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Actualizado: 29/04/2024 14:55

Salud

Bondad y miseria de la Operación Milagro

Solidaridad, trasfondo ideológico y un personal involucrado sin otra alternativa para sobrevivir.

Es noticia de primera plana en los medios de la Isla. Representa un magnífico balón de oxígeno para los miembros de las agotadas huestes de la salud pública cubana y una posibilidad aparentemente irreprochable para las franjas más empobrecidas de algunas naciones del llamado Tercer Mundo. Se trata de la denominada Operación Milagro, suerte de gesto de socorro orquestado desde La Habana, en beneficio de cientos de miles de afectados por diversas enfermedades relacionadas con la visión, especialmente en Sudamérica.

Si alguien intentara recoger opiniones sobre este tema en parques y calles cubanas, encontrará una pluralidad de posiciones, en franca contradicción con el monofónico discurso de los dirigentes y la prensa. Están los que no ponen en duda el humanismo del proyecto oficial y creen en las bondades del sistema sanitario de la Isla, que, dicen, realmente hace un esfuerzo por ayudar a países hermanos, a pesar del "inhumano bloqueo". "Eso es socialismo, ser solidario con los demás", dice Leandro, joven trabajador de un taller en la ciudad de Matanzas, aunque piensa que deben tratar de mejorar las condiciones de los hospitales aquí dentro.

También hallará a muchos que se desentienden de esos temas, que les resbala la "cosa política", y se concentran en sobrevivir, en luchar para ganar algún dinero para comer. Igualmente se topará con voces críticas, afirmadoras de que el Estado es otra vez "candil de la calle y oscuridad de su casa" y cuestionan adónde va a parar el dinero ingresado por tales convenios, si apenas se ven mejorías en los servicios públicos esenciales.

"Yo pasé tremendo trabajo para graduarme la vista en un policlínico y después tuve que esperar meses para que llegaran los cristales a la óptica y me hicieran los espejuelos", dice María Luisa, ama de casa que apenas si pudo pagar el costo total de sus lentes. "Cuando finalmente los tuve casi se me había vencido la anterior graduación por el tiempo que había pasado", concluye.

Otros inquieren por qué tiene el gobierno la pretensión, entre demagógica y mesiánica, de contribuir a resolver problemas en naciones mucho más desarrolladas que la nuestra, con mayores recursos naturales, libertades de todo tipo y crecimiento económico más palpable.

Estos últimos sostienen que no es necesario ahondar mucho para descubrir carencias que no son nuevas dentro del sistema sanitario bajo el régimen de Fidel Castro, revelador de un descomunal aparato de salud en franco deterioro, con capacidades disminuidas y urgentemente necesitado de oxígeno —léanse inversiones, recursos, tecnología, personal calificado, medicinas—, pero que ante los ojos del mundo es una de las "conquistas del socialismo" que deberán ser respetadas en un escenario futuro de libertad e integración al concierto democrático mundial.

¿El fin justifica los medios?

Es difícil para el cubano de a pie, sufridor de tantas penurias diarias, defender el desmontaje de las redes de salud creadas décadas atrás y puestas ahora al servicio de otra red, en este caso política, que privilegia al extranjero por encima del nacional con un claro trasfondo ideológico. No es que el cubano haya dejado de ser solidario, sino que comienza a tomar conciencia de la inutilidad de vestir un santo con los harapos de otro.

¿Dónde residen entonces las bondades de la Operación Milagro? No hay dudas de que grandes zonas de población en varios sitios del planeta sufren vergonzosas desatenciones en materia de salud y que Cuba logró activar un impresionante contingente de especialistas en las últimas tres décadas, entre cuyas virtudes puede citarse la motivación profesional, pero no deben trastocarse los términos cuando de vulgares intencionalidades políticas se trata.

El nuevo eje tendido entre La Habana y Caracas insiste en la añeja tesis del Estado-coloso, benefactor, populista y tentacular, al que debe la mayoría adscribirse so pena de perder los nuevos privilegios que se anuncian.

El caso cubano todavía es más curioso en tanto se verifica un crecimiento abismal de las desigualdades en relación con los pacientes que arriban desde Venezuela, Bolivia, Panamá o Guatemala para atenderse en exclusivos centros de recreo, como La Pradera, por ejemplo, reconvertidos ahora en hospitales y lugares de rehabilitación y tránsito.

Es esto lo que induce a María Luisa a expresar su descontento. Dice que "para ellos, Operación Milagro, mientras para nosotros es un milagro si te operan". Quienes así piensan alegan que Cuba es un país subdesarrollado con ínfulas de Primer Mundo y esas pretensiones de competencia a toda costa llevan a cometer escandalosos fraudes en índices tan sensibles como la tasa anual de mortalidad infantil, difícil de comprobar debido a la falta de transparencia en los procedimientos de medición utilizados.

No puede pregonarse solidaridad cuando hay un trasfondo ideológico, mucho menos cuando el personal técnico involucrado en las denominadas misiones, amén de la confiabilidad política necesaria —el clásico "visto bueno"—, no tiene otra alternativa para acceder a cierto nivel de vida, mejor salario y recibir un tratamiento diferenciado en comparación con sus colegas dejados en la Isla. El hecho real de que son muchos más los médicos que no desean cumplir servicio social en las montañas del Oriente del país que los que deciden no prestarse al juego de las misiones en Cochabamba o Botswana, desmiente toda propaganda por parte de los flamantes jerarcas del ALBA.

En diciembre pasado, el Banco Central de Cuba anunció la puesta en circulación de nuevos billetes de Pesos Convertibles. En el reverso del de 20 pesos ha quedado fijada para la eternidad tres escenas de la Operación Milagro: los modernos hospitales donados por Cuba a algunos países, el recibimiento a un avión de la aerolínea Cubana que transporta a los enfermos y una intervención quirúrgica con tecnología avanzada.

Nótese que se trata de una moneda impostada, un simple bono multicoloreado en sustitución del "satanizado" dólar, ergo falsa, pero además cautiva, sin curso ni valor fuera del territorio nacional, y encima convertida también en vehículo de la demagogia castrista. A la vez que lo banaliza, en primera instancia este hecho demuestra la prioridad uno que en materia propagandística le concede el régimen a este andamiaje politizado.

© cubaencuentro

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