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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Opinión

Contra el reloj

El retorno del Secretariado del PCC: Una estructura obsoleta que permite un gobierno ficticio.

El restablecimiento del Secretariado del Partido Comunista de Cuba (PCC) es un paso importante en una vuelta a un mayor control ideológico del Estado y la sociedad en la Isla.

Para el cubano de a pie, la medida no tendrá una repercusión inmediata, pero es el hecho más significativo en lo que va de año hacia el establecimiento de una sucesión colegiada tras la desaparición de Fidel Castro y un indicador del fortalecimiento de la línea ortodoxa dentro del régimen; así como una señal más de que la maquinaria gubernamental considera superada la etapa de tibias reformas económicas y políticas, emprendidas a consecuencia de la desaparición de la Unión Soviética.

La información aparecida el viernes 28 de abril en el diario Granma lo deja bien claro: "corresponde al Partido ejercer una mayor influencia y elevar su papel de dirección". Agrega que el Secretariado del Comité Central, un organismo que desapareció por resolución del IV Congreso del PCC en octubre de 1991, "auxiliará al Buró Político en la labor diaria del Partido y se encargará de organizar y asegurar la ejecución y cumplimiento de sus acuerdos, así como velar por la correcta aplicación de la política de cuadros tanto del propio Partido como de las demás instituciones de nuestra sociedad".

Organismo centralizador

El poder de un secretariado es enorme, en un país regido por el modelo de gobierno leninista. En la práctica —y pese al formulismo de que por principio está subordinado al Buró Político— trasciende las funciones propias de un órgano gestor y se convierte en el poder más alto de la administración del Estado y de la dirección política.

No sólo trasmite las decisiones del Politburó a los niveles inferiores, es también el responsable de los nombramientos, ascensos y destituciones. Se trata de un organismo centralizador, que determina la aplicación de los acuerdos y define las relaciones entre la maquinaria partidista y las diferentes instancias del gobierno.

En el caso cubano, sin embargo —y al igual que ocurre con el resto de las dependencias de poder, desde el Consejo de Estado hasta el propio Buró Político del PCC—, la creación y el objetivo de este tipo de estructuras hay que considerarla con una alta dosis de escepticismo.

Por ejemplo, la constitución del actual PCC, en 1965, no marcó el inicio de una etapa de institucionalización partidista y acatamiento del modelo soviético, entonces vigente. Más bien todo lo contrario. Hasta el fracaso de la Zafra de los Diez Millones, en 1970, el país vivió una época de franca divergencia con aspectos fundamentales de la línea económica y política trazada por la URSS, guiado por decisiones personales de Fidel Castro, que en más de una ocasión fueron catalogadas de "aventurerismo" por Moscú.

No fue hasta 1975 que el PCC pudo celebrar su primer congreso, establecer un programa y delinear sus estatutos. Los congresos, plenos y reuniones posteriores no modificaron esta forma de actuar, característica del estilo de mando del gobernante cubano, quien es el máximo líder de una poderosa organización, cuyas funciones y planes de trabajo él mismo se encarga de obstaculizar en todo momento.

Esta violación de las normas no obedece a un capricho. Forma parte de un afán siempre presente de contar en todo momento con formas de gobierno alternativas, bajo su control más personal. Esta práctica guerrillera, iniciada con la existencia de una estructura de mando paralela —que en la práctica gobernaba al país— durante el gabinete del presidente Manuel Urrutia, ha sido mantenida con la constante creación de grupos independientes de los mecanismos partidistas y de gobierno, con amplios recursos para hacer y deshacer a su antojo.

Los nombres de los sucesores

La desaparición del Secretariado del Comité Central, durante el llamado Período Especial y en medio del "proceso de rectificación", obedeció a este objetivo. En su lugar se creó "un grupo de trabajo", con la función de atender los "asuntos cotidianos de la Dirección del Partido", de acuerdo con el resumen de las resoluciones aprobadas por el IV Congreso, celebrado en Santiago de Cuba.

En realidad, las labores de los grupos de trabajo —integrados por miembros del Buró Político y surgidos a raíz de este congreso— fueron desempañadas por un equipo, conocido como "Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe". Este grupo ha sido la cantera de los dirigentes más jóvenes del régimen, quienes han pasado a ocupar cargos importantes en los últimos años.

¿Cuál es el objetivo de revivir ahora al desaparecido Secretariado? Más allá de un fin administrativo, está el interés de asegurar a sus seguidores más fieles la continuación del proceso cuando Castro ya no esté. La reducida lista de los miembros de este nuevo Secretariado contiene los nombres de los sucesores. Hay que esperar por su publicación.

Cargo poderoso… y peligroso

Antes de hacer apuestas, vale la pena volver la mirada al pasado. Un asiento en el Secretariado del Comité Central es un cargo poderoso, pero no lleno de peligros. Antonio Pérez Herrero —comunista de la vieja guardia y un importante ideólogo de tendencia ortodoxa, representante de la línea soviética durante la década de los años setenta— fue miembro del Secretario desde 1973 hasta 1985.

Carlos Aldana —en un momento considerado el "tercer hombre" en Cuba— entró a formar parte de ese selecto grupo en 1986. Aldana —quien también llegó a ser miembro del Buró Político— era considerado un dirigente "reformista" hasta su destitución en septiembre de 1992.

Son dos ejemplos de tendencias opuestas dentro de una misma ideología, pero con un destino común: la cercanía del poder no siempre garantiza la permanencia en el mismo. Más bien lo contrario.

Castro ha demostrado una gran sagacidad en distraer a todos los que le rodean, jugar con las ambiciones ajenas y sortear los peligros —propios de una permanencia prolongada en el poder— alentando la lucha por la sucesión. Esta batalla es ahora más fuerte que nunca. Entre el saber limitado que brinda la lectura de las cien horas de conversación de Ignacio Ramonet con Castro, para su "biografía a dos voces", está el presenciar una vez más este juego del dictador con sus subalternos.

Ramonet pregunta si Raúl será el sustituto y Castro responde: "Si a mí me pasa algo mañana, con toda seguridad que se reúne la Asamblea Nacional y lo eligen a él, no le quepa la menor duda. Se reúne el Buró Político y lo eligen".

La respuesta no le basta al gobernante —que sabe que el periodista es complaciente y no va a seguir insistiendo— y agrega: "Pero ya él me va alcanzando en años, van llegando, ya es problema más bien generacional".

El entrevistador ya se siente cómodo y sabe que el tema le gusta al entrevistado, porque de pronto el tema ha dejado de ser su muerte para hablar de los otros y de la certeza de que si él se muere, el otro también. Sigue indagando y Castro demuestra que puede ser familiar, que conoce la ironía y que incluso puede parecer sardónico:

"Ya le dije que pasaría mañana; pero ya son nuevas generaciones, porque ya la nuestra va pasando. Ya el más joven, digamos, le he mencionado el caso de Raúl, es apenas cuatro años y tantos más joven que yo".

"Esta primera generación todavía coopera con las nuevas que acatan la autoridad de los pocos que vamos quedando… Está la segunda; ahora, la tercera y la cuarta… yo tengo una idea clara de lo que va a ser la cuarta generación, porque tú ves a los muchachos de sexto grado haciendo su discurso. ¡Qué talento hemos descubierto!".

Es indudable que el Comandante prefiere a los jóvenes: "la cuarta [generación] debe saber, con todo lo que está haciendo ahora, por lo menos, dos veces y media lo de la tercera".
Regreso a los setenta

La decisión de volver a establecer el Secretariado del Comité Central abre una nueva interrogante sobre la realización del próximo congreso del PCC, que debió celebrarse en el año 2002 y todavía no ha sido convocado.

En 2001 se realizaron Plenos Provinciales del Partido —presididos por Raúl Castro en las provincias orientales—, sin que la prensa entonces hiciera referencia a estas actividades como paso previo a la celebración del evento nacional. De entonces hasta la fecha, ha reinado el silencio y no hay indicio alguno de que la reunión vaya a realizarse en un futuro cercano.

Esta última reunión del Buró Político produjo otras dos noticias. Una fue la destitución de uno de sus miembros, Juan Carlos Robinson, y su expulsión del Partido, incluso dejando abierta la posibilidad de que sea juzgado. Robinson —de la raza negra y perteneciente a la "tercera generación"— fue separado por incapacidad y errores, así como "prepotencia y altanería, abuso de poder y ostentación del cargo, indiscreciones y reblandecimiento de sus principios éticos".

Acusaciones personales de este tipo son las usuales en estos casos, pero por lo general en Cuba los altos dirigentes "caen en desgracia" o son separados de sus cargos. No son defenestrados de una forma tan notoria, que implique la expulsión del Partido. Además de Aldana, el otro miembro del Buró Político expulsado en los últimos tiempos fue el ex canciller Roberto Robaina, hace cuatro años.

También la reunión sirvió para ampliar el número de departamentos que forman parte del Aparato Auxiliar del Comité Central, con la aprobación de otros tres: cultura, salud pública y ciencia. Con los incorporados, ahora suman trece los departamentos.

Al menos dos de las informaciones —la creación del Secretariado y la ampliación de los departamentos del PCC— apuntan hacia un mayor control ideológico de las diversas esferas de gobierno. Al disponer de mayores recursos, Castro cierra las posibles brechas y vuelve a un modelo similar al imperante en los años setenta.

El gobierno del presidente venezolano Hugo Chávez asume cada vez más el papel desempeñado por la desaparecida Unión Soviética: brindar los subsidios económicos necesarios para la permanencia del régimen.

Estos fondos permiten el renacimiento de estructuras obsoletas, que en la práctica impiden el desarrollo del país, pero posibilitan un ejercicio de gobierno ficticio mientras el dictador se aferra al mando, empeñado en colocarle hojas al calendario, como si el tiempo no sólo pudiera detenerse sino avanzar hacia el pasado.

© cubaencuentro

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