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Posada Carriles, Castro, Obituario

La partida de Posada Carriles

Durante toda su vida, Posada Carriles confirmó la regla cubanísima de los planes de atentado contra Fidel Castro: quienes se disponían a matarlo querían también ver el entierro

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Ha muerto Luis Posada Carriles (1928-2017). En febrero de 2015 declaró que, para ganar la partida frente a Fidel Castro, solo necesitaba quedar en pie al morir este, como si los desenlaces naturales de la biografía redimieran de los fracasos en la historia.

En el exilio Posada Carriles fue ensalzado como “tambor mayor”, a pesar de que Castro redobló mucho más y mejor con él en campañas de agitación y propaganda por todo el mundo. Los toques de tambor de Posada Carriles contra Castro retumbaron en Venezuela y El Salvador, donde contribuyó a desarticular la guerrilla urbana castro-guevarista (1969-73) y a sostener la guerrilla rural contra-sandinista (1985-6), respectivamente, pero nada suyo sonó dentro de Cuba salvo las explosiones de 1997.

Sólo después de la voladura del avión cubano en Barbados, el 6 de octubre de 1976, Posada Carriles se transfiguró en “combatiente por la libertad”, como consecuencia del juego de espejos que la agitprop castrista propició al magnificar su imagen de terrorista hasta la cursilería del “Bin Laden del Hemisferio Occidental”. Al noticiarse su detención por el crimen de Barbados, Posada Carriles era tan sólo a Cuban-born Venezuelan citizen implicado junto con the fiercely anti-Castro Bosch (Miami News, 15 de octubre de 1976, página 1A).

Antes del bombazo mayor

A poco de enrolarse en el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), fundado en octubre de 1960 por un exministro de Castro, Manolo Ray, Posada Carriles cayó en manos del G-2 y dio prueba de tipo duro: se fugó del carro patrullero que lo trasladaba de cárcel. Tras asilarse en la embajada de Argentina, salió de Cuba el 25 de febrero de 1961. Nada más que entró a Estados Unidos marchó al campamento de Naranja (Florida) a entrenarse para la invasión. Voló a Guatemala, pero aterrizó cuando la Brigada de Asalto 2506 se había embarcado ya hacia el fiasco de Bahía de Cochinos.

De regreso a EEUU, Posada Carriles empezó a trabajar hacia octubre de 1961 en Akron (Ohio) con la compañía Firestone, que había sido su último empleador en Cuba. Para febrero de 1963 ingresaba en la Escuela de Oficiales del Ejército Estadounidense (Fort Benning, Georgia), de la cual egresó como segundo teniente —jefe de pelotón de rangers— para prestar servicio hasta marzo de 1964.

El investigador cuentapropista holandés Wim Dankbaar coló a Posada Carriles en Dealey Plaza (Dallas, Tejas) el 22 de noviembre de 1963 con ánimo de enredarlo en el asesinato de Kennedy, como si ese día hubiera estado de pase y la rutina de cuartel diera tiempo para meterse en conspiraciones. Lo único extra que pudo hacer Posada Carriles durante su corta carrera militar fue divorciarse de María Concepción Castañeda en Chicago, el 23 de junio de 1963, y volverse a casar el 13 de agosto de 1963 en Columbus (Georgia) con Nieves Elina González.

Tras desmovilizarse del ejército de EEUU, Posada Carriles se sumó de nuevo a la comparsa de Ray, que fuera de Cuba se había rebautizado Junta Revolucionaria (JURE). Sirvió de instructor en Polk City (Florida) y sería reclutado por la CIA con el propósito de atajar la locura en JURE, que llegaría al extremo de la captura de Ray por guardacostas británicos en Bahamas, con su querida en bikini, dos fotoreporteros y apenas tres comandos dizque para infiltrarse en Cuba.

El 17 de abril de 1965, Posada Carriles se volvió AMCLAVE-15 para la CIA e informaría sobre planes terroristas que nunca se dieron, como la tentativa de la Representación Cubana en el Exilio (RECE), liderada por Jorge Mas Canosa, de volar un buque soviético o cubano en Veracruz (México). La relación original de Posada Carriles con la CIA terminó el 11 de julio de 1967, tras renunciar como coordinador militar de RECE y no tener la CIA otra misión que darle.

La CIA llegó incluso a tacharlo de “hostil”, no sólo porque gustaba de operar por la izquierda, como entregar más armas de la cuenta al mafioso Frank “Lefty” Rosenthal, sino también porque Posada Carriles contactó —en septiembre de 1966— a un hermano suyo (Roberto) que andaba por Londres en misión comercial de Castro. La solicitud para reclutarlo fue denegada, porque daba mala espina que otro hermano suyo (Raúl) se había entrenado en la URSS hacia 1962 y podía ser agente de inteligencia de Castro.

Posada Carriles consiguió ser borrado de la lista de hostiles y restablecería su relación con la CIA hacia 1968, por arraigar en Venezuela como el comisario Basilio de la Dirección General de Policía (DIGEPOL), más tarde Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP). Este vínculo renovado terminó amigablemente el 30 de junio de 1974, al quedar cesante Posada Carriles en la DISIP luego de la transición presidencial de Rafael Caldera (COPEI) a Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática).

El bando de Castro urde que Posada Carriles montó entonces su compañía anónima de Investigaciones Comerciales e Industriales (ICICA) como pantalla de la CIA, sin atenerse a que la propia cablería interna de la CIA refiere no haber guardado vínculo alguno con ICICA. Así mismo consta que desde 1974 las relaciones de la CIA con Posada Carriles fueron esporádicas y traían su causa de impuestos dejados de pagar cuando era informante a sueldo en EEUU.

Estas relaciones concluyeron definitivamente el 13 de febrero de 1976, pero Posada Carriles siguió dando por su cuenta información a la CIA con el fin de obtener visa de entrada a EEUU. Además de soplar que Bosch y Frank Castro se habían complotado para matar en Costa Rica a Andrés Pascal Allende, sobrino del malogrado presidente chileno y líder del Movimiento Izquierda Revolucionaria (MIR), Posada Carriles informó a la CIA el 22 de junio de 1976 que se planeaba volar un avión cubano en la ruta Panamá-Habana.

El otro avión

Este plan no cuajó, pero sí otro que dicen debía inutilizar en tierra a un DC-8-43 de Cubana de Aviación y acabó por hacerlo estallar en el aire, con saldo de 73 muertos, tras despegar del aeropuerto de Seawell (Barbados). La (in)justicia venezolana demoraría una década en absolver a Bosch —por falta de pruebas— y condenar a 20 años de cárcel a los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo. Posada Carriles quedó pendiente de sentencia. Había escapado de la prisión, al tercer intento, el 18 de agosto de 1985. El caso de “Orlando Bosch y otros tres indiciados” (Diario las Américas, 4 de julio de 1985, página 3A) parió entonces al “cubano anticastrista” Luis Posada Carriles (Diario las Américas, 20 de agosto de 1985, página 9A).

Desde su incómoda posición de fugitivo que eludió el desenlace judicial, Posada Carriles se aventuró entonces a debatir literariamente la voladura del avión cubano, pero su libro de memorias Los caminos del guerrero (1994) vino a reforzar al bando de Castro antes que a desacreditarlo.

Posada Carriles insistió en que su inocencia había sido demostrada por el perito británico Eric Newton, quien dictaminó una explosión de dinamita en el compartimiento trasero de equipajes del avión. Así, Ricardo y Lugo serían también inocentes, porque abordaron el avión ya sólo con equipaje de mano, pero en el juicio se demostró, más allá de toda duda razonable, que ambos eran culpables. El dictamen del perito cubano Julio Lara —una explosión cerca de la séptima fila de asientos de la clase turista y otra en un baño trasero— resultó más consistente.

Posada Carriles escribió incluso que Ricardo “El Mono” Morales, “bajo juramento [y con] inmunidad, dijo que había sido el autor de la voladura del avión cubano y que ninguno de los procesados en prisión tenían nada que ver con el hecho”. Así no fue. El 5 de abril de 1982, “El Mono” afirmó —en declaración jurada con inmunidad sobre el caso State of Florida v. Alfredo Arias et al (1981)— que había supervisado personalmente los vuelos “de ese avión de la fuerza aérea cubana” y habían suministrado explosivos a través de un tercero, pero clamó nada más que por la inocencia de Bosch: He has no guilty whatsoever.

Así mismo Posada Carriles aseveró que “El Mono” había declarado al periodista Francisco Chao Hermida haber sido contratado en Ciudad México por los servicios de inteligencia de Castro para sabotear el avión. Sin embargo, el programa sabatino “En una hora” (GenTV, Miami) rodó hacia enero de 2011 un video en que “El Mono” dice a Chao Hermida que Bosch y Posada eran inocentes, pero también que la voladura del avión se había acordado en la reunión fundacional de la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias (CORU) contra Castro. A esta reunión —el 11 de junio de 1976 en Bonao (República Dominicana)— no asistieron ni “El Mono” ni Posada Carriles, pero Bosch sí.

Otras declaraciones de “El Mono” constan en videos y notas de prensa, pero ninguna resulta más plausible que su temprana revelación, el 24 de octubre de 1976, de haber participado en el crimen de Barbados junto con los exiliados cubanos Frank Castro, Gustavo Castillo y Posada Carriles. Así lo dijo “El Mono” en confianza a su amigo Raúl Díaz, de visita en Caracas, quien era detective de la Oficina de Investigaciones contra el Crimen Organizado en Miami y pasó de inmediato la información al FBI.

En sus memorias Posada Carriles escribió también que “El Mono” le había confesado el crimen “llorando copiosamente”. Fuera del libro insistió en que contaba con un testigo excepcional, pero forzado al anonimato: a spy inside the Cuban Embassy in Caracas (…) still working for the Cuban government (The Miami Herald, 17 de mayo de 2005). De manera tan pueril Posada Carriles no pudo aligerar el peso probatorio que tuvo el registro practicado en su casa —a la vez oficina de ICICA— por la policía venezolana y que no por gusto la CIA trajo a colación en cable interno el 27 de octubre de 1976.

Fuga en cadena

Posada Carriles escapó de la prisión en Venezuela y corrió, rodó, navegó y voló hasta El Salvador, donde prestaría servicios logísticos al Frente Sur de la guerrilla antisandinista en Nicaragua. Tras quedar cesante por el escándalo Irán-Contras, obtuvo buen empleo en la empresa Teléfonos de Guatemala (GUATEL). Aquí daría su prueba más recia de tipo duro.

El 28 de febrero de 1990, Posada fue atacado por tres lados a la salida de su apartamento en Vista Hermosa (Tegucigalpa). Tiró el carro encima de quien disparaba enfrente y salió a la avenida principal, ya con su Beretta en la mano, perseguido por una camioneta con dos hombres que tiroteaban desde la cama. Pisó el freno, abrió la puerta más lejana y liquidó a la pareja, pero recibió sendos balazos en el brazo izquierdo, la mandíbula y el pecho. Así y todo, manejó hasta una gasolinera, desde donde sería trasladado de urgencia al hospital.

El bando de Castro achaca este atentado a no se sabe bien qué arreglo de cuentas por tráfico de drogas, como si la guerra civil en Guatemala no hubiera generado pistoleros de sobra con el prurito izquierdista de hacerle a Castro un regalo envuelto en mortaja. A su vez Posada Carriles aseguró en sus memorias que Castro había ordenado matarlo, pero al cabo dio crédito al testimonio de Norberto Fuentes de que Castro había ordenado, al oficial operativo Tony de la Guardia, dejar vivo a Posada Carriles después de tenerlo bien ubicado en Centroamérica.

Así lo contó Posada Carriles a Juan Manuel Cao en el programa El Espejo (AmericaTeVé, Miami) y agregó que debía su vida a Castro por partida doble, ya que en los años mozos de ambos en la Universidad de La Habana Castro había persuadido a otro pistolero de la pandilla Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), Guillermo “Billiken” García, de que no matara a “Posadita”.

Agentes del FBI que viajaron en junio de 1998 a La Habana para investigar las explosiones de 1997, vieron un video de vigilancia de la Seguridad del Estado castrista en El Salvador y se cayó de la mata que, antes de liquidarlo, Castro prefería filmar a Posada Carriles. Uno de los agentes sacó la mejor conclusión: They’ll never get better propaganda than Luis Posada.

La agitprop de Castro y Hugo Chávez hizo hasta una película sobre Posada Carriles: Alias Bambi C-4, además de reanimar la zarzuela bufa endilgándole planes que iban desde sabotear la plataforma de prospección petrolera Scarabeo 9 frente a La Habana hasta atentar contra la vida de Chávez y aun de Nicolás Maduro.

Penúltimos días

Amén de secuelas físicas, el atentado en Tegucigalpa parece haber dejado sinestesias en Posada Carriles, quien al final de sus memorias incluyó estas líneas: “Oigo a lo lejos los tambores de guerra”. Lo que pudo escucharse fueron las detonaciones de petardos en instalaciones turísticas dentro de Cuba entre abril y septiembre de 1997. Nadie mejor que Bosch dio la explicación, que sirve de paso como epitafio del anticastrismo beligerante: “Eso lo hizo Luis Posada. Pagó a un salvadoreño. [Ahora] hay que conseguir mercenarios, porque el cubano que te dice que va a hacer eso es un mentiroso. Hay cubanos valientes, pero no sé quiénes son. La prueba es que ninguna organización está en eso” (La Vanguardia [Barcelona], 16 de agosto de 2006).

Posada Carriles sucumbió también a la tentación de repicar tambores en la prensa. A mediados de 1998 soltó tanto la lengua con la periodista Ann Louise Bardach (The New York Times) que después no tuvo cómo recogerla. Y eso que, al ser interrogado por el FBI sobre el affaire Irán-Contras, había largado hasta la fábula del escorpión y la rana para ilustrar que su conmilitón Félix “El Gato” Rodríguez era parlanchín, inmaduro y egocéntrico por naturaleza.

Para marzo de 2005 Posada Carriles daría otro indicio de que detrás de ciertos hechos suyos no está la CIA. En vez de entrar callandito a EEUU, vino en crucero cuasi-turístico del barco Santrina desde Isla Mujeres (México). Sería enjuiciado dos veces en El Paso (Tejas) y aunque llegó a encarar 11 cargos “por mentiroso, no por terrorista”, salió absuelto el 8 de abril de 2011.

Sólo un reportero improvisado como el abogado cubanoamericano José Pertierra, en flagrante conflicto de intereses con su paripé de representar al Gobierno de Venezuela en el trámite de extradición contra Posada Carriles, pudo narrar las peripecias del juicio como si la condena estuviera cantada y perder de vista que el jurado tejano no tenía idea clara del entuerto, sino la mera percepción de un viejito octogenario acorralado por “la migra”.

Posada Carriles se retractó en juicio de lo contado a Bardach en 1998 y eso equivale a que, en el otoño de 1953, Castro hubiera declarado ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba que no tenía nada que ver con el ataque al cuartel Moncada. Posada Carriles marcó así la desventaja histórica en su partida contra Castro, que ya era abismal desde que el 17 de noviembre de 2000 cayó preso en Panamá a poco de aterrizar Castro, quién sabía ya desde cómo Posada Carriles había planeado matarlo hasta qué automóvil y teléfono celular estaba usando.

Más ilustrativo de cómo se desarrolló la partida de Posada Carriles contra Castro es el atentado que Antonio Veciana planificó en 1971 para matar a este último en Ecuador, tras fallar el intento en Santiago de Chile. Veciana consiguió el rifle con que Posada Carriles debía pegarle un tiro en la cabeza a Castro durante su escala en Quito, pero aquel exigió vía segura de escape y ni siquiera viajó a Ecuador. Así confirmó la regla cubanísima de los planes de atentado contra Castro: quienes se disponían a matarlo querían también ver el entierro.

Coda

Durante su primera ronda judicial de 2005 en El Paso, Posada Carriles respondió así a una pregunta de Bardach: “He cometido muchos errores. No sé cuál ha sido el más grande”. Quizás fue creer que la partida contra Castro podía ganarse con explosivos y que la nación cubana cambiaría de rumbo si hubiera sonado el disparo más estruendoso de su historia.


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