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Actualizado: 30/04/2024 23:28

Literatura

Fina García-Marruz y la poética

Premio de Poesía Pablo Neruda, la escritora ha enriquecido las letras nacionales con su peculiar aprehensión de 'lo cubano'.

Leyendo el excelente comentario de Duanel Díaz en su blog, Fina, Dama Poesía, quisiera sumarme a la legítima alegría por el Premio de Poesía Pablo Neruda, que le fue otorgado en Chile por el conjunto de su obra.

El crítico realiza agudas observaciones sobre el sentido y los límites de la cosmovisión que emana su obra. Sin embargo, no comprendo del todo su afirmación sobre sus "discrepancias con su poética", aunque sí, claro, con "su posición política", e incluso con su cosmovisión, que el crítico aprehende, pese a la brevedad de su texto, con claridad y profundidad.

Pero acaso sea un problema semántico. ¿Qué sentido tiene discrepar con la poética de Shakespeare, de Dante, o de Broch o Gombrowicz, o, en nuestro ámbito, con la de Lezama, Piñera, Carpentier o Cabrera Infante? Eso, además, cuando un autor no secreta distintas o simultáneas, o sucesivas poéticas. Las poéticas son siempre, en última instancia, singulares. Quiero decir, tan singulares como las personas mismas, y las personas, ya se sabe también, son, al menos, la "triple bestia" que le describió la Esfinge a Edipo…

Uno puede ciertamente afirmar: no me gusta esa persona, etcétera, o no me interesa esa poética…, o en el caso de que despleguemos una propia, enfatizar: mi poética es diferente, que vale lo mismo que decir: soy diferente.

Ante las poéticas, en suma, como ante las personas, sólo cabe el desdén, la indiferencia o el amor. Pero es inútil negarlas —¿se puede negar un árbol, un ocaso, una supernova? Incluso "discrepar" de una poética es algo ocioso, a no ser que se haga para afirmar la propia, con lo cual tampoco se desdibuja a la primera, antes bien se la reafirma por contraste.

Toda mirada es promiscua

Lo más útil siempre será tratar de comprenderla —lo cual, por cierto, Duanel Díaz realiza sin lugar a dudas—, pues en toda poética, como en toda persona, siempre habrá algo inextricablemente singular que nos rebasa y enriquece.

Frente a una poética caben, al menos, dos actitudes: en primer lugar, el extrañamiento que implica mirar, así sea en un instante, desde otros ojos —lo cual es la esencia de la participación creadora—, y que es la antesala del amor (pues siempre amamos u odiamos lo diferente, o, en otro sentido concurrente, lo que fuimos o lo que quisimos o queremos ser); extrañamiento caníbal: incorporar lo diferente para que luego mire también desde nuestros ojos con una distinta mirada.

Y aquí ya rozamos la agonística del canon. Porque toda mirada es promiscua, en última instancia intertextual, palimpséstica. El mestizaje de la mirada puede producir un molesto escozor o una salvaje alegría. Somos como una sopa incesante, inacabada siempre, de la creación, de un big bang inalcanzable.

En segundo lugar, la comprensión, que ya opera por reconocimiento, y que complementa al extrañamiento. Es su parte en cierta forma melancólica, pero indudablemente amorosa también. Es la más difícil, porque implica aceptar comunidades, y atenta contra nuestra arrogante singularidad, porque supone ciertamente un límite. "Denme el conocimiento de un límite y la más simple frase melódica nos puede llevar de la mano a lo insondable", dice Fina García-Marruz.

En su poema Ama la superficie casta y triste, uno de mis preferidos, expresa, luego de citar a Píndaro: "Sé el que eres" (y que me recuerda también el poema "VI", de Da capo, de Raúl Hernández Novás, que comienza con el verso: "El que ibas a ser está esperándote"):

"Ama la superficie casta y triste. / Lo profundo es lo que se manifiesta. / La playa lila, el traje aquel, la fiesta / pobre y dichosa de lo que ahora existe. / Sé el que eres, que es ser el que tú eras, / al ayer, no al mañana el tiempo insiste, / sé sabiendo que cuando nada seas / de ti se ha de quedar lo que quisiste".

"No mira Dios al que tú sabes que eres / —la luz es ilusión, también locura— / sino la imagen tuya que prefieres, / que lo que amas torna valedera, / y puesto que es así, sólo procura / que tu máscara sea verdadera".

Poética de la memoria

Si bien se mira, toda la poesía de Fina se debate entre el extrañamiento y la piedad. He escrito mucho sobre la poesía y la poética de Fina García Marruz.

En la última lectura que hice de un maravilloso libro de Reina María Rodríguez, Catch and release, sorprendí, en algunos momentos donde la visión o percepción de la realidad se tornaba más tensa, casi imposible, una fragmentación textual —que implicaba también cierto distanciamiento de lo lírico tradicional— que me recordó cierto sabor o tono de Fina: que caracteriza ese estilo como "deslavazado" de algunos de sus poemas, y en donde se halla, por cierto, su mayor apertura hacia la poesía contemporánea, porque implica una crisis de la mirada, de un orbe clásico o armonioso.

Sí, creo, como Duanel Díaz, que Fina se merecía hace mucho ese y otros reconocimientos (ha sido varias veces nominada al Cervantes y finalista del Rulfo). Sin desdorar para nada la calidad de Dulce María Loynaz, Fina, verso a verso, texto a texto, es inconmensurablemente más variada, penetrante, compleja. En fin, no me gustan las comparaciones, ya lo decía antes…

Ella ha enriquecido nuestra poesía con la expresión de los misterios y angustias de la fe; con su insondable poética de la memoria (acaso su mayor aporte a nuestra poesía o pensamiento poético incluso); con sus aproximaciones a la poesía misma; con su peculiar aprehensión de "lo cubano"; con su femenina, maternal piedad por las apariencias, y, sobre todo, porque fue capaz de desplegar una percepción de la realidad singularísima, que es, en sus mejores momentos, la que nos conmueve, nos extraña, y nos hace habitar tierra desconocida.

Por último, dejemos que Fina misma, como hace en Hablar de la poesía, nos ilustre sobre su noción de "poética":

"No se debiera tener 'una' poética. En la poética personal debieran entrar todas las otras poéticas posibles. Que el sinsonte y 'el divino doctor' no se recelen mutuamente. Que el arte directo no excluya el viejo preciosismo. La naturaleza crea el ala para el vuelo pero, después, la decora. El realismo verdadero debiera abarcar el sueño y el no-sueño, lo que tiene un fin y lo que no tiene ninguno, el cacharro doméstico y la Vía láctea. Ningún otro realismo que el de la misericordia".

"El bromista Cocteau dijo una de las cosas más lúcidas que se han dicho sobre la poesía: yo sé que la poesía sirve para algo, lo que pasa es que no sé para qué. Algunos ven a Cocteau como a un payaso, pero a ellos les recordamos lo serios que son los payasos y cómo, tantas veces, han sido los bufones los únicos que le dijeron la verdad al rey".

© cubaencuentro

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