SE DICE QUE los controles formales e informales a los que está sometiendo la Aduana General de la República a los cubanos residentes en el extranjero, son cada vez más excesivos.

Lo más reciente se informa desde el aeropuerto internacional José Martí de La Habana. Los oficiales de Aduana escogen al azar a varios viajeros, a los que se les obliga a someterse a análisis de sangre, supuestamente para evitar la entrada de nuevas enfermedades al país. El método de selección no cumple un protocolo sanitario específico: más bien queda a la voluntad del que elige.

Todo esto no pasaría de una simple anécdota en el país que se vanagloria de ser potencia médica mundial, de no ser por un pequeño detalle: los seleccionados deben abonar la graciosa cifra de 120 dólares por concepto del "servicio" obligatoriamente prestado.

Por otra parte, la exigencia de declarar el valor de los artículos para regalos, cada vez se hace más delirante. "¿Por qué usted trae tres pares de zapatos para estar en Cuba sólo 15 días?", "¿Por qué trae blúmers si no es mujer?"…, cuestionan los oficiales mientras cumplen las orientaciones superiores y a la vez intentan sacar provecho personal de la situación.

Hoy día, un aeropuerto cubano es algo serio. Corre usted el riesgo de que le hagan exámenes médicos obligatorios y luego le pasen la factura, o de que le obliguen a pagar de nuevo los calzoncillos y las medias que lleva de regalo a su familia, en un país donde adquirir estos productos es casi una epopeya.

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