Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Política

Floreando y con el mazo dando

¿Por qué el régimen no es capaz de extraer de sus fracasos más lección que la que le conviene?

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Hay quienes consideran que la tiranía cubana se desmoronaría si el gobierno de Estados Unidos elimina el embargo. Es dudable. O en todo caso está por ver.

Lo que sí deja muy poco margen para equivocaciones es pronosticar su descalabro si se dieran dos contingencias aún más improbables y quizá menos deseables que la derogación del embargo: a) que los cubanos, y muy particularmente los jóvenes, no pudiesen seguir huyendo en masa hacia el extranjero; b) que se le suprimiera al pueblo, de cuajo y sin remedios, la alternativa de sobrevivir gracias al robo, el desvío de recursos y otras infracciones.

Por eso es irrisoria la pose oficial de intransigencia y de combate sin cuartel contra el pillaje que ahora sale a escena entre nosotros, aunque dirigida, sobre todo, a los pundonorosos y a los fachas que desde los más diversos escenarios y organizaciones internacionales asienten para validar los montajes del régimen.

La tiranía totalitaria de Cuba no puede prescindir de la ilegalidad porque es su extracto, su sedimento, el hilo con que ha sido enhebrada desde el primer minuto.

Tampoco debe hacerle gracia, por muy bien que lo disimule, desalentar esperanzas y frustrar proyectos de emigración entre la juventud si con ello malogra dos negocios de un tiro, cuál de los dos más rentable: la depuración sistemática de potenciales focos de oposición y el acrecentamiento del flujo de remesas como fuente de ingresos permanente y sin costo por inversión.

No en balde el dilema para varias generaciones de jóvenes se ha movido entre la huida hacia el exterior o la aceptación de las reglas del juego existentes en la Isla, o sea, flotar, ateniéndose al buen comportamiento, en lo político, y a la práctica de la infracción y del tumbado en todos los demás aspectos.

Hace pocos días, el periódico Granma convocaba a otra de esas cruzadas por la exigencia que tan bien conocemos, por viejas y por repetidas, en tanto dejaba caer de paso que la empantanada de laberinto ciego que sufrimos hoy aquí, obedece a dos únicas causas. Por un lado, la crisis económica internacional (flamante sustituta del embargo, como coartada); por el otro, la blandenguería, el compadrazgo y la tolerancia con que son tratados los trabajadores.

Porque esa es otra: al régimen siempre le ha parecido poca la rudeza con que nos tratan sus capataces y mayorales. Entre los rasgos que lo hermanan con los patriarcas de la sacarocracia criolla del siglo XIX, ninguno es tan ilustrativo como este.

Sacudirse culpas, endosándoselas preferiblemente a esa entelequia bautizada como "El enemigo", y apelar a la actitud de caciques regañones, paradigmas de la intransigencia y la severidad. Aquí los tenemos de nuevo: calamar en su tinta.

Nunca sabremos a derechas si lo hacen por exceso de cinismo o por defecto de juicio (es posible que ambas cosas incidan, juntas y revueltas), pero resulta insólito que habiéndose declarado marxistas y dialécticos desde hace casi medio siglo, aún no se muestren capaces de extraer de sus fracasos ninguna otra lección que no sea la que les conviene para continuar floreando y con el mazo dando.


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