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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Eliécer, Disidencia, Rodiles

Disidencia y embullo

Los líderes disidentes no se concentran en el empeño unificador de sumar votos contra el gobierno y más bien prefieren fajarse entre ellos, afirma el autor

El capítulo más reciente de la telenovela cubiche Disidencia en la disidencia presentó a Eliécer Ávila (EA) y Antonio Rodiles (AR) en los papeles protagónicos con guión basado en la novela por entregas Todos Marchamos, del propio Rodiles y otros. La crítica en este sitio abordó el tema desde la perspectiva del dinero, pero acaso es más significativo este intríngulis:

  • EA: “Yo no marcho con corruptos, gente sin moral y a quien el pueblo de Cuba no soporta”.
  • AR: “¿A qué se refiere él cuando dice que no marcha con corruptos? ¿A qué se refiere cuando menciona que somos rechazados por el pueblo?”

Dejemos la corrupción a un lado, porque sólo EA sabrá de qué está hablando. La respuesta a la última pregunta de AR se cae de la mata: EA se refiere al pueblo que no tiene ni tendrá Todos Marchamos, que lleva casi treinta domingos reportando detenciones y más detenciones en vez de más y más participantes en las marchas. Y la aclaración no termina ahí, porque EA pasó por alto que tampoco su partido Somos+ tiene ni tendrá pueblo.

Lógica de medio a fin

Ni AR marchando ni EA sin marchar consiguen sumar partidarios. Desde luego que cada cual puede engolfarse en el proyecto de liberación nacional que le venga en ganas y derrochar coraje, pero de nada valió que los efectivos de la Brigada 2506 pelearan “como tigres” —según el oficial de la CIA Gayston Lynch— si la invasión estaba condenada al fracaso por su irracionalidad instrumental.

El contexto de oposición pacífica exige deslegitimar al gobierno por medio de las urnas, pero los líderes disidentes ni se nominan como candidatos a delegados de las asambleas municipales ni se concentran en el empeño unificador de sumar votos contra el gobierno. Prefieren fajarse entre ellos.

Y lo hacen porque cada cual tiene su propia estrategia, aunque ninguna genera el mínimo arrastre popular. Esto último suele achacarse a la represión, pero así queda sin explicación por qué los líderes opositores “que van y vienen” tampoco tienen arrastre popular en el exilio. Ninguno se lanza a la colecta popular entre la masa de exiliados libres de la represión y eso me hace pensar que no han muerto al final ni la sabiduría ni la hipocresía exiliares. La sabiduría refrena el impulso de abrir el monedero para sufragar iniciativas como los comedores de Guillermo Fariñas y la revolución con memorias flash de Yoani Sánchez. La hipocresía acelera el impulso de defender a ultranza, sobre todo por Internet, estas y cualesquiera otras iniciativas descabelladas, pero sin abrir el monedero.

Le ronca la mangosta

Tras casi seis décadas de castrismo corriente, todavía se empollan anticastrismos tan ilusorios como la Operación Mangosta, que la administración Kennedy pergeñó tras el fiasco de Bahía Cochinos con treinta y pico tareas, de las cuales se cumplió tan sólo la Tarea 21: “inducir a errores en los cultivos de alimentos”, pero no por la CIA, sino por el propio gobierno de Castro.

La clave irracional puede ilustrarse ejemplarmente con el testimonio que rindió ante el Comité Church (1975) el oficial de la CIA Tom Parrott: el brigadier Edward Landsdale, jefe de operaciones, “tenía un plan maravilloso para salir de Fidel Castro. Consistía en difundir por toda Cuba que la segunda venida de Cristo era inminente y que Cristo estaba contra Castro, [quien] era el Anticristo (…) En el momento oportuno saldría frente a las costas de Cuba un submarino americano para disparar obuses de iluminación (star shells) como manifestación de la segunda venida de Cristo y Castro caería”.

Ningún proyecto actual de la oposición, disidencia o resistencia orientado a la transición democrática en Cuba entraña mejor racionalidad que aquel plan de “eliminación por iluminación” de Lansdale. Tenemos incluso una versión light de ese plan con los fuegos artificiales en aguas internacionales frente a La Habana: “oposición por iluminación”.

En el contexto de oposición violenta, la CIA comprendió de inmediato que para tumbar a Castro había que matarlo. Igual rigor lógico mostraron Jack Esterline y Jack Hawkins, jefes respectivos del Grupo Especial (WH-4) y de Operaciones Paramilitares contra Castro, al puntualizar que el fin de la invasión se lograba ya sólo por medio de la intervención militar abierta de EEUU. Al margen de esta lógica se concibieron la Operación Mangosta y otros proyectos.

Embullos

Por ejemplo, los exiliados se embullaron con el plan de José Elías de la Torriente, que salió hacia diciembre de 1969 con este pregón: “Luego de una década de pugnas, tácticas diferentes, divisiones infecundas, gestiones conciliatorias fracasadas, luchas y sacrificios aislados, se ha logrado concertar esa unidad de acción anticomunista y democrática de las vertientes y sectores del exilio cubano”.

Un veterano del Plan Torriente, Esteban Fernández, confiesa: “Yo ‘me comí el millo’ [pues] estaba seguro que el viejo [Torriente] iba a resolver algo. Puras pamplinas”. Y la guerra se perdió, pese al embullo anticastrista no vacilaba frente a riesgos que ya no se afrontan: morir en combate o en el paredón o pasar 20 o 30 años en prisión sin licencia extrapenal.

Esteban Fernández reconoce también que tampoco tuvo sentido embullarse con “los anuncios constantes de las supuestas muertes de Fidel Castro”, el “frenesí estúpido e irracional” ante los sucesos en la embajada del Perú y “la locura colectiva con Elián González”, para remachar con el asombro de que todavía hay cubanos “tan desesperados que depositan la fe en personajes prefabricados dentro de Cuba —que van y vienen— que de lejos hasta el bobo de la yuca puede darse cuenta que no van a resolver nada”.

Reparemos tan siquiera en el pregón insiliar “Si #TodosMarchamos los domingos, el miedo y la dictadura se acaban”. A este fin se enlaza un medio que hasta el bobo de la yuca sabe que no está ni estará disponible: no ya todos; ni tan siquiera el mínimo necesario para lograr aquel fin saldrá a marchar jamás. Y como toda tensión prolongada es falsa, cada domingo que pasa convence de que, en vez de actores políticos, los líderes de las marchas no pasan de meros revoltosos. Y el embullo se vuelve más absurdo por entre una historia de represión que genera tan solo más represión y más historia.

© cubaencuentro

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