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Actualizado: 01/05/2024 21:49

Literatura

Un tsunami en la pared

La penuria hídrica en la Habana Vieja se revierte en premio literario y reporta al escritor Jorge Pérez Sánchez prestigio y 1.800 euros.

Más de un vez, desesperado, el escritor Jorge Pérez Sánchez abrió los grifos de su casa. Nada. Por respuesta sólo un soplo de aire, lánguido, irritante.

La escasez del líquido tuvo y tiene a este narrador entre sus víctimas, pero no todo es exasperante. Ese avatar doméstico congratuló al escritor con el importante Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su edición de 2006.

La pieza se titula En una estrofa de agua y pone en su centro a Esteban, un hombre que vive en un solar de La Habana profunda, que desde principio a fin no hace otra cosa que alucinar por la falta del agua.

"Es una historia tremendamente angustiosa", dice Pérez Sánchez, nacido en 1963 en Encrucijada, un pueblo de la provincia de Villa Clara.

"Agua, agua, agua, repite, suponiendo que la reiteración, la insistencia, le traerá las respuestas, y también el agua. Reiteración, repetición, énfasis, insistencia…, eso habita en los muros de su casa: Agua, water, aqua, eau. Esteban llena de reclamos sus paredes. Con caracteres fenicios, griegos, cirílicos y romanos que vierten agua, demanda Esteban. Con alfabeto latino escribió agua, y hay letras góticas y unciales de hermoso trazo, en el techo y en el piso, que hacen leer agua. En la puerta una cascada, y en las ventanas arroyos. Un fondo marino coincide con el fondo de su palangana".

Graduado de historia en la universidad y habanero por decantación del tiempo, este autor dedica su cuento a los aguadores y desaguados de la ciudad, a la vez que pone a su delirante personaje a "soñar con una ducha, a querer abandonar la pobreza".

"Esteban se desespera. Debería gritar, exigir, pedir ayuda. Vocear desde el balcón con todas sus fuerzas. Aunque pierda la voz debe gritar. Gritar agua, alargar la a mientras tenga aliento. Y no importa que la policía venga a averiguar el motivo de los gritos, debe gritar también cuando ellos lleguen, cuando se acerquen y pregunten, y si lo amenazan debe gritar más, y mucho más, y si van más allá de la amenaza: chillar, hacer escándalo".

Un drama colectivo

El drama de Esteban es colectivo. Aunque en la Isla las redes hidráulicas llegan a poco más del 95 por ciento de la población, el 60 por ciento del suministro se derrocha en fugas, lo que causa pérdidas millonarias en un país acorralado por la sequía durante los últimos cinco años.

"Hace casi veinte años que veo cómo corre el agua por Mayía Rodríguez todas las noches", dice el celador de una de las casonas alineadas en esa avenida habanera. "Nos hemos cansado de reportar los salideros y ya es cosa habitual, lo vemos como parte del paisaje".

Una reciente investigación de expertos cubanos muestra que sobre el archipiélago llueve ahora menos que hace 46 años y que la región oriental es la más afectada por la falta de agua, cuya producción cuesta al Estado más de 40 millones de dólares anuales.

El vicepresidente Carlos Lage anunció en enero que el país invertirá 185 millones de dólares en un plan de obras hidráulicas que incluye proyectos de mejora de las redes de acueducto, empezando por La Habana y las ciudades del centro y el oriente del país que presentan problemas más graves, como Camagüey, Las Tunas y Holguín.

"Será una faena de varios años por la dimensión de las dificultades acumuladas", admitió el presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, reconociendo que sólo en La Habana es necesario renovar más de 2.000 kilómetros de redes de los 3.000 existentes.

La respuesta popular a tal escasez es barroca. Recipientes, bidones, cubos, tanques de toda laya trepados en los techos o delante de ellos, carricoches tirados por aguadores que venden el líquido, cisternas callejeras, todo una maraña de recursos hidráulicos para sortear un drama de tamaño universal.

Mil doscientos millones de personas en el mundo sufren por la escasez de agua y 6.000 de ellas mueren al año debido a la precaria calidad de la que disponen, reveló la organización no gubernamental alemana Pan para el Mundo.

La realidad dicta los temas

La cruda realidad cubana de los últimos quince años está dictando los temas abordados por la literatura, el teatro, el humorismo y, en menor medida, por la música trovadoresca o rapera.

"Hablar del período que va desde los años noventa hasta hoy significa aludir, en Cuba, a la escritura en condiciones de realidad", manifiesta el crítico Alberto Garrandés.

El propio ganador del Cortazar 2006 se inscribe dentro de ese pelotón de autores que hacen literatura circunstancial.

En el 2001 ganó el premio Cirilo Villaverde, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), con la novela El paseante Cándido, un homenaje a la mejor tradición picaresca española y europea, pero ubicado en los días que corren.

El libro, plagado de aventuras eróticas, narra la vida de un muchacho provinciano que "viene a La Habana a probar suerte, hace de todo para triunfar y comprar el Capitolio, al que quiere rebautizar con el nombre de Cándido", dice Pérez Sánchez.

Agotado en librerías y con un premio en Italia, el Grinzane Cavour, El paseante Cándido antecede a otra novela no menos exitosa de este autor, Fumando espero, una de las finalistas del concurso internacional Rómulo Gallegos, en 2005.

Esta vez el protagonista es un escritor homosexual que en su afán trascendentalista emigra a Argentina en busca de que sus manos, al morir, sean embalsamadas por Pedro Ara, el futuro momificador de Evita Perón.

La muerte de la reina de los descamisados complica las ambiciones del novelista antillano que como venganza intentará destruir el cadáver de la primera dama peronista.

"Es un coqueteo que hago con la historia, pero en ningún caso pretendo hacer novelas históricas", advierte Pérez Sánchez, quien trabaja ahora en Cirela furiosa, una rocambolesca novela que entrecruza la corte de Felipe V con Farinelli y una joven cubana, descendiente del castrado cantante, que irá a la Italia de nuestros días en busca de su verdadero amor.

Es fácil saber que gusta de esas misceláneas literarias. En el cuento Una estrofa de agua aparecen lo mismo Ochún, deidad del panteón afrocubano, que el profeta bíblico Isaac, el parisiense Sena y la habanera Fuente de la India, el conquistador Pánfilo de Narváez y el alcalde Supervielle, quien se pegó un tiro al no honrar sus promesas de agua para la ciudad.

Todo un mundo tan delirante como el personaje de Esteban, a quien sólo faltó pintar un tsumani en la pared. Tal vez su vida pendía de ese último aluvión que escapó a su imaginación desesperada.

© cubaencuentro

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