Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Sexualidad, Matrimonio, Totalitarismo

Por qué el voto sexo-diverso debe ser negativo en el Referendo

El Estado no es quien para decidir qué es, o entre quiénes se establece el matrimonio, afirma el autor de este artículo

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El Estado, esa mera herramienta para garantizar la mejor convivencia humana, no tiene potestad alguna para legitimar el matrimonio entre dos, tres, o cuatro… las personas que sean, de diferentes o el mismo sexo. Al matrimonio la legitimidad se la dan las personas mismas que se unen en él, nadie más. Son ellas quienes deciden si quieren o no unirse, y por lo tanto su matrimonio es legítimo si desean mantenerlo, o si están dispuestas a defenderlo contra la opinión de todo el mundo, o de una religión, o de una moral, o de un Estado.

El Estado no es quien para decidir qué es, o entre quiénes se establece el matrimonio. Como herramienta de la mejor convivencia humana solo le toca asumir la salvaguarda de los derechos de cada cual. En este caso el derecho a la libre unión sentimental. Derecho que procede de nuestra capacidad de decidir por nosotros mismos, y no del tipo y cantidad de las hormonas sexuales que circulen por nuestro organismo, o de un mandato divino del que hasta ahora nadie ha dado pruebas fehacientes -comunicables a todos, no solo a los “elegidos”- de que proceda realmente de Dios… Sin contar que no tenemos por qué acatar designios de nadie, incluido Dios, cuando van contra lo que nos dicta nuestra conciencia.

El Estado, por lo tanto, con el artículo 68 de la Constitución propuesta, no nos impone lo que debemos tener por moral, y mucho menos nos sugiere el que el matrimonio con personas del mismo sexo deba de sernos preferible a cualquier otra posible forma de unión sentimental. Solo nos advierte que él está para defender el derecho de quienes así sí lo prefieran, pero que usted puede a su vez preferir lo que le dicten sus gustos, y en un final su conciencia. Siempre y cuando, claro, no intente imponerles sus preferencias a los demás; en esencia dictarles normas de cómo deben de vivir sus vidas.

Es esto lo que dice el artículo 68, ni más ni menos. No que usted deba de ahora en lo adelante elegir a personas de su propio sexo para sus uniones sentimentales, ni ninguna sandez semejante. El Estado de hecho también está para evitar que cualquiera intente venir a imponerle que en su vida privada deba preferir, a las monógamas y heterosexuales, las uniones múltiples o entre personas del mismo sexo: Su vida privada, si es que es usted adulto y no padece de alguna enfermedad que lo incapacita para tomar decisiones por sí mismo, es suya y de nadie más… ni de los ancestros, o los vecinos, pero tampoco del Estado, o de Dios (que en esencia, y en la muestra más clara de su grandeza, nos hizo libres).

Si por otra parte a usted tanto le preocupa el “mal” ejemplo de las relaciones homosexuales aceptadas como algo muy normal; que ese “mal” ejemplo pueda difundirse por la sociedad, y enfermarla, pervertirla, conducirla a que una homófoba divinidad decida hacer llover fuego y azufre sobre su país, pues entonces si le recomiendo que se preocupe: O cree usted en una divinidad contra la que solo cabe la rebelión de la persona digna, o evidentemente usted no es de quienes tienen un fuerte y muy personal criterio personal, y en consecuencia no es capaz de mantenerse firme ante las presiones del medio que lo circunda: En ambos casos solo cabe decir que no es usted una Mujer o un Hombre. Ya que en esencia eso es lo que significa ser Mujer u Hombre: no someter nunca lo que nos dicta nuestra propia conciencia al imperio de un Dios tiránico, y muchísimo menos a la aun más tiránica presión de la opinión social.

Es eso ser Mujer u Hombre, no alguna de esas interpretaciones histéricas que abundan en nuestro ideario barrio-nacional, tan heroico y viril como tracatánico.

Se tiene usted, en fin, mucho miedo a sí mismo, y sobre todo a las decisiones que adoptaría en un mundo en que no existan estereotipos claros de cómo deben de actuar esas cosas histéricas llamadas Hembra, o Macho-Remacho. Como aquel que sufre de vértigo por lo que podría darle por hacer al borde de un precipicio, usted le tiene miedo a la abundancia de personas sexo-diversas porque teme no vaya a darle a usted por lo mismo. Quién sabe por qué disimulados impulsos, que ha advertido de cuando en cuando en usted mismo, y que constituyen el mayor y mejor guardado secreto de una vida que no se vive para sí, sino para el que dirán.

En ese caso solo le aconsejo: Sea Mujer u Hombre, en definitiva, una verdadera persona humana, y salga del closet. No vaya a las asambleas del CDR o la CTC a adoptar poses para esconder su inseguridad y su miedo, a en definitiva a hablar cáscara de piña.

Soy un firme opositor de la Nueva Constitución. Pero también soy un firme defensor del derecho que reconoce el artículo 68. Como de cualquier otro que simplemente obligue al Estado a reconocer, y defender, como herramienta de la convivencia humana que es, cualquier derecho humano. En este caso uno de los más importantes en nuestras vidas: con quien decidimos compartirlas.

No tengo que decir que en el Referendo votaré NO a la Constitución, pero respetaré a todos aquellos que voten Sí, solo por defender ese derecho.

Pero como mismo respetaré a todos aquellos que defiendan su derecho, no lo haré con los que ahora en la calle o en la asamblea, para oponerse al artículo 68, ponen voz gorda y adoptan las actitudes, gestos y poses, que suponen ellos debe de tener todo aquel a quien la testosterona se le salga por los huecos de las orejas. Pájaros, ellos sí, que a pesar de todo el “aguaje” anti-constitucional, el día del Referendo, tras mirar con mal disimulado susto para las esquinas del cubículo de votación, por si lo filman en secreto, o revisar nerviosos la boleta, a la búsqueda de alguna marca que pudiera identificar su voto más tarde, no lograrán vencer el temblor de sus piernas, su miedo serval, y votarán Sí.

No me gusta repetirme, pero afirmo aquí lo mismo que ya dije antes en otro artículo: En Cuba hay mucho Macho-Remacho, que el día en que la Revolución imponga la visita anual al proctólogo, a la manera de una demostración de incondicionalidad revolucionaria, a pocos, poquísimos, se les verá oponerse, o tan siquiera quejarse. Y así allí los veremos, el día de la ceremonia, mientras gritan en el momento preciso: Dónde sea, cómo sea, y pa’ lo que sea, Comandante en Jefe, ¡Ordeneeeeeeee!

¿Por qué, preguntémonos, hay alguna declaración más manifiesta de falta de dignidad humana que afirmar en público, y a gritos, que se somete de manera incondicional el criterio propio, nuestra capacidad de pensar y decidir por nosotros mismos, ese don divino, a otra persona? La incondicionalidad nunca es una virtud, al menos no una virtud humana. Quizás lo sea entre las ovejas, pero no entre los seres humanos.

Defender el derecho del otro a pensar o vivir como se le venga en ganas, independientemente de que no compartamos el gusto por ese modo de vida o pensamiento, que incluso nos repugne, por ahí anda la verdadera hombría.

Querer imponerles a los demás formas de pensar o vivir sus vidas, más que nada por presión social, por querer dárselas de Macho-Remacho en público, o por miedo a un mundo en que en realidad nada es en blanco y negro, sino en gris, y en que por tanto la toma de decisiones no es un asunto tan simple, esa es la verdadera pajarería: La de aquel que le teme a vivir en este mundo complejo, al que los hombres, esa minoría, hemos estado enfrentando desde el nacimiento mismo de la creatividad humana y sobre todo de la conciencia absolutamente propia, esa que nos sirve para tomar nuestra propias decisiones solo en base a nuestros imperativos categóricos.

No obstante, debo agregar algo más: Repito que respetaré a quien haya decidido votar Sí a la Constitución, para defender así su derecho a establecer uniones sentimentales con quien mejor estime, pero a su vez no puedo dejar de señalarles a los tales que ese derecho no es el único al cual nos vemos abocados a defender hoy en Cuba, y ni tan siquiera el principal. Más allá de que la definición de matrimonio que el Estado asume defender es aún limitada, al dejar afuera, por ejemplo, formas como los uniones sentimentales entre más de dos personas, presentes hoy en nuestra sociedad, está el hecho evidente de que el tipo de relación entre la persona y el Estado sobre el que hemos basado hasta aquí nuestra crítica a la homofobia, y nuestra defensa a la libertad de elección sentimental, no es para nada el que de manera explícita o implícita se dispone a estatuir la Constitución propuesta.

El Estado que define la Constitución propuesta no parte de verse como herramienta de convivencia, como el encargado de impedir que la libertad de algunos limite al mínimo, o haga desaparecer, la libertad de los demás. El Estado definido en ella se ve a sí mismo como lo importante, y a la persona como lo herramental. Ve así a la persona humana como una especie de tornillo al que la divinidad social, que intermedia necesariamente todas las interacciones interpersonales, el Estado, le asigna un lugar en la sociedad. El cual lugar debe de ser asumido disciplinada y calladamente por la persona.

En este sentido es necesario señalar que, en primer lugar, por el mismo carácter de la Constitución propuesta, en el artículo 68 no se reconoce un derecho, solo se hace una precaria concesión. A expensas siempre de los rejuegos políticos de un régimen en clara decadencia, y más que nada en proceso de conservadurización acelerada. Con lo que, por ejemplo, no debería de extrañarnos que mañana prefiriera aliarse con los sectores evangélicos, mucho más militantes y numerosos que la población sexo-diversa, y también con relaciones en el vecino del norte más interesantes para el Estado pos-castrista. Sobre todo, si tenemos en cuenta que una de las tendencias que luchan por imponerse hoy en los EE.UU. es precisamente la que los lleva directo hacia fundamentalismo cristiano.

En segundo, que es realmente muy peligroso alinearse con un Estado que les niega a sus ciudadanos todos sus derechos civiles y políticos. De esta manera solo se logra identificar la causa propia con la de la Autocracia estatista, y por lo tanto se establece un precedente que puede hacer que las fuerzas realmente pro-derechos humanos, pro-democracia, se encuentren luego, ya en una sociedad democrática, con las manos atadas para sostener la causa del matrimonio igualitario. Al darles a las fuerzas que se oponen a tal derecho un argumento de peso, aquel tan importante en política: “¿No apoyaban ellos a la Dictadura? Pues ahora que se jodan”.

Pondré un ejemplo de algo semejante que ya sucedió en nuestra historia: De manera evidente el ascenso en el reconocimiento del derecho igualitario del negro, sorprendente en la Primera República (1902-1933), se vio desacelerado en la Segunda (1933-1952) por el apoyo que estos le dieron a Gerardo Machado. Caído este un 12 de agosto, las fuerzas democráticas nacionalistas no pudieron imponer en la medida en que lo hubieran querido el reconocimiento de la sociedad cubana como mulata (o las élites intelectuales el afrocubanismo), en gran parte porque los sectores racistas pudieron sacar buen provecho del recuerdo de ese apoyo negro al Asno con Garras. Brindado, por cierto, no solo en recepciones de la elitista sociedad Atenas, sino también desde las filas de la porra femenina, dirigida por la famosa Mango Macho. Es esta en sí la explicación de que, a pesar de las declaraciones de la Constitución de 1940, los índices de acceso del negro a la empleomanía oficial, “la segunda zafra del país”, retrocedieran entre 1931 y 1943.

No sería juicioso que el sector sexo-diverso provocara algo parecido en los próximos años. Lo cual puede evitarse si se es lo suficientemente digno, y paciente, para no aceptar una única y precaria concesión, cuando se puede acceder a toda una serie de derechos, como sería el caso si en el próximo Referendo el sector sexo-diverso votara masivamente NO a la Constitución. Ya que sin dudas una derrota de la Constitución, o por lo menos un altísimo por ciento de voto negativo, pondría al Estado poscastrista en posición de tener que profundizar las reformas, y prestarse por lo tanto a asumir su papel de herramienta, sin aspirar ya a vernos a nosotros como una que solo sirve a sus Razones de Estado.

En tercero, y muy relacionado con lo anterior: no es conveniente, en estos tiempos en que un tipo como Jair Bolzonaro consigue semejantes apoyos electorales, dejar que el sector conservador de la oposición al régimen castrista se lleve los lauros en una posible debacle gubernamental en el Referendo. Todos los progresistas que formamos el ala izquierda debemos mostrarnos muy activos en los próximos meses, y entre ellos la numerosa e influyente intelectualidad sexo-diversa. En sentido muy literal nos va la vida en ellos -aunque Bolzonaro haya prometido que gobernará para los homosexuales y los ateos, no debemos, no podemos creerle.

Por último, quiero recalcar, a riesgo de resultar cansón, que el derecho a unirnos con quien nos venga en ganas no es el único, y ni tan siquiera el más importante.

Antes que hetero u homosexuales, antes que homus sexualis, somos personas humanas, o sea, seres con capacidad propia para decidir cómo vivir nuestras vidas, mientras no estorbemos a su vez el derecho ajeno a hacer lo mismo. Nuestra elección sexual es solo un aspecto de nuestras vidas, y de hecho se nos limita si no tenemos antes el derecho de pensar con cabeza propia, y tomar nuestras decisiones de acuerdo a nuestra conciencia.

Porque si no se tienen esos derechos primarios, quien nos hace la concesión no parte en consecuencia de nuestra capacidad humana de decidir, de tener una conciencia que controla nuestra conducta, sino de una supuesta naturaleza animal, hormonal, mejor sería decir que enfermiza, que poseen sobre todo algunos individuos incorregibles —homosexuales, ateos, librepensadores, pastafaris… A los cuales, por ahora, cuando no se puede simplemente mandar a tal personal para un campo de concentración, hay que tolerar y de paso ganar para la causa.

Porque no se engañen Miguel Barnet o Silverio el del Mejunje, es eso lo que de ustedes piensan los que dirigen cualquier Estado que se tenga a sí mismo como lo único que de verdad importa. Un Estado Patriarcal en su diseño, tan Machofílico como todos los de su especie.


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