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Actualizado: 19/05/2024 23:18

Sociedad

La batalla de los palos secos

¿Qué dicen las feministas y los homosexuales 'oficiales' en un país donde los gays siguen arrinconados detrás de la zeta en la escala social?

Una ácida expresión de homofobia caricaturiza entre nosotros el modo de hablar de ciertos amanerados a los que llamamos "locas de carroza". Con el énfasis de una orden de combate, la frase en cuestión convoca: "A la lucha, a la lucha, que somos locas pero somos muchas".

Resultaría más graciosa si no fuera agresiva para con las individualidades del prójimo, pero hay que reconocerle su gracia, no queda otro remedio. Y este es el único motivo por el cual viene a colación la frase.

No menos cómica, aunque en otro sentido, parece ser la batalla de un grupo de feministas con capa y espada y de unos cuantos homosexuales ridículamente tapiñados (por ridículos y por tapiñados) que hoy forman parte del contingente de sombras que defienden la dictadura totalitaria en primera línea y que, claro, medran a su costa.

Tales señores y señoritas se muestran muy conformes con haber depuesto adargas ante un sistema que primero los domesticó con el poder de convicción de los cilindros, y ahora los recluta bajo tutela oficial, siempre que sean capaces de demostrar fidelidad de la única manera que al parecer saben hacerlo: guardando las apariencias.

Se diría que hay un tope (de enajenación) en el cual las víctimas llegan a sentirse a gusto en su papel, entonces olvidan el motivo que las convirtió en víctimas, dejan de ser responsables ante su historia, devienen palos secos sobre la corriente.

Es el cuadro que pintan los de marras (algunos músicos, periodistas, escritores, poetas, plásticos, cineastas, actores y actrices, presentadores de televisión…), los cuales, si bien no son muchos, ni aparentan ser tan locas, continúan llevando su lucha, sólo que en plan peones de brega, adaptados al ruedo machista leninista como se adaptan los virus a los entornos más hostiles.

Distraer la perdiz

Si feministas, se llenan la boca para proclamar el ejercicio de la plena igualdad de los sexos en la Isla, mientras viran el rostro hacia otro lado para no ver de frente, por ejemplo, la penosa situación de las mujeres negras, marginadas doblemente en la práctica (que siempre contradice testaruda los panfletos); o mientras no reconocen, Dios las libre, el derecho de las Damas de Blanco, no ya a ser respetadas y atendidas como madres y esposas que reclaman justicia para su familia, sino al menos a no ser agredidas, abusadora, impunemente, por las hordas del régimen.

Si homosexuales, distraen la perdiz con el elogio a la apertura en La Habana de exposiciones fotográficas dadas a mostrar falos más y menos impúdicos; o de alguna que otra puesta en escena trasnochada y timorata; o de películas, novelas, canciones que, según ellos, evidencian una nueva actitud de la muy macha tiranía ante las debilidades del género.

Historia antigua, muerta y enterrada parece ser para los tales señoritos, no ya la de los campos de concentración en Camagüey, ni la del homofóbico Congreso de Educación y Cultura, o la del dantesco período de los parametrados (expulsados en masa de sus empleos bajo el cargo de homosexualidad), sino la situación de este mismo minuto, cuando los gays siguen arrinconados detrás de la zeta en la escala social, para nada confiables, por su naturaleza "floja", y mucho menos respetables, debido a sus meros gustos.

Sería para reír si no resultara tan triste el panorama de este ejército de menopáusicos (menstruales y/o mentales), entregados con la mayor frescura a confirmar aquello de que no hay peor cáscara que la del mismo palo.

Ahora están que les arden las palmas de aplaudir (aunque en secreto, a la espera de nuevas órdenes) un proyecto oficial para la posible legalización del cambio de sexo en personas diagnosticadas como transexuales. Después de la revolución energética, la protésica.

Lástima que se les hayan adelantado los ayatolás de Irán, donde operaron ya a unos 400 individuos, cifra levemente menor que la de casi 4.000 gays ejecutados en los últimos años en ese país, no (como creen los roñosos) a instancias del islam, que es una religión honorable, ni menos ni más que cualquier otra, sino a causa del machismo enfermizo y feroz del poder terrenal.

Dios los cría…

Por cierto, una de las noticias más curiosas de la actualidad dio cuenta, hace pocos días, de que por única vez en mucho tiempo coincidieron los gobiernos de Cuba, Estados Unidos e Irán, al votar juntos contra la entrada de la Asociación Internacional de Lesbianas y Gays (AILG) al grupo de organizaciones no gubernamentales que asesora a la ONU en materia de derechos humanos. Dios los cría, pero solamente la homofobia fue capaz de unirlos.

¿Qué dirán sobre el particular los señoritos y señoras palos secos, en el caso improbable de que los dejaran decir algo?

Y ya que andamos celebrando bodas rojas con los fundamentalistas iraníes, ¿qué van a decir sobre la mutilación genital femenina, o sobre la lapidación hasta la muerte a mujeres por haber sido violadas o por acusaciones de relaciones sexuales naturales, o sobre el asesinato por honor (del macho) basado en simples sospechas?

¿Qué dicen nuestras feministas oficiales de capa y espada sobre esas mujeres que son ejecutadas por no llevar el hijab (velo) o por rehusarse a hacerlo cuando se les obliga? ¿Qué dicen de la reclusión forzada de la mujer dentro de sus casas y sus hijabs?

Y a nuestros señoritos, ¿qué opinión les merecen las carnicerías "legalizadas" de homosexuales, las lapidaciones, los códigos de vestimenta y de conducta impuestos por la fuerza?

Es previsible que no digan sino lo que ya dijo Galileo, sólo que con mayor picardía y menos miedo: "Me hinco de rodillas ante los venerables inquisidores".

Después de todo, les cabe el consuelo de alegar que en Cuba, como también sentenciaría Foucault, no existe uno solo, sino muchos silencios que son parte integrante de las estrategias que apoyan y atraviesan los discursos.

Claro que eso no exime de culpas a los palos secos. Resulta comprensible y hasta perdonable que su necesidad de conservar intacto el carapacho sobrepasara el nivel de sus fuerzas físicas.

Lo que cuesta comprender es que también prevalezca sobre sus destilaciones más íntimas, que es como decir sobre su pobre porción de humanidad. Pero allá ellos y Dios. Que se diviertan y gasten poco, dejándose arrastrar por la corriente, hasta el infierno.

© cubaencuentro

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