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CON OJOS DE LECTOR

El vaquero que se fascinó con el son (I)

Entre los músicos extranjeros que se han deslumbrado con la música cubana, el tejano Ned Sublette constituye un caso singular.

Resulta harto difícil, al menos para quien esto escribe, encontrar los puentes o puntos comunes entre los ritmos cubanos y la música country de los Estados Unidos. ¿Qué tiene que ver esta manifestación propia de las zonas rurales del Medio Oeste con, por ejemplo, el guaguancó, que nació en los barrios pobres y de población mayoritariamente negra de ciudades como Matanzas y La Habana? ¿Cómo compaginar en una misma canción sonoridades tan distintas como las de las maracas, el güiro y el bongó con el dobro, ese instrumento de cuerda similar, en apariencia, a la guitarra, que usan los vaqueros? Y en definitiva, ¿cuál es la conexión capaz de hermanar Nashville con Cárdenas?

Pero como dice mi amigo Rubén Blades, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y vaya si no es una sorpresa tremenda el descubrir que existe un tejano que se declara fanático incondicional del son, la rumba y hasta la timba. Que ha grabado un disco con composiciones propias, en el cual cuenta con la colaboración de dos destacadas agrupaciones cubanas. Que ha producido varios discos de intérpretes de esa nacionalidad. Y que como si todo ello no fuera suficiente, se ha propuesto el ciclópeo proyecto de escribir una voluminosa historia de nuestra música, de la cual ha visto la luz ya el primer volumen.

El nombre de tan singular personaje es Ned Sublette, y nació en 1951 en Lubbock, Texas. Su familia se mudó después para Louisiana y más tarde, para El Paso. Cuenta él que junto con el inglés, desde niño aprendió a hablar el español, que considera no es un idioma extranjero en los Estados Unidos. Sublette recuerda que en West Texas su mamá le enseñó los primeros pasos de chachachá, aunque su descubrimiento de nuestra música no se producirá hasta algunas décadas después. En los años siguientes, toma clases de composición, musicología y guitarra clásica y se gradúa en la Universidad de Nuevo México.

En 1976 sigue el camino de tantos jóvenes con inquietudes artísticas y se marcha a Nueva York. No le va nada mal, y consigue trabajar como músico con artistas del nivel de John Cage, La Monte Young, Glenn Branca y la Love of Life Orchestra, de Peter Gordon. Para 1982 ya cuenta con su propio grupo de country, The Ned Sublette Band, con el que llega a tocar en sitios tan famosos como Pyramid Coctel Lounge, Tramps, Lone Star Café y Danceteria. Graban incluso un disco, pero nunca llega a salir al mercado.

Por esos años, Nueva York asistía a una auténtica explosión de la música latina. Jerry Masucci, propietario de la firma discográfica Fania, ideó una estrategia de mercado de la cual surgió el controvertido término salsa (muchos sostienen que fue tomado del son Échale salsita, compuesto en 1933 por el cubano Ignacio Piñeiro). Con el mismo se pasó a etiquetar la heterogénea mezcla de tradiciones y etnicidades que hasta entonces se conocía simplemente como música latina. En agosto de 1971 tiene lugar en el salón de baile El Cheetah, ubicado en la calle 52 de Broadway, el concierto de la Fania All Stars, que fue recogido en dos discos hoy antológicos. Lo que sucedió después es una historia más que conocida y, por tanto, no hace falta repetirla aquí.

Sublette ha comentado que no sabe por qué no conectó de inmediato con aquella explosión musical. Supone que tal vez se debió a que al inicio de su etapa en Nueva York se hallaba demasiado preocupado en trazar su propio camino en aquella ciudad. Pero para la década de los ochenta estaba ya irremediablemente contagiado con el virus de la salsa. "¡Qué música la que escuché entonces!", expresa. Y prosigue: "Aquella música hizo por mí lo que el rock and roll cuando era niño, y desde entonces no ha dejado de hacerlo". Conoció además a varios instrumentistas latinos, que lo acogieron con mucha generosidad y compartieron con él sus conocimientos musicales. En particular, para él significó toda un hallazgo el descubrimiento del legado musical cubano, que no duda en calificar como "la columna vertebral de lo que se conoce como salsa y el ingrediente secreto de la música norteamericana".

Un viaje que marcó un antes y un después

Estimulado por los deslumbrantes ritmos caribeños, Sublette se animó a componer su primer tema "cubano", Cowboy Rumba ("no es exactamente una rumba, pero no importa", aclara él). Asimismo la estructura de su banda se había ido transformando. Incorporó violín y pedal steel, y para 1987 contaba con una sección rítmica de claro sello latino.

En enero de 1990, Ned Sublette tomó un avión para atravesar "el invisible muro de paranoia" que separa las costas de la Florida de "una de las culturas musicales más importantes del mundo". Esa primera visita a Cuba, ha dicho, dividió su existencia en un antes y un después. Pensaba que tras toda la música que había escuchado en Nueva York, iba preparado para esa experiencia. Pero nada pudo prepararlo lo suficientemente para asimilar lo que allí encontró. A propósito de la estancia, Sublette ha escrito: "Después de una vida llena de música, Cuba me destruyó. Estar allí fue como caminar por una selva virgen de la mejor música que yo jamás había escuchado". De modo muy especial recuerda el sábado de la primera semana: por la noche asistió en Cárdenas a una presentación de Los Muñequitos de Matanzas, la agrupación que desde 1956 se dedica a interpretar manifestaciones urbanas de la rumba como el guaguancó.

Aquel primer viaje suyo, al igual que los siguientes que realizó a la Isla, coincidieron con el surgimiento de la timba. Tuvo la oportunidad así de escuchar en vivo, en los salones de La Tropical, a Los Van Van y NG La Banda. Allí se dio cuenta de que al estar entre el público habanero, disfrutaba mucho más que cuando se presentaba con su banda. Tan intensa fue esa experiencia, que decidió abandonar los escenarios para dedicarse a ser el principal defensor y promotor de nuestra música en los Estados Unidos.

Eso lo llevó, en primer lugar, a crear Qbadisc, primer sello discográfico norteamericano que comercializa la música cubana contemporánea. En la actualidad, los intérpretes, instrumentistas y grupos de la Isla gozan de una gran popularidad, y son reclamados y galardonados en muchos países. Pero en 1990, recuerda Sublette, no era así. De ahí que se siente muy orgulloso de haber contribuido a abrirles las puertas cuando muchos otros les daban la espalda.

Una de las primeras materializaciones de su pasión por nuestra música popular fue Cuban Classics 2. Dancing with the enemy (1991), una excelente compilación que recogía grabaciones, entre otros, de María Teresa Vera, Celeste Mendoza, Chapottín y sus Estrellas, Caridad Hierrezuelo, El Jilguero de Cienfuegos, Los Papines y Los Zafiros, y que preparó para Luaka Bop. Asimismo dentro de Qbadisc produjo álbumes de NG La Banda, Celina González, Isaac Delgado, Carlos Varela, la Orquesta Ritmo Oriental, Orlando Maraca Valle y Los Muñequitos de Matanzas. Esta última agrupación le debe la publicación de tres discos, así como el haberle organizado cuatro giras por los Estados Unidos.

Y aunque cumplió su promesa de alejarse de los escenarios, a lo largo de la década de los noventa Sublette no dejó de componer. De hecho, dos discos suyos aparecieron en esos años, Ships at Sea, Sailors and Shoe (1993) y Monsters from the Deep (1997). Su nombre figura además entre los colaboradores en trabajos de Glenn Branca ( Symphony n. 1. Total Plexus, The Ascension) y Rhys Chatham ( An Angel moves too fast to see…). Por otro lado, la influencia de la música cubana lo estimuló creativamente, y varias canciones estuvieron dándole vueltas por la cabeza sin darle sosiego. Mas la posibilidad de poderlas grabar le parecía muy remota.

Resultó, sin embargo, que no lo era tanto. Sublette estaba en contacto con Michael Zilkha, quien tras dirigir por varios años en Nueva York el sello Ze Records, se dedicaba ahora a negocios de petróleo y gasolina en Texas. Para sorpresa suya, Zilkha se ofreció como productor ejecutivo para que pudiera grabar esas canciones. Fue así como en 1999 apareció Cowboy Rumba, que incluye ocho composiciones propias junto a dos de otros autores. El compacto es el homenaje que Ned Sublette hace a músicos admirados por él que nacieron en tres islas del Caribe: Puerto Rico, República Dominicana y Cuba.

© cubaencuentro

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