del sector estatal, cuya improductividad ha sido muy demostrada.

Los cambios no pueden demorar. La situación económica internacional cada día se ensombrece más, y las posibilidades de recesión son evidentes. Por ello hay que prepararse con rapidez, particularmente en el aseguramiento de la alimentación del pueblo. Resulta indispensable que los cambios en este sector se agilicen, de manera que los campesinos estén motivados a producir con eficiencia y calidad. Las transformaciones deben apresurarse. Aunque la decisión de ventas directas al turismo es un paso correcto, muchos otros deberán darse, para que la producción nacional de alimentos no solo abastezca el mercado nacional, sino que constituya una segura fuente de divisas para el país.


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