Actualizado: 23/04/2024 20:43
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EEUU, Biden, Exilio

La Tercera Vía, o para ampliar el panorama

Biden no es el presidente de Cuba, y si bien como un americano internacionalista ha asumido compromisos con la promoción de los valores democrático-liberales, su principal obligación es para con el pueblo de EEUU

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El amigo Guena, después de reunirse con la Casa Blanca, nos transmite en su programa el desafío de esta para encontrar nuevos caminos que ayuden a destrabar su política cubana. Atascada entre las exigencias del exilio y el absoluto inmovilismo del régimen continuista de Miguel Díaz-Canel.

En mi caso no creo que el asunto sea encontrar una tercera vía entre la intransigencia oficial, y las aspiraciones del pueblo cubano y su diáspora, sino de abandonar el enfoque estrecho, centrado solo en las relaciones Cuba-Estados Unidos, para enfocarnos en los intereses y la política global de Washington, y el lugar de nuestra islita en ese mucho más amplio panorama.

¿Qué le propondría en lo personal a Biden?

En primer lugar, algo realista. La segunda vez que en Cuba una oposición apostó a una intervención americana, en abril de 1869, hubo que esperar exactamente veintinueve años y siete presidentes a que esta terminara por concretarse. Internet libre es imposible tecnológicamente, al menos mientras el régimen cubano mantenga el control de fronteras y pueda definir qué tecnologías entran al país y cuáles no. Un virus que solo mate comunistas, o un maremoto levantado con patas de rana desde un grupo de botes estacionados frente a La Habana, pertenecen a esa categoría de idioteces que solo pueden habitar en cerebros controlados por Otaola, o Eliecer, así que lo mejor es no ocuparse de ello.

En segundo algo que le interese por su capacidad de servirle para cumplir con su meta primordial: preocuparse por el bienestar y el progreso del electorado al cual responde. Hay que recordar que Biden no es el presidente de Cuba, y si bien como un americano internacionalista ha asumido compromisos con la promoción de los valores democrático-liberales, su principal obligación es para con el pueblo de Estados Unidos de América; unidad política a la que Cuba todavía no pertenece.

En ese sentido, le pediría una inversión en los pasos de Obama para alcanzar sus mismos fines latinoamericanos. En lugar de establecer buenas relaciones con Cuba para ganarse la confianza de Latinoamérica, le propondría que se saltara ese primer paso y fuese directo al grano, para entonces dejar a ese bastión del antinorteamericanismo en el Hemisferio definitivamente aislado.

No nos engañemos, para Obama una relación más tolerante con Cuba era solo el primer paso táctico de su estrategia más general hacia América Latina. Para él era vital comenzar a desconectar a Estados Unidos de China, y ello no podía lograrse sin necesariamente reubicar sus lazos comerciales, y sobre todo sus cadenas de complementariedad industrial, en otra parte. Recuperar a América Latina como su zona de influencia era parte de su estrategia global frente a China, y ello requería una relación comercial y política más respetuosa de los intereses y las creencias de los vecinos del sur. Menos “imperialista”, para hablar en los conceptos ideológicos de nuestros países. En ese sentido acercarse a Cuba, a pesar de sus diferencias con el bastión del antinorteamericanismo en el Hemisferio, constituía un mensaje claro y fuerte de que los Estados Unidos habían cambiado, y que se podía convivir con ellos y establecer una relación comercial más respetuosa de las diferencias mutuas.

O sea, a Obama no le interesaba tanto Cuba, como el hacerle saber a Latinoamérica de que Estados Unidos había cambiado para bien… de ellos. Algo vital para intentar recuperar en el Hemisferio su hegemonía, ahora no desde la fuerza bruta o el poder económico, sino desde el poder blando. Todo ello en el contexto de su esfuerzo principal por desconectarse de China, y a la vez impedirle a Pekín que sumara la región a su zona de influencia. Que el “acercamiento” lograra disolver los fundamentos del autoritarismo cubano en medio de su relación fluida con los valores y las ventajas del sistema americano, para así arrastrar a Cuba a la democracia, era sin duda importante, pero no lo más importante. De hecho, es discutible incluso si para el fin principal, ganarse la confianza latinoamericana, no sería hasta mejor mantener a una Cuba diferente que demostrara el nuevo compromiso de Washington con la tolerancia internacional.

Sin embargo, la táctica no dio frutos porque los cubanos de ambos bandos la sabotearon. En específico es casi seguro que en La Habana buscaran apoyos extra hemisféricos para llevar adelante la provocación conocida, aunque no aclarada en su naturaleza tecnológica.

Para resumir, lo que le pediría a Biden sería invertir los pasos tácticos para la realización de la misma estrategia obamista: seguir apostando a desconectarse de China y reganar su influencia hemisférica, pero saltarse el paso de usar a Cuba para demostrarle a los vecinos del sur que Estados Unidos está ahora animado por principios más equitativos y tolerantes, y comenzar de inmediato a promover la relocalización de muchas industrias y cadenas de comercio, actualmente en China, hacia Latinoamérica.

En este sentido creo que Estados Unidos no puede perder la oportunidad de tomarle la palabra a AMLO, en lo edificar una “Unión Europea” en Las Américas. Unión que en un final no sería más que la misma área de libre comercio de principios de siglo, torpedeada en su momento desde La Habana, pero ahora propuesta nada menos que desde la izquierda latinoamericana.

Recolocar muchas de las industrias que hoy están en China en Latinoamérica, no es tan irreal como algunos podrían suponer. En primer lugar, el nivel de vida ha subido tanto en China, que poco queda ya de aquel margen de beneficios sacados a los bajos salarios que se pagaban, hasta hace unos años, a los culíes de los mandarines rojos. En segundo, es cierto que el confucianismo predominante entre los habitantes de aquel país da la seguridad de poner el negocio propio en un medio social más respetuoso de las jerarquías, y más predecible por lo estable, pero más allá de los intereses aislados de los empresarios, lo cierto es que si no se hace por llegar a un cierto nivel de estabilidad semejante en los vecinos del sur, los Estados Unidos como país irán inexorablemente camino de perecer como Roma, bajo oleadas de invasores bárbaros. Un cinturón de naciones con suficiente trabajo, y por consiguiente estabilidad y cierta prosperidad para sus habitantes, en Centroamérica y el Caribe, evitaría la emigración masiva de manera más efectiva que siete muros fronterizos, y decenas o cientos de miles de soldados para guardarlos.

En cuanto a Cuba, que es lo que a nosotros nos interesa en lo más inmediato, ya que no habría que enviar ningún mensaje a Latinoamérica en este nuevo diseño estratégico, le pediría a Biden que la mantuviese aislada sanitariamente. Que permitiera el envío de remesas a través del único intermediario posible en Cuba, el Estado; los viajes de cubanoamericanos hacia todos los aeropuertos; y el retorno del personal de la embajada (aunque solo si el gobierno cubano permite mayores libertades a Estados Unidos, para proteger por sí mismos a su personal en Cuba), PERO evitaría que las medidas y leyes pensadas para estimular la recolocación de inversiones en Latinoamérica beneficiaran a Cuba… O sea, les daría la posibilidad a los cubanos para ver cómo prospera Latinoamérica dentro del esfuerzo americano por realinearse estratégicamente, pero los privaría de aprovecharse de lo que allí sucede, mientras acá sigamos aguantando este mismo gobierno continuista, por su esencia de partida profundamente antinorteamericana.

Alguien podría decir que esta propuesta se basa en algo que no funcionó en el pasado, algo utópico que tampoco tiene por qué funcionar ahora: una Alianza para el Progreso como la propuesta por el presidente Kennedy. Mas quiero señalarle a los críticos que estamos en una situación muy diferente a la de 1961. Entonces la amenaza de que la economía de la URSS, el gran rival global de Estados Unidos, los sobrepasara era totalmente irreal, a pesar de lo que muchos creían entonces, y no solo en la izquierda o al centro, o en el Tercer Mundo. Hoy la posibilidad de que el producto interno bruto de China supere al americano antes del fin de esta década es muy real, por lo que quieran o no, los políticos americanos progresistas o conservadores deberán tomar medidas políticas activas como esta para intentar evitar ser superados por Pekín. Lo cual, sin duda sería el final si Estados Unidos optara por volver al aislacionismo del siglo XIX, cuando los cañones se ocupaban de mantenerlos a salvo en su bucólico y aislado rincón del mundo… una ventaja que ya no existe, al menos desde la invención de las armas intercontinentales.


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