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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Artes Plásticas

Profetas por conocer

La plástica del exilio ha logrado abrirse camino desde Nueva York hasta París, pero todavía tiene una cita pendiente: el Museo Nacional de Cuba.

A la memoria de Daniel Serra Badué, Jorge Hernández-Porto, Jaime Bellechasse y Juan Boza, amigos entrañables.

"Nadie es profeta en su propia tierra".
Refrán popular

"El exiliado sabe su lugar, y ese lugar es la imaginación".
Ricardo Pau Llosa

Antes del principio

Con la plástica cubana, al igual que con la música, el refrán se cumple en la vida real. Al menos se cumple con la plástica moderna, la que surge después de 1920 con la irrupción en el panorama artístico de los primeros modernistas cubanos: Víctor Manuel García, Carlos Enríquez, Fidelio Ponce, Mariano Rodríguez y Amelia Peláez.

Hasta ese momento, y desde la fundación de la Academia de Dibujo y Pintura San Alejandro en 1818, el arte cubano había seguido los cánones académicos tradicionales y de clara influencia europea. Todo cambiaría con la explosión de color y de nuevos referentes identificables como cubanos —guajiritas, palmas, vitrales, gallos, campiñas...—, que plasman sobre el lienzo Víctor Manuel, Enríquez y Peláez, entre otros, durante la década del treinta. Estos primeros maestros del modernismo se darán a conocer al mundo en 1944, año en que Alfred H. Barr, Jr., director fundador del Museo de Arte Moderno de Nueva York organiza una exposición sin precedentes que acuña un nuevo sello en el terreno de la plástica: "arte cubano".

Detrás de este evento hubo dos grandes visionarios en Cuba: el crítico José Gómez Sicre, que seleccionó las obras y escribió para la exposición lo que sería el primer libro sobre el arte moderno de Cuba; y María Luisa Gómez Mena, hasta entonces la única mecenas de las artes con que contaba la Isla, que financió el proyecto. Pintores cubanos contemporáneos, acompañada del libro de Sicre ( Pintura cubana de hoy), incluyó también a artistas más jóvenes que comenzaban a forjar una segunda generación modernista. La muestra la integraron Amelia Peláez —la única mujer—, Víctor Manuel, Fidelio Ponce, Carlos Enríquez, Mariano Rodríguez, Felipe Orlando, Felisindo Iglesias, Rafael Moreno, Luis Martínez Pedro, Cundo Bermúdez, Mario Carreño y René Portocarrero.

Desde entonces, el arte cubano ocupa un lugar prominente en el mundo de la plástica, desde las principales galerías avant garde hasta los museos más exigentes. Sin embargo, hay algunos datos que se ignoran, como por ejemplo, que en 1956 se creó el Instituto Nacional de Arte en Cuba, que propulsó a los plásticos de la segunda y tercera generación modernista mediante becas de estudio y de trabajo, entrenamiento y promoción en el extranjero, exposiciones nacionales y en el exterior, y mediante una labor de proselitismo que puso el arte cubano en el mapa.

También hay que señalar que en 1958 existía una modesta red de galerías y espacios alternativos —centros mutualistas, bancos, corporaciones, etc.— en la capital y en provincia, además del Palacio Nacional de Bellas Artes radicado en La Habana, y del Museo Bacardí, en Santiago, que ofrecía a los artistas la oportunidad de darse a conocer. Además, desde 1950 y hasta 1959, se organizó anualmente un Salón Nacional de Arte, que el nuevo gobierno revolucionario suspendió en 1960.

En 1938 Wifredo Lam llegó a París huyendo de los destrozos de la Guerra Civil en España, donde había radicado desde 1925, año en que llegó a Madrid becado por el gobierno de Cuba. Para los años cincuenta ya Lam era Lam, y es la época en que llegan a Francia el escultor Agustín Cárdenas y el pintor Guido Llinás. Emilio Sánchez y Carmen Herrera se abrirán paso en Nueva York. Cundo Bermúdez, Mario Carreño, Alfredo Lozano, René Portocarrero —de la segunda generación modernista— viajaban al exterior (Europa, Estados Unidos y América Latina) y exponían en casa.

En los años cincuenta se desarrollaron dos movimientos plásticos importantes en Cuba: el movimiento de pintores abstractos conocido como Grupo de los Once —Guido Llinás, René Ávila, José Ignacio Bermúdez, Fayad Jamís, Antonio Vidal, Viredo, Francisco Antigua, Agustín Cárdenas, José Antonio, Tomás Oliva y Raúl Martínez—, y el de pintores concretos, conocido como Grupo de los Diez, que incluyó a Salvador Corratgé, Pedro de Oráa, Loló Soldevilla, Rafael Soriano, José Mijares, Luis Martínez Pedro y Sandú Darié. Ambos movimientos se insertaban en el arte moderno de occidente. La obra de muchos de ellos figuraba en la colección del Palacio de Bellas Artes (luego Museo Nacional) en 1958.

Y amaneció 1959

Los primeros indicios de que el nuevo gobierno actuaría dictatorialmente y al antojo de su máximo caudillo, no se dieron a esperar. En la primavera de 1959, el presidente Manuel Urrutia Lleó fue destituido por órdenes del propio Fidel Castro, y obligado a abandonar el país. En octubre de ese mismo año fue arbitrariamente acusado de traición el comandante Hubert Matos. El camino al exilio surgió simultáneo al camino hacia el presidio y el paredón. Antes de finalizar ese primer año, 1959, el éxodo de artistas y escritores se había desatado.

Los artistas iniciaron el éxodo partiendo hacia París. Es espectacular la anécdota de Gina Pellón:

"Con la llegada de Fidel Castro al poder se crearon una serie de becas para los artistas. Yo hice los trámites, pero me la negaron. Sin medios económicos para irme a Europa, busqué una agencia de barcos para tratar de resolver. El encargado me dijo que si le llevaba doce becados del gobierno, él me daba un pasaje gratis. ¡Le llevé cincuenta! La estadía en París estaba limitada por el gobierno cubano a tres meses. Cuando se cumplieron los tres meses, Roberto Fernández Retamar, el agregado cultural de Cuba en París, exigió nuestro regreso. Me negué rotundamente. Retamar enfureció, ¡pero yo me quedé en París!".

En Francia se asilaron en 1959 Agustín Fernández y Jorge Camacho, entre otros; Ramón Alejandro lo hará en 1962. En la primera década revolucionaria saldrán de Cuba rumbo al exilio jóvenes artistas como Baruj Salinas, Rolando López Dirube, Zilia Sánchez, Jorge Hernández Porto, y artistas ya establecidos como Daniel Serra Badué, Rafael Soriano, Hugo Consuegra, Enrique Gay García, Cundo Bermúdez, Alfredo Lozano y José Mijares.

De la misma forma que desapareció la convocatoria anual a un Salón Nacional, desaparecieron también de las paredes del Museo de Bellas Artes las obras de aquellos artistas que partieron al exilio —Llinás, José Ignacio Bermúdez, Viredo, Consuegra, Soriano, Mijares, Salvador Corratgé, entre ellos—. ¿La razón? Según el juicio netamente estalinista de Marta Arjona, otrora directora del Museo Nacional, la actitud de esos artistas "no llegó a cuajar en un verdadero compromiso revolucionario". Sus nombres han sido borrados de la historia oficial del arte cubano del siglo XX, escrita desde la óptica del castrismo.

Los cubanos tenemos que remendar toda esta tergiversación, todo lo que se ha contado mal hasta ahora para hacer caer la historia dentro de las hechuras ideológicas del régimen. Este trabajo sólo aborda los puntos sobresalientes del desarrollo extrainsular del arte cubano luego de 1959, realidad inseparable del todo de la creación cultural cubana durante la segunda mitad del siglo XX, que ningún historiador serio podrá obviar.

Hoy por hoy, unos cuatrocientos plásticos cubanos viven fuera de Cuba. Algunos llevan exiliados cuatro décadas; otros emigraron cuando Mariel, o poco a poco según se les presentó la oportunidad. Están los verdaderos cubanoamericanos, que salieron de Cuba adolescentes y desarrollaron sus carreras en el exilio, insistiendo en ser reconocidos como cubanos. Los artistas jóvenes que conformaron la flor y nata de la plástica insular en las décadas ochenta y noventa, casi todos están en el exilio.

¿Cómo se las han arreglado esos artistas en exilio? ¿Dónde estudiaron? ¿Piensan en cubano o son un híbrido bicultural? ¿Tienen apoyo? ¿Dónde exhiben? ¿En qué idioma nombran sus obras? ¿Han recibido reconocimiento? ¿Ha sido incorporada la obra de alguno de ellos en los museos cubanos? ¿Y en qué museos del mundo?

Desde siempre, el exilio

No es extraño que un gran número de plásticos cubanos resida en Miami y también en Nueva York. Hay muchos dispersos por Estados Unidos, Canadá, México y Europa. A ninguno le fue fácil abrirse camino, ni las instituciones culturales de ningún país anfitrión recibieron a los exiliados con los brazos abiertos. Lo que ha logrado la comunidad plástica cubana fuera de Cuba lo ha hecho sin país, sin respaldo y casi sin apoyo. Sólo en los últimos años la recepción a los que deciden quedarse —como se dice comúnmente— ha sido mejor, y eso se debe al terreno trillado por todos sus predecesores.

Llegar a París en 1960-61 como lo hicieron, entre otros, Gina Pellón, Jorge Camacho, Ramón Alejandro, Jorge Pérez Castaño, Julio Herrera Zapata y Agustín Fernández, no fue nada agradable. Irse de la Cuba revolucionaria se entendía en el mundo intelectual europeo y en el americano como un rechazo pequeño-burgués a la utopía. En la Isla se les llamó gusanos, desertores, contrarrevolucionarios y, más tarde, escoria.

En Nueva York, hacia fines de los sesenta, el crítico Florencio García Cisneros lanzó su revista Noticias de Arte, que fue por muchos años la única publicación dedicada a promover la plástica extrainsular. El éxodo de Mariel fue una infusión de vida; los artistas y los escritores —Reynaldo Arenas entre ellos— se nuclearon en torno al concepto "Generación Mariel", y en 1993 lanzaron una revista: Mariel. Unida a otros esfuerzos, como Unveiling Cuba y Linden Lane Magazine (ésta última dirigida por Belkis Cuza y el desaparecido Heberto Padilla), que siempre incluyeron la plástica al lado de la literatura, Mariel reforzó la labor de Noticias de Arte.

Lo cierto es que un artista cubano exiliado no tenía muchas opciones donde exhibir su obra, excepto en Miami. Así surgieron las primeras galerías en el sur de la Florida: Forma, Meeting Point, DeArmas, el Miami Art Center, Galería 24, Galería Bacardí; en Nueva York, la Galería Cisneros. Fue importantísimo el papel del Museo Lowe de la Universidad de Miami, porque acogió a los cubanoamericanos; la galería del Miami Dade Community College, otro tanto.

En Europa, Gina Pellón, por ejemplo, tuvo que lanzarse a conquistar Holanda, Suecia y Noruega, a pesar de vivir en París; Agustín Fernández, rechazado por sus colegas franceses por el solo hecho de declararse exiliado cubano, se trasladó a Nueva York, donde ya otros artistas exiliados iban forjando espacios. Llinás, Camacho, Castaño, Herrera Zapata plantaron bandera en el predio de Lam y Cárdenas y aún viven en la Ciudad Luz, hoy día mejor anfitriona para con el exiliado cubano. Al exilio de España no fueron muchos cubanos, pero resaltan Waldo Balart y Andrés Lacau, que residen en Madrid desde hace muchos años; Baruj Salinas se radicó en Barcelona, donde cosechó muchos éxitos, y ahora reside en Miami. Juan Abreu cambió Miami por Barcelona, donde se ha radicado.

En Estados Unidos, los cubanos fueron abriéndose paso al principio en universidades y corporaciones; el pintor y grabador santiaguero Daniel Serra Badué, por ejemplo, y el pintor Hugo Consuegra figuran entre estos pioneros. Fueron los verdaderos "abrecaminos" de la plástica exiliada cubana.

Lo que rescató a los artistas recién emigrados del desamparo y posibilitó que pudieran seguir pintando, fue el apoyo de la Fundación Cintas, que lleva el nombre del industrial cubano Oscar B. Cintas (1887-1957). Junto a María Luisa Gómez Mena, Cintas es el otro importante mecenas de las artes cubanas del siglo XX. Cintas destinó en su testamento un legado millonario para un Fondo que fomentara la labor artística de plásticos, escritores, arquitectos y compositores cubanos en el extranjero. Oscar Cintas no imaginó jamás que su Beca se convertiría en sostén e impulso para cientos de sus compatriotas, que apenas tres años después de su muerte conformarían un exilio cultural sin precedentes.

Varias exposiciones colectivas en Estados Unidos fueron precursoras del tremendo auge que vendría después. Son, entre otras, las organizadas por el Centro Cultural Cubano de Nueva York con motivo del Festival de Arte Cubano en 1972 y 1974; Seis pintores cubanos en Nueva York (1975), organizada por el Centro de Relaciones Inter-Americanas, que incluyó a Daniel Serra-Badué, Hugo Consuegra, Sita Gómez, Oscar Magnan, Carmen Herrera y Juan González; y Ten Out of Cuba (Diez fuera de Cuba), en la Galería INTAR de Nueva York, la primera exposición colectiva en recoger el fenómeno plástico que en 1980 escapó de Cuba por el puerto de Mariel.

La ola que desató Mariel

En 1982, la Galería Intar de Nueva York, dirigida por la cubanoamericana Inverna Lockpez, organizó una exposición colectiva con el fin de resaltar la obra de artistas plásticos que habían salido de Cuba durante el éxodo de Mariel. Ten Out of Cuba incluyó a Juan Abreu, Juan Boza, Carlos Alfonzo, Eduardo Michaelson, Andrés Valerio, Víctor Gómez, Gilberto Ruiz, Jaime Bellechasse, entre otros. Se organizó un controversial panel sobre arte y política en el que participamos con el curador Giulio Blanc, los escritores Reinaldo Arenas y Ana María Simo e Inverna Lockpez.

El éxodo de Mariel trajo a estas orillas a quienes, años más tarde, el movimiento de arte hispano o "latino" en Estados Unidos reclamará como suyos, más allá de las fronteras miamenses —entre ellos a Carlos Alfonzo, Juan Abreu y Juan Boza— y a una joven artista —Laura Luna—, que aportará al discurso visual feminista un nuevo elemento de celebración —desconstructor de la mirada masculina tradicional— de lo femenino-corporal.

En 1982 hubo otro evento importante para la plástica cubana: la inauguración de la sede permanente en Miami del Museo Cubano de Arte y Cultura. El Museo Cubano cosechó muchos éxitos (hasta su clausura en 1996) promoviendo la obra de los artistas exiliados y educando a la comunidad cubana y norteamericana sobre el fenómeno contemporáneo de nuestra plástica. También tuvo sus momentos de crisis y no logró profesionalizarse para convertirse en la institución de primer orden que estaba llamado a ser. Su colección permanente, modesta pero históricamente relevante, fue donada en 1997 al Museo Lowe de la Universidad de Miami. No obstante su corta vida, la labor realizada en el transcurso de 15 años habla por sí sola.

Fue el Museo Cubano el que organizó la histórica muestra The Miami Generation, que viajó a Filadelfia y a Washington DC, entre 1983 y 1985, con éxito y cobertura de prensa sin precedentes. Generación Miami lanzó el fenómeno cubanoamericano y la obra de nueve jóvenes artistas del exilio al ruedo del arte americano: Mario Bencomo, Juan González, Humberto Calzada, María Brito, Emilio Falero, Carlos Maciá, Fernando García, Pablo Cano y César Trasobares.

En 1985, bajo la dirección de Carlos M. Luis, el Museo Cubano enfocó sus prioridades hacia Europa. Luis organizó una importantísima muestra, Diez Artistas Cubanos en París, que claramente establecía la fuerte presencia emigré cubana en la ciudad de más peso cultural de Europa. Diez Artistas incluyó a Luis Acosta León, Ramón Alejandro, Jorge Camacho, Agustín Cárdenas, Joaquín Ferrer, Roberto García York, Julio Herrera Zapata, Guido Llinás, Gina Pellón y Jorge Pérez Castaño.

Una de las exhibiciones más importantes que organizó el Museo Cubano fue la colectiva titulada Arte Cubana, coordinada por Cristina Nosti en 1993, que resaltó la obra de doce artistas cubanas: Laura Luna, Maité Díaz, Nereida García Ferraz, Quisqueya Enríquez, Consuelo Castañeda, Dania del Sol, Ana Albertina Delgado, Zaida del Río, María Elena González, Teresita Fernández, Elizabeth Mesa-Gaido y Bridget Vizoso.

Cabe recalcar que son muchas las cubanas que sobresalen en la plástica fuera de Cuba, hecho dado no sólo por la cantera de talento, sino también por los espacios que el movimiento feminista en Occidente ha logrado a favor del desarrollo de la mujer en todas las disciplinas, y que las cubanoamericanas han sabido aprovechar. Otros nombres importantes de artistas cubanas de la diáspora son los de las pintoras Zita Gómez, Carmen Herrera, Lidia Rubio, Gladys Triana, Susana Sorí, Demi, Inverna Lockpez, María Castagliola, Rocío Rodríguez; las escultoras Connie Lloveras, María Lino, Zilia Sánchez, Rita Longa; las fotógrafas María Martínez Cañas, Mirta Gómez, Silvia Lizama y Elizabeth Cerejido; la fallecida Ana Mendieta y muchas otras.

En marzo de 1987 se inauguró en el Museo Zimmerli de New Jersey la primera gran retrospectiva de arte cubano del exilio pos 1959. Outside Cuba /Fuera de Cuba, planificada desde 1984, recorrió seis museos estadounidenses en Nueva York, Ohio, Puerto Rico, Miami y Atlanta, entre 1987 y 1989. Del proyecto quedó un importante tomo bilingüe — Outside Cuba/Fuera de Cuba: Artistas cubanos contemporáneos—, obligatorio para el estudio de esta temática.

Outside Cuba dejó establecido que ya en 1987 más de 200 artistas plásticos vivían fuera de Cuba. Este dato era desconocido hasta ese momento; la existencia de un exilio de artistas cubanos fue negada intencionalmente por la crítica norteamericana y europea. El mejor ejemplo de ello sigue siendo el número de marzo 1987 de la prestigiosa revista Art in America. En él, los cinco críticos de arte más importantes de Estados Unidos (entre ellos el uruguayo-americano Luis Camnitzer, especialista en la generación cubana de los ochenta) afirmaban que los plásticos cubanos tenían la suerte de que su gobierno los apoyaba, y que por tanto no se veían obligados a emigrar o a exiliarse como el resto de los artistas latinoamericanos.

La comunidad de artistas compuesta por plásticos del primer exilio (1959-1979) y del exilio de Mariel (1980) se fue enriqueciendo con la llegada de artistas de la generación de los ochenta y la de los noventa, que fueron abandonando Cuba paulatinamente por diversas rutas, especialmente vía México. Ese exilio —que a veces se le ha llamado "de terciopelo"— se debió en parte al puente que tendió la galerista Nina Menocal en esa ciudad. Menocal acogió a los cubanos y promovió su obra. Muchos de esos artistas y otros que salieron por diferentes puertos, hoy viven permanentemente en Estados Unidos. Así llegaron Tomás Sánchez, José Bedia, Florencio Gelabert, Carlos Cárdenas, Arturo Cuenca, Adriano Buergo, Ana Albertina Delgado, Leandro Soto, Gustavo Acosta, Pedro Vizcaíno, Consuelo Castañeda, Aldo Menéndez, Ciro Quintana, Gory, Tomás Esson, Quizqueya Henríquez, Rubén Torres Llorca y muchos otros.

El arte cubano conquista el establishment

A Outside Cuba le siguió la exhibición itinerante Cuba-USA: La primera generación (1991-92). Patrocinada por el Centro Fondo del Sol, en Washington DC, y organizada por el norteamericano Mark Zuver, esta muestra le prestó especial atención a las instalaciones y a la temática religiosa en el arte cubano. En 1993, el Museo de Arte de Fort Lauderdale organizó otra muestra definitiva — Artistas cubanos del siglo XX—, dando paso a la colección pública de arte cubano contemporáneo más importante fuera de la Isla, labor de Jorge Santis, curador de dicho museo. Esta colección también incluye a importantes artistas que viven en Cuba.

Cabe añadir que el Museo Zoeller de la Universidad Lehigh en Pensilvania y el Museo de Arte Moderno Latinoamericano de la Organización de Estados Americanos, radicado en Washington DC, también cuentan con una importante colección de arte de la diáspora cubana. Ese logro se debe, en el caso del Zoeller, al artista y actual profesor cubanoamericano Ricardo Viera; y en el caso de la OEA, al difunto José Gómez Sicre (1916-1991) —el mismo que organizó la exposición de 1944 en el MOMA— que dirigió la Sección de Artes Pláticas de la OEA entre 1946 y 1976, año en que, bajo su dirección e iniciativa, se funda el Museo de la OEA, que regentó hasta su jubilación en 1983.

Es justo mencionar a los muchos académicos cubanos del exilio que a su vez son críticos, curadores y especialistas de arte cubano: Ricardo Pau Llosa, Ricardo Viera, el fallecido Giulio Blanc, Jorge Santis, Alejandro Anreus, Carlos M. Luis, Juan Martínez, Linette Bosch, Al Nodal, Olga Viso, Inverna Lockpez, entre otros, son responsables de haber puesto en el mapa cultural una gran parte de esta obra.

"Yo volveré, Cuba mía, yo volveré..."

En los últimos años se han organizado exposiciones para destacar en conjunto la obra de artistas de la Isla y del exterior. Pionera en esto fue Nina Menocal, de la Galería Ninart en Ciudad México, que incluyó en 15 Artistas Cubanos (1991) a dos pintores exiliados, uno de ellos fue Luis Cruz Azaceta. También importante fue Cuba, la isla posible, organizada por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 1995, en la que 19 de los 27 artistas (el 70%) residía para aquel entonces fuera de Cuba.

Recientemente se ha publicado Memoria: Cuban Art of the 20th Century, tomo que reúne a unos 470 artistas en un recorrido del siglo XX. El volumen es resultado de un proyecto que se originó en Cuba y que patrocinó en gran parte la Fundación Getty. Trabajaron en él un equipo de estudiosos radicado en la Isla, con la colaboración posterior del cubanoamericano Adolfo Nodal, entonces director de asuntos culturales de la ciudad de Los Ángeles. Para gran asombro de los investigadores que recorrieron Estados Unidos entre 1995 y 1996, se corroboró lo que Outside Cuba había definido diez años antes: que hacia fines del siglo XX, el grueso de los plásticos cubanos más importantes se desempeña fuera del territorio nacional.

Los intentos de reunificar las dos orillas de nuestra cultura, de propiciar encuentros espontáneos no parametrados por "núcleos del partido", auguran el feliz día en que el arte cubano volverá a ser una unidad. Entonces nuestra gente podrá identificar ese plural y diverso imaginario, reconocido al menos en Occidente entre los más pujantes de América, como pensamiento propio e identidad nacional a la misma vez.

Mientras tanto, el arte cubano forjado en el exilio se exhibe y colecciona en los principales museos de Estados Unidos y del mundo: el Whitney, el Metropolitano, el Guggenheim y el de Arte Moderno (MOMA) en Nueva York; el de Arte Nacional y el Hirshhorn, de la Smithsonian Institution, en Washington DC; en infinidad de importantes museos universitarios y un centenar de colecciones privadas y corporativas, como la del Chase Manhattan Bank; en los principales museos de las capitales de Europa y América Latina, desde Berlín hasta Tel Aviv, pasando por Oslo y Buenos Aires, Santiago de Chile y Medellín.

Junto a La jungla (1943) del gran Wifredo Lam, y de obras de Amelia Peláez y Carlos Enríquez, maestros cubanos del siglo XX, el MOMA de Nueva York cuelga la obra de los cubanoamericanos Luis Cruz Azaceta, Agustín Fernández, Tony Labat, Emilio Sánchez, María Martínez Cañas, Eduardo del Valle y Mirta Gómez, y de un artista casi recién llegado al exilio como Pepe Bedia. En el Museo de Arte Americano de la Institución Smithsonian y en el Parque Olímpico de Seoul, Corea del Sur, se encuentran instalaciones permanentes de María Brito, la única mujer en Generación Miami. En el Museo Whitney de Arte Americano, el público también se topará con la obra de Bedia, y con la del "marielito" más famoso después del escritor Reinaldo Arenas: Carlos Alfonzo. Y en la colección permanente del Metropolitano de Nueva York —comparable únicamente con el Louvre en París—, están incluidos, además de Azaceta y Emilio Sánchez, otros exiliados como Juan González, Mario Bencomo, Rogelio Gory López Marín y Miguel Padura.

En el camino se han perdido grandes talentos: el curador y especialista Giulio Blanc; el crítico Florencio García Cisneros; los artistas Daniel Serra Badué, Mario Carreño, Alfredo Lozano, Rolando López Dirube, Juan José Sicre, Rita Longa, Fernando Luis, Jesse Fernández, Enrique Riverón, Emilio Sánchez, Ramón Guerrero, Humberto Dionisio, Julio Hernández-Rojo, Juan Boza, Juan González, Ana Mendieta, Ernesto Briel, Jesse Fernández, Carlos Maciá, Jaime Bellechasse, Carlos Alfonzo, Gustavo Ojeda, Adolfo Sánchez, Jorge Hernández-Porto, Hugo Consuegra...

Un día —ojalá no lejano—, los profetas volverán a su tierra, triunfos y nostalgias bajo el brazo, porque la plástica cubana de este largo exilio tiene una cita pendiente en el Museo Nacional. En el Nacional, y en muchos museos que están por construirse, que no hay espacios suficientes para semejante caudal.

© cubaencuentro

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