La Habana está afligida, en el Callejón de Hammel, en el barrio de Cayo Hueso (cuna del filin) alguien canta un bolero de conformes jazzísticos y bemoles impresionistas: “No existe un momento del día / en que pueda apartarte de mí, / el mundo parece distinto / cuando no estás junto a mí. / No hay bella melodía en que no surjas tú, / ni yo quiero escucharla cuando me faltas tú. / (...) / Más allá de tus labios, / del sol y las estrellas, / contigo en la distancia / amada mía, estoy”. Una pareja de enamorados se dirige al Malecón. En el cabaret El Pico Blanco de El Vedado, y en el Hotel St. John, la guitarra y el piano están mudos: en la anochecida del sábado 4 de mayo murió César Portillo de la Luz.

Tenía 90 años y desde 1940 se había iniciado en la música como cantante del Trío del guitarrista Cheo Herrera. Amante del jazz, Chopin, Brahms y el impresionismo francés (Claude Debussy, Maurice Ravel...) en una entrevista confesó: “Cuando escuché en casa del guitarrista Ñico Rojas Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy, y Alborada delgracioso, de Ravel, mi concepción armónica cambió: creo que todas mis canciones le deben algo a esos dos compositores”.

Figura emblemática del bolero cubano en su variante del filin, César Portillo de la Luz conformó un cosmos de axiomáticas conformidades melódica-armónicas con raíces en la trova santiaguera y el son, empalmadas con el jazz norteamericano.

Alumno del virtuoso guitarrista cubano Vicente González-Rubiera, Guyún (1908 - 1987), sus boleros/filin dieron un vuelco radical a la canción hispana: de “Concierto gris” a “Contigo en la distancia” (1946), de “Perdido amor” (1947) a “Es nuestra canción” (1948), de “Vuelve a vivir” (1949) a “Tú, mi delirio” (1954), de “Dime si eres tú” (1962) a “Canción de un festival”(1963), de “Canción a la canción”(1970) a “Interludio” (1972), de “Son al son” a “Canto luego existo” (1980) de “Monólogo in blue” a “Señora mexicana” (1983), de “Son de a verdad”(1984) a “Canción par ese día” (1987), de “Forever Frank” a “Como una flor” (2003)...

Amplio repertorio que entonaron Nat King Cole, Luis Miguel, Caetano Veloso, Placido Domingo, Pedro Infante, Fernando Fernández Cristina Aguilera, Omara Portuondo, Elena Burke, José José, Pedro Vargas, Lucho Gatica, María Bethania, Pablo Milanés, Pancho Céspedes y Astrud Gilberto, entre otros.

La Academia de las Artes y las Ciencia de la Música le otorgó, en su VII Edición (2004) el Premio Latino a Toda una Vida en ceremonia realizada en el Palacio Municipal de Congreso de Madrid, España.

“Empecé haciendo canciones bajo el influjo de los trovadores santiagueros aunado al goce de la obra de José Antonio Mendez, Marta Valdés, Ela O’Farrill, Frank Domínguez y Piloto/Vera; pero, creo que desde el punto de vista armónico le debo mucho a Cesar Portillo de la Luz”, ha dicho Pablo Milanés.

Filin que se filtra en las grietas de la noche. Canciones entre un sorbo de ron y un beso: la caricia se prolonga en los espejismos de la pasión que atormenta mi corazón. En La Habana una llovizna umbrosa se traspone con la brisa del mar: una conmoción acecha: una muchacha y un muchacho se miman: los boleros de Cesar subrayan los ensueños: es mi amor delirio / de estar contigo.

El itinerario del amor es un idilio que Portillo de la Luz hizo suyo. Seguirá sonando por mucho tiempo la bella melodía en la que siempre surge el resplandor de la amada. En La Habana las cuerdas de una guitarra arpegian un interludio: la canción hispana ha perdido a uno de sus grandes exponentes.

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