Sin paracaídas |
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Venezuela se sacude al artífice de la 'revolución bolivariana'. |
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por ARMANDO AñEL |
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En agosto de 2001 la encuestadora Consultores 21 dio a conocer que un 54% de los venezolanos —contra un 41— creía que Hugo Chávez debía mantenerse al frente del Gobierno; en enero de este año la última medición de la misma empresa, sobre un total de 1.500 inquiridos, puso sobre el tapete la ecuación invertida: un 54% cree que el gordito de Miraflores—antónimo de sus opositores, a los que ha dado en llamar "escuálidos"— debe abandonar la presidencia cuanto antes. De acuerdo al sondeo, si los comicios se efectuaran ahora mismo un 48% de los venezolanos votaría otra opción. Sólo el 23% lo haría por el ex paracaidista.
Un dato adicional: el discípulo de Fidel Castro ocupó el quinto lugar —entre los aspirantes a la jefatura de Gobierno—en la preferencia de los encuestados.
Los signos de agotamiento que la sociedad venezolana enseña a su presidente se suceden con una celeridad apabullante. Tras el éxito del paro general de mediados de diciembre pasado —impúdicamente lapidario gracias a los medios de difusión masiva—, Chávez, en su fuero interno, debe haberse dado de bruces contra una realidad desde su "escuálida" perspectiva insospechada: en mayor medida, los intentos de amedrentar a la población han fracasado. Una realidad que desbordó los pronósticos cuando hace pocos días la oposición se manifestó en Caracas, al tiempo que otra demostración, convocada por el Gobierno, intentaba hacerle sombra: la mayoría de los analistas da por sentado que la primera marcha superó en número a la segunda, y generosamente. Para el director de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, "la oposición está logrando movilizar a gente que nunca había salido a las calles después de tres años de apatía, porque Chávez los ha unido en su contra y se está estructurando una protesta civil organizada en la que se vislumbra un liderazgo". Evidentemente el Movimiento Estudiantil M-28, o los emisarios de la Revolución Bolivariana, o los Comités de Defensa de la Revolución —calcos todos ellos de las Brigadas de Respuesta Rápida castristas—, no han surtido el efecto deseado. El miedo no ha calado hondo. El ex golpista resultó demasiado precario como para asimilar, o implementar con oportunidad, las lecciones de su mentor cubano.
El descalabro de Chávez ha tenido agravantes, que van desde la corrupción vigente en su entorno —algo que el gordito había prometido erradicar— hasta la debacle económica a la que pegó un último empellón la baja de los precios del petróleo en el mercado internacional (de cualquier manera la torpísima administración chavista ya coqueteaba con el desastre). En su desesperación, el mandatario ha cometido el enésimo error de su presidencia, encañonando una vez más a la Iglesia desde el púlpito de una nación tenazmente religiosa: "no andan por el camino de Dios", ha afirmado refiriéndose a varios dirigentes católicos venezolanos, mientras invitaba a una revisión de conciencia, a rezar "20 Padre Nuestros y 20 Ave Marías", al cardenal y arzobispo de Caracas, Ignacio Velasco. Definitivamente, Chávez va a caer desde muy alto. Y parece que sin paracaídas.
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