Lunes, 18 febrero 2002 Año III. Edición 304 IMAGENES PORTADA
Internacional
¿Juego a dos bandas?

¿Cuál es la política de México hacia Cuba?
por RAFAEL ROJAS Parte 1 / 2
Fox
Presidente Fox: Bajo el volcán de la era
del PRI

En su primer año de gobierno, la actual administración puso en práctica una política hacia Cuba que preservaba y, a la vez, corregía la agenda caribeña del sexenio anterior. Tal y como anunciara el presidente Fox en su campaña, la cancillería se propuso recuperar las relaciones comerciales y culturales con la Isla, tan descuidadas durante la presidencia de Zedillo, y aumentar la presión política sobre La Habana por medio de la denuncia, en foros internacionales, del mal estado de los derechos humanos en Cuba.

Con este diseño de política exterior, México distinguía su diplomacia de la norteamericana y de la europea. A diferencia de Estados Unidos, cuya estrategia descansa en el embargo comercial contra la Isla, y de la Unión Europea, que condiciona el intercambio económico a la apertura política del régimen castrista, la cancillería mexicana intentó un juego a dos bandas: colaboración bilateral en múltiples áreas —comercio, turismo, ecología, narcotráfico, tecnología, educación, deporte, cultura...— y estímulo a una transición pacífica a la democracia.

Hasta ahora, el Gobierno de Vicente Fox ha logrado mantener, más o menos, el doble sentido de su política. El año pasado, el vicepresidente cubano Carlos Lage firmó en México un acuerdo de Promoción y Protección de Inversiones que alienta el incremento de las relaciones comerciales entre ambos países. El intercambio cultural también se recobra: en 2001 centenares de músicos, artistas, escritores y académicos de la Isla visitaron México y a fines de este año la importante Feria Internacional del Libro de Guadalajara estará dedicada a la literatura cubana.

El segundo capítulo de aquella agenda, la promoción de la democracia, tuvo un momento decisivo con la abstención razonada de México en el 57 período de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra. En su memorable discurso en aquel foro, el 20 de marzo del 2001, el canciller Castañeda afirmó que "México no comparte la tesis de que la defensa y promoción de los derechos humanos constituyen asuntos internos de cada país que no deben sujetarse al escrutinio internacional". Y concluyó: "Los derechos humanos representan valores con validez absoluta y universal. En tanto que absolutos, no pueden ser condicionados por ninguna instancia. No son internos ni externos, son humanos".

El Gobierno de Fidel Castro se sintió aludido en estas palabras, ya que Cuba es uno de esos pocos países que aún esgrime el principio de la soberanía para deslegitimar la crítica internacional en materia de derechos humanos. La abstención de México produjo un choque diplomático con La Habana, en el verano pasado, que agudizó el deterioro de las relaciones bilaterales que se experimentaba desde el final de la presidencia de Zedillo.

En los últimos tres meses, sin embargo, ha habido señales de recuperación del vínculo diplomático, sobre todo a partir del encuentro de los cancilleres Castañeda y Pérez Roque en Nueva York. Esa distensión está relacionada, por supuesto, con el cambio geopolítico que provocó el 11 de septiembre. Al concentrarse Washington en la lucha contra el terrorismo, México pierde el rango de prioridad que gozaba en la agenda inicial del presidente Bush y gana una mayor autonomía en el despliegue de su política exterior. A su vez, la localización del enemigo en Bin Laden y Al Qaeda ofrece a Fidel Castro la oportunidad de mostrar buena cara, condenando el terrorismo, aceptando los presos talibanes en la Base Naval de Guantánamo y ofreciendo colaboración militar y sanitaria a los Estados Unidos.

El momento también ha sido aprovechado por el lobby norteamericano en contra del embargo. Tan sólo en enero del 2002, han visitado la Isla una decena de legisladores demócratas y republicanos, 500 miembros de asociación Jóvenes Presidentes Republicanos y el gobernador de Illinois, George Ryan. Los primeros embarques de alimentos y medicinas, procedentes de los Estados Unidos y comprados por Cuba a un precio de 35 millones de dólares, llegaron a La Habana hace unas semanas. Frente a esta presión a favor del levantamiento del embargo y la normalización de relaciones con la Isla, el Gobierno de Bush se ha limitado a apaciguar a Miami con la designación del cubano-americano Otto Reich como subsecretario del Departamento de Estado para América Latina. Al igual que Clinton en su segundo mandato, a principios de este año Bush postergó la aplicación de los títulos III y IV de la Ley Helms-Burton para evitar nuevas fricciones con sus aliados europeos y latinoamericanos.

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