Actualizado: 18/04/2024 23:36
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La misión imposible de «Cuba Posible»

Los miembros de Cuba Posible demostraron que aún existe pensamiento en la Isla

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Algunos se equivocan por temor a equivocarse.
Gotthold Ephraim Lessing

Cuba Posible ha anunciado su previsible disolución. Para hacer un obituario justo del autotitulado Laboratorio de Ideas, será necesario distanciarse, en lo permisible, de las personas que lideraron el proyecto. Siempre será mejor evadir las intenciones de los individuos, y quedarnos con los resultados. Nunca se conocen a profundidad las motivaciones humanas. No solo es poco ético ahondar en ellas; a menudo, nuestros juicios son inexactos, caprichosamente equívocos. Roberto Veiga y Lenier González llegaron a ser bien conocidos fuera y dentro de Cuba. El primero es un abogado que ejerció en el Tribunal Eclesial del Arzobispado de la Habana antes de vincularse a Palabra Nueva en el consejo de redacción, y más tarde, editor en Espacio Laical. Lenier González, licenciado en Comunicación Social, y varias maestrías, fue colaborador habitual de publicaciones católicas.

Cualquier análisis de “la mayor oscuridad de una noche” de Cuba Posible debe ir al inicio, a su antecedente único, la Iglesia católica habanera. Todo comenzó en la revista diocesana Espacio Laical, una reconstrucción de la antigua Espacios, revista del Consejo de Laicos fundada por Eduardo Mesa. Con la entrada de Lenier primero como periodista y después con Veiga como editor, el perfil católico laical de la publicación comenzó a cambiar. Las razones por las cuales Espacios y las primeras ediciones de Espacio Laical trasmutaron, perdieron antiguos colaboradores y su formato inicial, es tarea para los historiadores de la Iglesia e investigadores independientes. Habría que mencionar nombres y jerarquías, algunos fallecidos y otros en retiro; estar a la espera de que el tiempo, todo el tiempo, como dijera Eliseo Diego, les escriba su justo testamento.

El nuevo Espacio Laical dio margen a escritores y periodistas que habían sido o eran entonces proclives al régimen. Si la intención de la revista fue la “inclusión” y no la “exclusión” religiosa y política —en Cuba todo es político—, el resultado fue que pasó de ser una revista hecha por laicos para laicos —acaso también para no creyentes interesados en la historia y el arte, silenciados por el poder— a ser un territorio donde confluían exembajadores, exfuncionarios y algún que otro activo militante comunista. Los primeros críticos se quejaban de que los que terminaron siendo excluidos fueron los laicos católicos y toda opinión que molestara al régimen. Los cierto es que pasaron, Espacios y Espacio Laical de ser revistas de frugal paginado, artículos cortos, abundante trabajo fotográfico y gráfico, a lo que algunos llamaron “ladrillos” con textos de varias páginas y desértica ilustración.

La idea, confesa, de los directivos era hacer una revista de “pensamiento” que llamara la atención de académicos y personajes de la cultura, sin importar sus credos políticos o religiosos. Hay un detalle aún más curioso: el lanzamiento de la antigua Espacios reunía en los salones de la Casa Laical a poetas inxiliados y escritores reciclados —algún magullado del Quinquenio Gris—, disidentes tapiñados y probados, opositores a medias, y, por supuesto, “compañeros que los atendían”. Era un momento mágico cada tres meses, quizás único en toda la Habana y en el país: la sociedad civil preterida, variopinta, tenía un espacio para expresarse y disfrutar de una presentación cultural.

El nuevo Espacio Laical de casi cien páginas y ensayos enjundiosos llegó a todas las embajadas en Cuba, y al exterior por mediación de la Iglesia, como era habitual. Entonces tuvo sobre sí la mirada de muchos, para hacerla crecer o padecer. Para quien escribe, ese es el momento donde se bifurcan los caminos, comienza a pensarse Cuba Posible: algunos “coscorrones” y leves penitencias desde el Pulpito Mayor impulsaron el nuevo proyecto fuera del ámbito eclesial. Para aquellos días ya entre sus colaboradores más preciados había ensayistas de fuerte oposición al capitalismo, al gobierno norteamericano y al embargo, soslayando temas de interés para la iglesia y el mundo del trabajo, razón de ser de la publicación original.

Tales escarceos liberales, sin renunciar a cierto nacionalismo y socialismo ideal, hizo que muchos miraran a Cuba Posible como una centrífuga capaz de producir una masa inercial lo suficientemente fuerte para modificar el sistema totalitario cubano y llevarlo a una sociedad más democrática, abierta. No se hicieron esperar recursos y apoyos, incluso de exiliados e intelectuales cubanos de la diáspora. Aun hoy muchos consideran que Cuba Posible ha sido el único movimiento intelectual de la Isla que ha logrado sobrevivir y ser subvencionado por capitales que llamarían “subversivos”.

En varias conversaciones con sus directivos, quien escribe fue notificado del acoso individual y familiar a miembros del equipo y sus familiares; de la paulatina disminución del financiamiento y dificultades para administrar la red. En la Isla, los medios digitales desataron una fuerte ofensiva contra quienes se autoproclamaban herederos del legado Casa Cuba, término acuñado por monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal. Fue notorio el ensañamiento de un conocido esbirro cultural a través de un medio que apenas admite replicas. Finalmente, el anuncio final de Cuba Posible es un tanto críptico: “que persistirán (el proyecto, la Asamblea) en la búsqueda de “opiniones diversas' y desde una lógica de una 'convivencia dialéctica' entre cubanos, así como entre Cuba y el mundo.

Ante este comunicado tan ambiguo —un defecto congénito de Cuba Posible según sus críticos—, se abren varias interrogantes que conducen a conclusiones diversas. ¿Se trató de una muy elaborada operación de la inteligencia cubana para, una vez más, enmudecer la iglesia, utilizar su discurso humanista en favor propio, y controlar el disenso? ¿Sería CubaPosible la entidad dialogante con el mundo liberal, antiembargo, en el caso de que la demócrata Hillary Clinton ganara las elecciones? ¿Qué papel jugó Cuba Posible en los diálogos entre la Habana y Washington en la era Obama?

¿O fue Cuba Posible una “casualidad” atajada demasiado tarde? Y el régimen no tuvo mas remedio que tenerla bajo acoso constante, irle quitando oxigeno hasta que, como ha sucedido ahora, tengan que cerrar la Asociación y renunciar a la página web por inoperante. ¿Se han intensificado los ataques debido a que Trump ha activado el Titulo III, y se vive el preámbulo del Periodo Especial II? ¿Podía Cuba Posible ser una entidad convocante, interna y externa, contra el régimen en momentos tan críticos como los que se avecinan?

A favor del primer escenario, Cuba Posible como una operación de la inteligencia cubana, está el hecho, siempre sospechoso, de que nadie sobrevive a tanta presión y por tanto tiempo en un sistema totalitario. Que lo que hoy conocemos como Cuba Posible ha llegado a contar con importantes figuras de la democracia liberal mundial y de millonarios cubanoamericanos dispuestos financiar una apertura en la Isla. Otro argumento: sin Hilary y los demócratas en la Casa Blanca el trabajo de la seguridad del Estado carece de valor estratégico.

A favor del segundo escenario, Cuba Posible es una “escapada” de algunos chicos “malos”, está el hecho de que intentaron jugar a la alta política ‘fuera de la revolución” y terminaron siendo tontos útiles; sirvieron para tomar la temperatura de la oposición interna, de la disidencia, de la verdadera, aquella que conspira en los pasillos del Comité Central y en los garajes de las FAR y el MININT. Los directivos y todos sus colaboradores son el nuevo escarmiento: en el “desierto muy árido” en que se han metido, aun cuando juren ser leales, no recibirán ni una gota de agua. En palabras llanas, las posibles Cuba han servido como material de estudio, pues con Trump proyectándose cuatro años más y una Venezuela cuya ubre amenaza secarse, este es el mensaje: “a la oposición, aunque dígase leal —que no Eusebio—, ni un tantico así”.

Un tercer escenario, excéntrico, pero más posible que Cuba Posible, es que sus miembros hayan aspirado en algún momento a ser un grupo de opinión gubernamentalmente reconocido y consultado —al estilo del extinto Departamento de América, u otra dependencia de la Academia de Ciencias—; un partido político en caso de que la nueva constitución hubiera aceptado esa opción, o simplemente quedar visibles, y no a la sombra, como cualquier otra ONG en Cuba. En ese caso tendríamos que admitir que el cierre de Espacio Laical por el arzobispo cardenal Ortega fue premonitorio, profiláctico según su muy particular modo de conducir el rebaño: dentro de la iglesia todo, fuera de ella, nada.

Lo positivo de toda esta historia es que quizás estemos al inicio de saber la verdad. No se puede ser ambiguo en ciertas batallas; la ignorancia y la ingenuidad fingida se tornan en complicidades. Como ser oposición leal es un oxímoron, un imposible en una Cuba totalitaria, comunista, los exmiembros —que no excubanos— del proyecto irán decantándose, a menos que haya en marcha otra manera de lograr un acercamiento a los dineros y los apoyos de cubanoamericanos y europeos liberales. Sabremos en aquel momento si Cuba Posible fue una operación de inteligencia “fríamente calculada”, o se trató de un plan personal, esencialmente político, que tuvo a la iglesia como plataforma de lanzamiento para después alcanzar vida —y muerte— propias.

Sea una cosa o la otra, lo publicado en Cuba Posible es una muestra del gigantesco abanico de propuestas de una sociedad civil que no se conforma con la narrativa y el hacer actual del régimen. Enviados a hacer “divisionismo ideológico” y pasar por opositores leales, o realmente opositores desleales, los miembros de Cuba Posible demostraron que aún existe pensamiento en la Isla, y que es una cuestión de tiempo, de biología, que muchas de esas ideas se hagan realidad. Su expiración, por ahora, nos dice que una Cuba sustentable en lo social y lo económico, democrática e inclusiva, es imposible bajo las actuales circunstancias.


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