Miami
'Tre jestraik en yu ar aut'
Clásico Mundial de Béisbol: Si es entre profesionales, ¿debe participar Cuba?
La controversia cubana por el Clásico de Béisbol le ha dado la vuelta al mundo en menos de cuarenta días. Se ha pronunciado al respecto hasta el gallo de Morón: la Federación de Béisbol Aficionado de Puerto Rico, el Comité Olímpico de Estados Unidos, el Comité Olímpico Internacional, los jugadores cubanos de las ligas norteamericanas, la Asociación de Jugadores de Grandes Ligas, la Federación Internacional de Béisbol, los cubanitos de Hialeah, el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso de Estados Unidos, el Departamento del Tesoro, los limpiapisos de Homeland Security, los vendedores de cerveza, el secretario de Putin, los herederos de Ho Chi Minh, y hasta los al-kaidaneses de Guantánamo.
Todos los que se pronuncian son hombres. O dicho de otra manera: entidades masculinas. No les extrañe que yo quiera señalar que, si bien somos miles, quizás millones, las fanáticas del béisbol —yo entre ellas, hija única y fiel discípula de mi padre que fue un habanista empedernido y toda la vida un loco de los Yankees de Nueva York—, no hay duda de que este tema traído al ruedo, como si habláramos del alma misma del pueblo cubano, es un deporte de hombres.
Un deporte del 50% de la población que pasa por deporte nacional. A la pelota vamos las mujeres como espectadoras, del juego y de los Adonis, en y fuera de uniforme. Pero nada ganamos ni perdemos con todos los campeonatos, competencias, juegos de exhibición y "joles" de la fama, doquiera que se organicen. Es, realmente, un mundo de toletazos y braguetas.
Quizás por eso aprecie este conflicto del Clásico Mundial con fría objetividad y sin la pasión que ha inspirado a todo nivel. Es exacto el enfoque que hizo recientemente Armando Armengol ( La política del 'fao') en estas mismas páginas —y que han hecho otros comentaristas—, pero le falta a todos los que he leído, una observación importante: Cuba no tiene equipos profesionales de pelota.
Una realidad impuesta
Todos los peloteros cubanos en la actual República de Cuba, incluyendo los que participan en los juegos olímpicos, son trabajadores de otro giro. El béisbol, como profesión, oficio, empleo o trabajo, no existe. Los peloteros figuran en la plantilla de otros centros de trabajo: en los mataderos "Sol de Soya" de la industria de la carne; en las metalúrgicas "Asturianas-en-Cero"; en las fábricas de guaguas "El Dromedario"; en las tabaquerías "Bola de Humo"; en las lecherías "Ubre Seca"; en el central azucarero "Café Amargo"; en los astilleros "Mástiles del Moncada"; en las fábricas de Ron Locomotora; en los cientos procesadoras de alimentos "La Libreta"; en el sindicato de estibadores "Gallinas de la Yuma"; en la cadena de hoteles "Gallegos-Al-Turistas"; en las clínicas "Fula Verde"...
En fin, que no hay un solo pelotero en la Isla que derive su salario de un equipo de pelota profesional. Se puede estar de acuerdo con esas coordenadas, o en contra, pero ésa es la realidad impuesta por el gobierno de Cuba.
¿Y a quién le deben los fanáticos y los peloteros semejante injusticia? Pues al Bateador en Jefe, no faltaba más. A ese señor —pelotero frustrado—, que piensa que ser un beisbolista profesional y ganar mucho dinero es un vestigio imperialista, una lacra del capitalismo, un hábito corrupto de la seudo-república, una alta traición a la patria, a la memoria del guerrillero heroico y a los ideales revolucionarios.
Hace cuatro décadas que la pelota —la profesional— desapareció de la Isla en la triste maleta con que viajó el son cuando se fue de Cuba. Lo que pasa es que en nuestra euforia tropical queremos peinarnos y también hacernos papelillos. (¿Entienden los hombres cubanos esa encrucijada femenina?)
Queremos ser exiliados, pero poder volver a Cuba de visita; queremos que haya un cambio, pero en general no ponemos nuevas estrategias en práctica; queremos ayudar a nuestras familias, pero también que se refuerce el embargo; queremos transiciones pacíficas, pero no guardamos los sables. Esquizofrenias normales de una familia dividida entre dos orillas. Ambivalencias humanas, eso también.
Es quizás esa esquizofrenia la que ha llevado a algunos peloteros cubanos fuera de la Isla a solicitar que se les permita integrar un equipo cubano extraoficial para representar a Cuba. No se acaba de interiorizar que todo en esta vida tiene un precio, desgraciadamente. Bravo por los que dicen "¡Me asilo!" y se quedan a desarrollar su potencial. Grandes beneficios, en materia y en espíritu. Ciudadanos del limbo, eso sí, sin país —más que el del asilo— que representar. (Pero eso tiene solución: hagan una ponina de sus millonarios salarios, compren un cayo o un islote en el Caribe, pónganle Cuba2, CubaSí, CubaVa, CubaCero, CubaYa! Y armen un equipo de pelota profesional).
Si el Clásico Mundial de marras es una competencia entre profesionales, entonces Sorry, my friend: en Cuba no hay equipos profesionales, ni jugadores profesionales.
El dueño de los bates
Dice Armengol, sobre los deportes a nivel mundial, que "parecía existir un acuerdo tácito entre todos los países de sacar a la política del terreno deportivo". A esta afirmación le falta un detalle clave, y el hecho de que se hayan metido en este asunto desde nuestros congresistas hasta la Casa Blanca, con lamentable miopía rayando en la ridiculez, no quita la veracidad de ese detalle: que quien no ha sacado la política del terreno deportivo en Cuba es el propio Fidel Castro, el dueño de los peloteros, de los estadios, y del bate máximo.
En la síntesis informativa de un reciente documental titulado El juego de Cuba, reza la siguiente aclaración: "Ser pelotero dejó de ser un oficio para convertirse en una responsabilidad política que durante cuarenta años ha generado heroísmo y gloria, pero también desesperanza y 'traición'."
Si los peloteros cubanos —los excelentes, guapísimos, geniales, fabulosos, talentosísimos, multirraciales y explotadísimamente invisibles peloteros cubanos— quieren jugar pelota profesional con los profesionales del mundo, pues a luchar por ese derecho en las oficinas del INDER y en la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde, además de algunos deportistas cubanos famosos que fungen de diputados, hay una Comisión para atender el campo del deporte (la educación y la ciencia), integrada por Jorge Caridad González Pérez, Nidia Martínez Pití, Héctor Gregorio Rodríguez Almaral, y Margarita de la Caridad Véliz Ríos. Allí, en las altas esferas del poder, es donde se cantan los tres strikes, and you are out!
© cubaencuentro
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