Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Sociedad

Los amantes de Verona en la isla de la consignas

El idilio del matrimonio y la luna de miel han pasado a mejor vida con la catástrofe de la economía cubana.

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Una hojeada a las revistas de Cuba de los años ochenta, permite ver anuncios como los que ofrecían un abanico de posibilidades a los recién casados. De igual manera pasaba con las de los años sesenta, que ponían además el transporte hacia los hoteles, entre los que se ofrecían el Nacional, Inglaterra y hasta el Habana Libre.

Pero el idilio pasó a mejor vida con la catástrofe tropical de los mandamases de la economía de la Isla. Entonces empezó a ser costumbre adicionar incentivos a quienes contraían nupcias. El ofrecimiento de un buen hotel, la posibilidad de comprar un gran cake, varias cajas de cervezas, panecillos para la fiesta, y algunas prendas de vestir en tiendas destinadas a ello.

Sólo que la panorámica cambió con los timonazos del desastre. En los comienzos de los años noventa, el casamiento se convirtió en un negocio de grandes parabienes: la adquisición de las cinco cajas de cerveza representaba una fortuna; las escasas ropas, un privilegio; y ni qué decir del alojamiento hotelero. Ahora, cuando los batuteros de la economía la han "elevado" a niveles cada vez más increíbles, y cuando ya no es un negocio casarse, han bajado la parada para los contrayentes de matrimonio.

El panorama no puede ser más desolador. Los bufetes provinciales no ofrecen los estímulos de antaño. Si las gestiones matrimoniales coinciden con eventos culturales, políticos o de fuertes movimientos de personal, las posibilidades de hospedaje se van a bolina.

Por otro lado, debe ajustarse a la salud de las despensas y suministros locales, pues el derecho a comprar el pastel de boda depende de la existencia en las dulcerías de harina y levadura o bicarbonato de sodio. De lo contrario, pasados los 15 días establecidos las parejas pierden el derecho a la adquisición del mismo. Igualmente ocurre con los panecillos y las escasas botellas de ron sellado destinadas a tal efecto. Así, intenciones tan civilistas como legalizar las relaciones de pareja, lejos de convertirse en un escalón ético, representan un acto de penitencia.

Pero si desolador es el panorama en los llamados palacios de matrimonio, donde se supone existen asignaciones privilegiadas, en los asentamientos municipales adquiere tonos risibles. Allí no ofrecen ni bebidas ni licores, y hace más de 15 años que no brindan un lugar para la supuesta "luna de miel". Los matrimonios efectuados en los poblados están en la tabla rasa y pasan ahora del rito de los anillos de compromiso a la vulgaridad del racionamiento.

En una obra de teatro que se ha hecho muy popular entre los jóvenes de la Isla, se cuenta la historia de dos adolescentes becados en el campo, que atravesaban el mar por el fondo intentando buscar una posada donde intentar dejar los frutos de una noche amorosa. Una historia reciclada al revés: la ficción es implacable con la realidad.

Shakespeare resucitado, una Verona tropical sin Romeo y sin Julieta, sin pócima para el escape.