Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Vigencia de la Primera Enmienda

¿Quién está facultado para juzgar cuáles errores o interpretaciones de los libros son permisibles o no?

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El pasaje inicial de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos invoca la existencia moral de "ciertos derechos inalienables", no negociables ante la voluntad política de ocasión.

Esos derechos naturales, basados en verdades "evidentes en sí mismas", confirman libertades para todos por igual que nadie tiene derecho a quitar a los demás. Entre ellos están "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". Ese pasaje sirvió de base más tarde a la Constitución norteamericana, que contiene en su Primera Enmienda la protección de la libertad de expresión. Es la "razón legítima" de una sociedad libre.

La Corte Suprema norteamericana ha defendido con mayorías significativas el respeto por la libertad de expresión, independiente del mensaje que se exprese. Al margen de alguna mancha histórica, la protección de la libertad de expresión en Estados Unidos, bajo la Primera Enmienda a la Constitución, ha sido casi absoluta.

La Corte siempre ha respaldado la libertad de expresión con las limitadas excepciones de obscenidad, difamación contra personas privadas o incitación a violencia inminente. En esencia, expresiones que constituyan "no parte esencial de la exposición de ideas" y "de escaso valor social como paso a la verdad" ( Chaplinsky v. New Hampshire, 1942). Próceres de otras naciones, incluido José Martí, admiraron ese derecho a expresarse libremente, uno de los pilares del progreso estadounidense.

Felipe Pérez Roque, ministro cubano de Relaciones Exteriores, ha afirmado con orgullo que en Cuba jamás se ha permitido quemar una sola bandera norteamericana. En Estados Unidos, ocurre todo lo contrario. La bandera como objeto es menos importante que las libertades que representa.

En la opinión mayoritaria del caso United States v. Eichman (1990), a propósito de la legalidad de la quema de la bandera, el juez Brennan afirmó que "castigar la quema de la bandera diluiría la misma libertad por la cual ese emblema es tan respetado". Los jueces firmantes reafirmaron que "el gobierno no puede proscribir una idea por el mero hecho de que la sociedad la encuentre ofensiva o desagradable".

Una postura antinorteamericana

A algunos exiliados cubanos en Estados Unidos les cuesta entender esa lógica. Defienden el Estado de derecho en Estados Unidos si sirve a su conveniencia, y niegan su vigencia cuando sirve a los demás. Nada más contrario al espíritu democrático estadounidense. Los derechos naturales consagrados en la declaración de independencia y la Constitución no distinguen preferencia política.

En 1999, los líderes de la derecha cubana exiliada convirtieron al niño Elián González en una especie de Moisés que los llevaría de retorno a la tierra prometida. Montaron carpa para batallar por una excepción a las leyes de custodia legal sobre menores de todo Occidente y hasta para darle al niño la ciudadanía estadounidense por ley del Congreso. Incluyeron regalos de juguetes y perros, vigilias y peregrinaciones, y hasta desafíos a la autoridad de las Cortes y a los alguaciles del gobierno norteamericano. Todo ese circo terminó en fiasco.

Cuba necesita una derecha moderna, que reconozca y aprenda de esos errores pasados, y se comprometa con los valores democráticos. Señales de optimismo a ese respecto aparecen a veces pero, en general, terminamos decepcionados. Un amigo republicano, que cabildea en Washington para grupos de agricultores norteamericanos del medio oeste, recuerda que en la capital norteamericana se dice que la diferencia entre los revanchistas cubanos y el Titanic, es que aquel barco no trataba de chocar con el iceberg.

Con la censura del libro Vamos a Cuba por el buró de educación de Miami, la derecha exiliada enfila ahora contra la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana.


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